Embriaguez visual
Un ballet flamenco en la que la bailora y coreógrafa María Pagés roza la genialidad
No se pierdan el último espectáculo de María Pagés, Utopia, un ballet flamenco en la que la bailora y coreógrafa sevillana roza la genialidad. Esta artista teje con gran maestría el fértil baile con la elegante escenografía y vestuario, la intensa música, ─ interpretada en directo ─, con la sugestiva y expresiva dramaturgia y sí a ello sumamos la magnífica interpretación del excelente cuerpo de baile, convierten a Utopía en la mejor coreografía nacida del talento de la Pagés.
Hace un para de años en un día del otoño madrileño en la que la Pagés paseaba por las calles de la capital, la lluvia la obligó a refugiarse en una sala de exposiciones en que se mostraba la obra de Oscar Niemeyer y ahí surgió el flechazo con la arquitectura del brasileño centenario. Flechazo que la ha motivó a conocer personalmente a este arquitecto y a crear un ballet no sobre la forma de sus edificios, sino en el mensaje de libertad que hay en su trazo, en esa idea de la línea curva que palpita en sus obras como sinónimo de libertad y esperaza. El espectáculo de la Pagés no recrea una utopía es una realidad. Estamos ante un relato sensible y fascinador, que devuelve al ser humano el eco de sus propios ideales.
Utopía comienza con todo el cuerpo de baile y la Pagés en escena, en total ocho bailarines, junto a ellos los siete músicos entre los que se encuentran los autores de la partitura, Rubén Lebaniegos y Fred Martins, y los cantaores Juan de Mairena y Ana Ramón, éstos dos últimos piezas fundamentales de este espectáculo ya que a través de sus voces hacen llegar al público las letras de los poemas de Baudelaire, Benedetti, Cervantes, Larbi El Harti y Neruda. Palabras que esculpen con intensidad los cuerpos de los bailarines en un expresivo y fluido baile y vibrante zapateado. El elegante trabajo coral en que todos visten en tonos grises hormigón o en los que utilizan el abanico son de una fuerza hipnótica y recuerdan en algún momento a los creados por Antonio Gades, no hay que olvidar que la Pagés formó parte de su Compañía.
En la farruca, que ha creado José Barrios, la Pagés se muestra indómita
Las intervenciones de la Pagés desde el minuto cero son de una extraordinaria calidad gestual y distinción expresiva. Su baile en este montaje cuanta con dos grandes aliados: la escenografía y vestuario, también ideados por la bailaora. La escenografía se inserta en un espacio diáfano y esta formado por tres estilizadas líneas curvas que penden de lo alto del escenario y que se convierten en ocasiones en un mar imaginario o en los barrotes de la cárcel emocional de los humanos. En cuanto el vestuario es de una sobriedad y elegancia indiscutible. En la farruca, que ha creado José Barrios, la Pagés se muestra indómita, su zapateado no titubea y su braceo altanero solo se enternece cuando entabla un diálogo imaginario entre la guitarra y el chelo, es un momento hermoso.
En su segunda intervención vestida de rojo su baile en más extrovertido, todo su cuerpo se pliega y se expande como una línea curva en constante evolución. Su cuerpo es un grito al entendimiento, a la esperanza, su trazo es desgarrador y pasional.
El zenit del espectáculo llegó con la interpretación de toda la compañía de una alegrías de Cádiz y una samba, escrita por el propio Niemeyer, que ha instrumentalizado Fred Martins, el ritmo brasileño compaginado con el flamenco arrastró al público al delirio, y por si no fuera bastante tras esta secuencia, apareció en escena María Pagés en solitario con una impresionante bata de cola, en que las diferentes tonalidades de grises se combinan con un sutil rojo. Avanzó por el escenario como una diosa desplegando todo su poderío y sensualidad. Su sublime movimiento de brazos que en este punto recuerdan al de Maya Plisetskaya en La muerte del cisne, invita al público a iniciar un viaje hacía un mundo mejor. Inolvidable. Utopía estará en el Teatro Victoria hasta el 30 de septiembre.
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