La crisis empuja a la emigración
El año pasado, 87.000 residentes abandonaron Cataluña, de los que 8.100 son catalanes de origen
"Creo que nuestro sentimiento podía compararse con el de aquellos emigrantes que en los años sesenta emigraban desde España hacia Suiza”. Adelina Arbonès, original de Riba-roja d’Ebre y de 40 años de edad, describe así el sentir que le embargaba en el vuelo que la llevó a Miami el pasado mes de agosto en busca de lo que ella define como “un futuro”. Tras meses y meses encadenando contratos temporales sin perspectiva alguna de estabilidad laboral, esta profesora de español y su marido optaron por probar suerte en Florida, donde ya habían residido años atrás. Esta vez, sin embargo, es diferente. “Antes fuimos porque queríamos probar una nueva experiencia, esta vez vamos obligados por las circunstancias”. Un contrato de tres años en una escuela de secundaria y un sueldo que cuadruplica el que tenía como precaria profesora de español para extranjeros en Barcelona son el reclamo para una aventura que jamás soñó tener que llevar a cabo.
Adelina es consciente de que forma parte del creciente número de catalanes que prueban suerte en el extranjero tras cuatro años de crisis económica. El año pasado fueron 87.000 los residentes en Cataluña que optaron por el mismo camino, de los que 8.100 son catalanes de origen según el Instituto Nacional de Estadística. El resto eran originarios de otros países que, vista la situación de la economía española, optaron por marcharse. Cataluña fue la comunidad que más personas vio emigrar.
“Es la primera vez que esto ocurre, al menos en la historia moderna” certifica la demógrafa Anna Cabré, quien recuerda que Cataluña ha sido tradicionalmente un país receptor de emigrantes y nunca un país emisor de mano de obra. Este fenómeno invalida todas las previsiones realizadas hasta la fecha y que hablaban de que Cataluña superaría los 8,5 millones de habitantes en 2020. A 30 años vista lo que está claro es que la crisis que comenzó en 2008 dejará una huella importante en la demografía catalana. Influirán la emigración, el parón en la llegada de nueva población y el comportamiento de la natalidad.
Cabré, directora del Centro de Estudios Demográficos, se considera incapaz de hacer una prospectiva fiable de la evolución de la economía. Sí lo hace, a grandes rasgos, el Instituto de Estadística de Cataluña (Idescat), que ve la crisis actual como un bache que, si bien cambia algunas cosas, no varía notablemente el comportamiento habitual de la demografía catalana, siempre marcada por el crecimiento a base de oleadas inmigratorias más que por el aumento de la natalidad. De esta forma, el Idescat prevé que en 2021 Cataluña alcance una horquilla de entre 7,6 y 8 millones de habitantes.
Según los expertos en demografía de la Generalitat, habrá variaciones importantes en la estructura de edades. La cifra de habitantes en edad escolar aumentará y la de mayores de 64 años lo hará aún más, mientras que la población en edad laboral tendrá un crecimiento más bajo. En el horizonte de 2041 Cataluña tendrá, como el resto de Europa, el envejecimiento de su población como principal característica. Los mayores de 65 años se habrán duplicado, de manera que dos de cada seis catalanes superarán lo que hoy todavía se considera la edad de la jubilación. La buena noticia es que en los próximos 30 años los catalanes vivirán cinco años más en el caso de los hombres y cuatro años más en el caso de las mujeres. Esto llevará a duplicar el número de mayores de 80 años. La mala noticia es que la tasa de dependencia senil subirá notablemente.
De nuevo, estas previsiones que aguantan sobre el papel tendrán que comprobarse con la realidad. Cabré insiste sobre fenómenos que ve a su alrededor: “Ninguno de mis alumnos tiene hoy esperanza de encontrar aquí un buen trabajo; hablan de marcharse, y mucha gente ya lo está haciendo, con la característica de que quienes lo hacen tienen un elevado nivel de estudios”, recalca. Lo que no cuadra por ahora con una crisis convencional es la natalidad. “Considero extraordinario que no haya una caída de la natalidad vista la situación económica”, dice esta demógrafa.
La población sufrirá alteraciones por esta crisis como mínimo durante la próxima década, como también está cambiando el modelo de familia. A 20 o 30 años vista se adivina una Cataluña más diversa en cuanto a modelos familiares, pero con nubarrones en el horizonte en lo referente a los avances que se han logrado en aspectos como la conciliación entre la vida laboral y la familiar. Así lo ve al menos la antropóloga social y catedrática de la Universidad Rovira i Virgili, Dolors Comas.
Algunas tendencias parece que se van a consolidar. Es el caso del principal distintivo de las familias catalanas: la tardía edad de emancipación de los hijos. También crecerá el número de hogares unipersonales, especialmente los habitados por mayores de 65 años.
Pero los fenómenos que Comas ve con más probabilidades de evolucionar son los relacionados con el tipo de familia. “Vamos a la normalización del parentesco plural, de las familias homoparentales y de los núcleos familiares transnacionales”. A eso que hoy todavía se suele llamar “familia tradicional”, se le sumarán con mayor normalidad las formadas por diversos tipos de vinculación de formas de filiación entre padres e hijos. “En catalán no tenemos una palabra para definir los medios hermanos, esto es un ejemplo de que todavía tiene que consolidarse socialmente un fenómeno que, si bien ya tiene muchos años, dista de estar interiorizado”.
Luis Guillermo Andrade ilustra la familia transnacional que viene. Ecuatoriano de 52 años, volvió a su país de origen el pasado verano tras residir sin papeles en Cataluña durante cuatro años. Su mujer se quedará en Barcelona, al menos por ahora, mientras él trata de iniciar un pequeño negocio de cría de cerdos en Ecuador. “Tengo cuatro hijos de entre 14 y 22 años que residen en diferentes sitios. Esto no es un buen plan para una familia. Mi objetivo es reunirlos de nuevo a todos en Ecuador”. No lo tendrá fácil. Aunque los diferentes trabajos de él y su mujer en Cataluña les han permitido comprar una casa en su país de origen, reconoce que regresa “sin dinero y sin nada”. Le duele especialmente haber perdido los contactos que tenía allí, y eso llena de incertidumbres su proyecto de vida.
Algo parecido le ocurre a Adelina Arbonès. Cree que no le será fácil volver a Cataluña pasados sus tres años en Miami. “Si no encuentro nada, espero poder montar un negocio por mi cuenta”, explica. Pero lanza un mensaje de optimismo. “Que nadie se hunda. Las cosas en España están mal, pero ahí fuera hay oportunidades, toca aprovecharlas”.
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