Gobierno provisional
"Estoy convencido de que no es posible gobernar en minoría en la situación actual"
Estamos ante la configuración de un gobierno provisional en Euskadi. Todos los síntomas denotan que de eso se trata. Tras la primera lectura de los resultados electorales del 21-O, todo hacía presagiar que la brillante victoria del PNV había resultado demasiado escueta, dejando al próximo Lehendakari en una encrucijada con dos únicos caminos posibles para garantizar al próximo Gobierno las condiciones idóneas y las virtudes que debe tener, máxime en la actual coyuntura: EHBildu o el PSE. Y no solo por el hecho de garantizar el apoyo parlamentario, sino porque habría de apechugar con el proceso de pacificación y el final definitivo del terrorismo, aún no consumado, y además debería administrar la pulsión nacionalista y secesionista que, iniciada en Cataluña, extiende sus intenciones y tentáculos por nuestra Comunidad.
¿Puede gobernarse en minoría esta situación? Yo estoy convencido de que no es posible. A falta de un liderazgo consistente —sólo está apoyado por una tercera parte de la Cámara, y el entramado institucional no le favorece, con tres partidos diferentes en cada diputación— el Lehendakari y su Gobierno se verán tan respaldados en público como censurados en privado, por quien ha dirigido al principal grupo opositor suyo en el seno del PNV.
Egibar actuará públicamente con la máxima lealtad, pero nada estará suficientemente garantizado dentro de Sabin Etxea. Sería bueno saber cuál ha sido el papel y la posición mostrada por Egibar en las negociaciones y en sus prolegómenos, pero no siempre una persona disciplinada en su proyección externa es condescendiente y acomodaticia en los avatares internos. Tengo que decir, no obstante, que todo esto es fruto de la observación. Será mejor que, a partir de ahora, fundamente mis reflexiones en dichos y hechos constatables.
“De momento el Gobierno de Urkullu va a ser más débil y menos apoyado que el anterior de López”
Las palabras del burukide Koldo Mediavilla en la rueda de prensa en la que anunció que el PNV había decidido gobernar en minoría fueron demasiado escuetas, y en todo momento supeditadas a acuerdos o coaliciones en el futuro. “No se dan las condiciones para conformar un Gobierno de coalición coherente y sólido”. Si bien, “se puede hablar de todo y llegar a acuerdos con todos con tiempo”. O sea, que las circunstancias son más importantes que lo esencial en este momento. Luego será prioritario hacer frente a esas circunstancias. “Es preferible acelerar la formación de un Gobierno de trabajo que dé respuesta a las urgencias económicas y presupuestarias del país, a pactar una alianza estable en unas condiciones que no son las idóneas para responder a los retos del país”, dijo.
Ahí está la auténtica clave de este asunto, en la definición de los retos del país, y en el riesgo que cada cual está dispuesto a asumir tras decidirse por un reto o por otro. El burukide admitió que “hay una demanda social de acuerdos, y rápidos”. Si el PNV quiere atender y dar respuesta a la demanda social a la que se ha referido, le caben dos posibilidades: o satisface la demanda soberanista de la mano de EHBildu, con el consiguiente riesgo de abandonar el marco constitucional y empujar a buena parte de sus votantes y simpatizantes al ámbito de la Izquierda Abertzale; o satisface la demanda de ámbito económico y social de la mano del PSE, dejando para tiempos mejores sus intenciones de modificar el status de Euskadi y su relación con España.
"Las propuestas de revisión del status, no han pasado de ser añagazas poco consistentes y de escasa credibilidad para obtener sufragios"
Esta disyuntiva produce vértigo en el PNV, porque salvo en las declaraciones más solemnes, repetidas en sus grandes celebraciones, la reivindicación del PNV no ha pasado del autonomismo, aunque basado en Derechos Históricos a los que ha convertido en privilegios respecto a otras comunidades autónomas y regiones españolas. Todas las propuestas de revisión del status, desde el Plan Ibarretxe, hasta este otro que Urkullu ha esgrimido en la última campaña electoral, no han pasado de ser añagazas —poco consistentes y de escasa credibilidad—para obtener sufragios. En todo caso, ha de ser Urkullu el que resuelva sus dudas, supere su propio vértigo y elija el camino que mejor le parezca. La provisionalidad no es aconsejable para ningún gobierno, salvo que no sepa qué camino tomar. También cabe que sea la división que impera en el seno de su propio partido la que esté impidiendo a Urkullu tomar una decisión tan complicada y condicionante del futuro.
De momento el Gobierno vasco va a ser más débil y menos apoyado parlamentariamente que el anterior de Patxi López (27 apoyos a Urkullu, frente a los 38 —PSE y PP— que apoyaron a López. Y va a ser también menos estable como consecuencia de esa debilidad. Sobre su eficacia aún no hay nada escrito, pero la provisionalidad juega en su contra.
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