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La huelga fatiga al pasajero

El conflicto laboral en TMB choca con el día a día de los barceloneses “La duración de una protesta no le quita legitimidad”, argumenta un catedrático

Camilo S. Baquero
Las grandes aglomeraciones en los vagones del metro fueron la constante durante la huelga.
Las grandes aglomeraciones en los vagones del metro fueron la constante durante la huelga.CARLES RIBAS

“Otro día que llego tarde al trabajo”. El que habla es Luis Sánchez, trabajador de origen ecuatoriano de 38 años, uno de los miles de afectados ayer por la jornada número 16 de irregularidad en el transporte público en Barcelona. “Llevo así todo el mes”, explicó el obrero de la construcción mientras buscaba la salida entre la multitud que se agolpaba en uno de los andenes en la estación de Sants. Durante todo el día solo prestó servicio uno de cada tres servicios programados. La protesta también se extendió a Renfe y a los taxistas autónomos, que están en descontento con el sistema de turnos aprobado en votación.

Para llegar a la estación de Roquetes, Sánchez tiene que coger un autobús. Los parones de ambos sistemas de transportes desde que comenzó el otoño le han alargado casi 20 minutos su recorrido habitual. “Entiendo que les van a recortar parte del salario, y me parece muy mal, pero a mí sus huelgas me afectan a la vida. Los culpables van en coche, no como una sardina”, se quejó.

El estoicismo con el que los barceloneses han soportado las huelgas de los empleados de Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB) —que piden que no se aplique el decreto ley que les recorta la paga extraordinaria de Navidad y que afecta a tres millones de trabajadores públicos en toda España— empieza a flaquear. Los servicios mínimos se cumplieron ayer con normalidad, aunque en varias estaciones se tuvieron que hacer operativos especiales para evitar colapsos en los andenes.

La empresa califica de “abuso” la reiteración de paros en el transporte

“Alguna pasajera me ha reñido por las huelgas, a veces amistosamente, otras con agresividad. Yo le digo, señora, ¿usted no pelearía por lo suyo?”, se justifica Jordi, un conductor de la línea 7 de autobús. En los andenes se repiten las mismas frases: “Estamos hartos”, “no puede seguir así”, “a mí también me recortan”...

Joaquim Forn (CiU), primer teniente de alcalde y presidente de TMB, denunció ayer “el abuso que están cometiendo los sindicatos en la utilización de una huelga que puede ser legítima pero que en estos momentos creemos que están perdiendo la razón”. Forn utilizó el descontento contra los trabajadores. “La gente ya tiene la vida bastante complicada y tiene suficientes problemas como para que se le añadan más”, agregó.

La Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona cree que “hay un ambiente que busca desprestigiar una huelga legítima”, según su presidente, Lluís Rabell. Sin embargo, acepta que “es lógico que haya molestias, y que estas recaigan sobre los colectivos más débiles, pero estas las aumenta el mal estado de la red ferroviaria”, agregó el líder vecinal.

Los usuarios piden alternativas de protesta a estas movilizaciones

Desde CGT, uno de los sindicatos más combativos en el tema de la reivindicación salarial de los trabajadores de TMB, creen que su causa no ha perdido simpatía. “La gente debe dejar de ver al manifestante, al trabajador, como su enemigo. Hay que luchar juntos contra el banquero, contra el político, que son los responsables de que en cuatro días nos quedemos sin sanidad, sin educación”, explicó un portavoz del sindicato.

TMB ya ha llegado a un acuerdo con el 45% de la plantilla del autobús para aplicar una fórmula salarial que adelanta futuras pagas y así no afecta al poder adquisitivo de los trabajadores. Las conversaciones con tres sindicatos de bus y con el comité de empresa del metro, sin embargo, están encalladas. Los trabajadores del subterráneo sostienen que el punto de partida para una negociación es la no aplicación del decreto. La empresa sostiene que es una orden estatal indiscutible.

Enoch Albertí, catedrático de Derecho Constitucional de la UB, explicó que desde el punto de vista jurídico, el establecimiento de los servicios mínimos es el único mecanismo para preservar los derechos del ciudadano y del manifestante. Sin embargo, cree que cabe más reflexión sobre “el ejercicio responsable de la huelga y entender que los intereses del resto de los ciudadanos son tan legítimos como los suyos”. Albertí subraya, sin embargo, que la duración de una huelga no va en detrimento de su legalidad o su legitimidad. “Los trabajadores pueden recurrir los decretos de servicios mínimos ante el TSJC si consideran que vulneran su derecho a huelga”, añade.

Desde la Asociación para la Promoción del Transporte Público critican que no haya un espacio de diálogo entre los sindicatos y los usuarios. “No hay un comité de usuarios en TMB como lo hay en Renfe y Ferrocarrils de la Generalitat”, asegura su presidente, Ricard Riol. “Las franjas de servicios mínimos, en el caso del autobús, son muy difusas, por lo cual el pasajero no tiene seguridad de que pueda acceder al servicio. Eso genera roces y le hace un flaco favor al sindicalismo”, agregó Riol.

“¿Por qué no nos dejan entrar sin pagar y ya está? Eso sí que molestaría a la empresa y no a nosotros”, sugirió ayer Isabel Ayaso, una funcionaria también afectada por la huelga. A falta de un acuerdo, los sindicatos de autobús ya advierten de más huelgas escalonadas durante la campaña electoral.

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Sobre la firma

Camilo S. Baquero
Reportero de la sección de Nacional, con la política catalana en el punto de mira. Antes de aterrizar en Barcelona había trabajado en diario El Tiempo (Bogotá). Estudió Comunicación Social - Periodismo en la Universidad de Antioquia y es exalumno de la Escuela UAM-EL PAÍS.

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