La vuelta al cole de la marea verde
La comunidad educativa celebra la primera manifestación del curso con menos asistentes pero, según ellos, con más motivos de protesta
La primera manifestación de la marea verde en el inicio del curso escolar ha congregado esta tarde a más de un millar de profesores, padres, alumnos, sindicalistas y vecinos, entre otros, en una marcha que ha salido de la plaza de Neptuno y que ha finalizado en Sevilla. Convocada por la plataforma social en defensa de la educación pública, compuesta por los sindicatos mayoritarios, la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid (FRAVM) y la FAPA Giner de los Ríos, entre otros colectivos, los cientos de manifestantes que han salido a la calle, a pesar de las inclemencias del tiempo, han querido dejar claro que la lucha de la marea verde sigue ahí, pero con menos fuerza que el año pasado. “El objetivo de esta convocatoria es volver a poner en valor a la marea verde porque la situación de la educación pública madrileña es hoy peor que hace un año y la comunidad educativa no se va a rendir”, explica Paco García, de CC OO.
Bajo el lema “No a los recortes. Porque la educación es inversión y no gasto. Sin educación no hay futuro“, unas 2.500 personas han acudido a la manifestación, según la policía. Los sindicatos han contabilizado unos 10.000. José Luis Pazos, presidente de la FAPA Giner de los Ríos, admite la pérdida de fuelle de la movilización verde y la achaca al desgaste producido por las manifestaciones, a las once jornadas de huelga del pasado curso, y al miedo que, según él, sienten muchos ciudadanos después de la "represión policial" del pasado 25-S.
Ángel Rejas, profesor de Lengua y Literatura en el IES María Zambrano de Leganés, no ha querido perderse esta primera convocatoria. Ataviado con su chubasquero verde customizado con el lema “Escuela Pública de Tod@s para tod@s”, Rejas reconoce que siente cierta rabia por la “resignación” de la comunidad educativa a movilizarse. “Estoy cabreado con mis compañeros porque temen manifestarse por las posibles represalias. Y es una pena porque ahora, más que nunca, deberíamos estar todos en la calle. La situación en las aulas es cada vez peor. Para que te hagas una idea, los 36 alumnos de Arte solo tienen 20 caballetes para sus clases. ¿Cómo pueden pintar así?”, cuenta este profesor, de 56 años.
El curso ha empezado en la Comunidad de Madrid con 1.138.390 estudiantes (un 2,1% más), menos becas y unos 2.000 profesores menos, según estimaciones de los sindicatos. El Gobierno regional ha eliminado las becas de libros de texto y las ha sustituido por un sistema de préstamos. Las ayudas al comedor, que en la mayoría de los centros se ofrecen a partir de octubre, se reduce de 29,3 a “entre 16 y 18 millones”, según estima la Consejería de Educación.
Eva Bernardo y Elvira Delgado, de 15 y 14 años, se han animado a desplazarse hasta el centro para “defender” sus derechos: “En el Instituto Pedro Salinas, del barrio de Usera, tenemos este año 14 profesores menos, ya no hacemos apenas prácticas de laboratorio y encima, cuando llegamos a casa, también vemos a nuestros padres preocupados por la crisis”, han explicado entre el estruendo de decenas de vuvuzelas, silbatos, panderetas, algún que otro tambor e incluso una carraca. José Manuel de La Hoz, profesor técnico de un taller de maderas, no ha dudado en traerse este instrumento artesanal para mostrar su indignación: “El Gobierno del PP nos desprecia”, sentencia.
A su lado, Rubén y Pedro, dos hermanos de edades comprendidas entre los ocho y los seis años, piden a su padre Rubén García, que les deje tocar la vuvuzela. Estos dos pequeños, ataviados con las camisetas verdes, aseguran ser unos veteranos en esto de las manifestaciones en defensa de la educación pública: “Hemos venido a muchísimas pero ya nos hemos cansado un poco”, dice Pedro. Su madre, Susana López, es profesora de Formación Profesional y los trae a las marchas de la marea verde siempre que puede porque, en su opinión, los niños deben entender qué es lo que está pasando y cómo les afecta en su día a día. “ahora tenemos menos personas extranjeras que vienen a estudiar con nosotros”, dice Rubén, el hermano mayor.
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