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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Para qué sirve un debate

"Parece ineludible ofrecer un pacto a todas las fuerzas políticas y sociales para lograr un gran acuerdo sobre la financiación"

Casualidad o no, las Cortes Valencianas y el Parlamento de Cataluña celebran mañana simultáneamente los debates de política general de ambas comunidades. Toda España sabe de la importancia del discurso del presidente catalán, Artur Mas, de su apuesta política por la independencia y de su más que probable anuncio de elecciones anticipadas. La reflexión de los parlamentarios catalanes, sea cual sea su desarrollo, es muy importante, trascendental casi, para el futuro de Cataluña y de España.

Debería sonar extraño, pero no lo es. Los valencianos conocemos mejor las líneas generales del discurso político de nuestros vecinos y, en cambio, apenas si tenemos una vaga idea de qué puede ocurrir en el hemiciclo del Palau de Benicarló. Valiente paradoja. El Consell que preside Alberto Fabra —con las notables excepciones de José Ciscar, María José Català y, en menor medida, Máximo Buch y Serafín Castellano (éste un tanto abrasado políticamente tras los incendios)— presenta tales síntomas de agotamiento que está reclamando a gritos una remodelación a fondo que, según se dice, se producirá a finales de año. Las agendas de los distintos miembros del Gobierno valenciano son de una inanidad insultante: visitas, inauguraciones, procesiones, asistencias a las más variopintas jornadas y ni un solo proyecto que merezca el nombre de tal, revelan la incapacidad de la mayoría del actual equipo de Fabra para afrontar los retos actuales (para qué hablar del futuro). Vaya en su descargo que la actitud del president no parece la más estimulante para ponerse el mono de faena. La interinidad en la que viven y la obsesión que se transmite desde el Palau de la Generalitat por “hacer los deberes” que marca Madrid no invitan a la acción, precisamente.

El debate de mañana debería suponer un punto de inflexión en esta atonía. La política reclama a Alberto Fabra que abandone esa sumisión ante los hombres de negro de los ministros De Guindos y Montoro, que deje la visera y los manguitos en su despacho y empiece a establecer lazos de complicidad con los diversos sectores de la sociedad valenciana para reivindicar, en serio, un cambio en el sistema de financiación autonómica. No sabemos qué va a proponer el president en las Cortes, pero parece ineludible ofrecer un pacto a todas las fuerzas políticas y sociales para lograr un gran acuerdo sobre la financiación. Solo con ese respaldo podrá hacer frente a las múltiples alianzas que ya se están tejiendo entre comunidades autónomas y en las que la valenciana no está, o si lo está es en una posición muy frágil. Solo desde el consenso y desde un amplio respaldo social y político puede romper ese cerco. Y desde el coraje, claro.

La oposición, y singularmente los socialistas, también se examina. Antonio Torres portavoz de su grupo y de su secretario general, Ximo Puig, debe demostrar que en su partido hay un antes y un después de Jorge Alarte (para qué si no se le defenestró) ¿Será capaz de plantear en sede parlamentaria la conveniencia de un cambio de modelo de Estado hacia el federalismo? ¿Aceptará o propondrá un pacto por la financiación? Un debate sirve para muchas cosas. Entre otras, coloca a cada cual en su sitio.

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