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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El Cabanyal y Rita Barberá

"Se comporta con el barrio como el perro del hortelano, que ni come ni deja comer"

Todo móvil instante tiene aumento y declinación. Lo decía un jesuita muy listo, llamado Baltasar Gracián y la máxima podía predicarse también de la vida política (ese móvil instante) de Rita Barberá Nolla, alcaldesa de Valencia desde hace 21 años. Una vida política que, como cualquier otra, no va a ser eterna y que hace ya algún tiempo entró en franca decadencia. ¿Pero cuándo y por qué se le acabó la buena estrella al personaje? Es difícil fijar el momento en que su apogeo empezó a declinar, pero sin duda fue determinante la caída de Francisco Camps, su hijo político por antonomasia. A partir de ese momento se le caen también los palos del sombrajo que había ido tejiendo en el seno del PP valenciano y su figura queda expuesta a una dura intemperie, en la que la agenda de su partido se ve continuamente interferida por las citaciones judiciales.

Su iracundo enfrentamiento, a principios del verano, con una conductora de la EMT no hizo sino poner de manifiesto el cambio operado en sus formas (bien distintas del particular gracejo que tanta popularidad le dio antaño) y el mar de fondo que la agita. Un mar de fondo en el que se arrastran las dificultades para conseguir de sus compañeros del Gobierno central los dineros necesarios para mantener la financiación municipal. Con el agravante de tener que morderse la lengua ante la imposibilidad de espetarles ahora el discurso victimista que usó frente a Zapatero. Y así la creciente suciedad de las calles de la ciudad, o el abandono de los colegios, se hacen tanto más insultantes para el ciudadano cuanto paradójicamente más desmedidas son las subidas de impuestos y tasas locales.

Con todo y con ello es el problema de El Cabanyal el que, en el fondo, marca la decadencia de Barberá. Ramiro de Maeztu, uno de los autores más representativos e interesantes del pensamiento reaccionario español, y por tanto nada sospechoso para Rita Barberá, sostenía que la decadencia empezaba en el momento en el que el ideal se muestra superior a los medios para realizarlo. Y eso es lo que le ha pasado a la alcaldesa con su plan urbanístico de El Cabanyal para el que carece absolutamente de medios. De manera que se comporta con el barrio como el perro del hortelano, que ni come ni deja comer. Algo que es evidente, que de puertas para dentro reconocen hasta los propios concejales del PP, pero que sin embargo Rita Barberá, llevada por la soberbia, se niega a rectificar condenando al barrio a una degradación cruel.

Y así, asistimos estos días a la paradoja de ver sentarse en el banquillo a la diputada Mònica Oltra y a Faustino Villora, junto a otros vecinos, por oponerse, hace casi ya tres años, a unos derribos que so lo sirvieron para destruir más el barrio. Algo que constituyó un valiente acto de dignidad y de resistencia civil ante una forma de ejercer el poder injusta y antidemocrática. Por eso, porque Rita Barberá entró hace ya tiempo en la decadencia, sus actuaciones son cada vez más aberrantes. Y lo sucedido estos días con la autorización de apertura en festivos a los comercios que se corresponde con las zonas donde se ubican los grandes almacenes, es otro ejemplo. Como lo podría ser su desprecio a las iniciativas de los pequeños comerciantes del centro histórico para revitalizar las ventas en las, por lo demás, entrañables fiestas navideñas que comienzan estos días.

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