El marisqueo despojado de su valor
Las cofradías recibieron un 16% menos del sector desde el inicio de la crisis
Los percebeiros dicen que cuando la piedra tiene mejillón, tiene vida. Después de echarse a la playa a extirpar el chapapote del Prestige, Digna Romar se hizo mariscadora. Fue de las primeras mujeres en Camelle (Camariñas) que entendió que si servía para colocar la carnada en las nasas del pulpo, también podía ir al percebe. Se armó de una ferrada, vistió el neopreno, se colgó a la cadera una red, el trueiro, y se subió a Plateiras, la lancha familiar. Otras 14 mujeres, de los 66 mariscadores que hay en la cofradía, hicieron lo mismo. Romar atraviesa el museo del Alemán de Camelle y, a punto de terminarse la tierra, señala A Pedra do Cal, donde el mar retumba por los cuatro costados. Esos escollos, los más peligrosos, son también los más fecundos. 13 días al mes, Romar, que es vicepatrona mayor del gremio local, entierra el brazo entre las piedras y arranca el percebe con un poco de cuarzo, feldespato y mica, “para no herirlo y que no pierda el sabor”. Camelle, que ya tenía pósito en 1931, se autoimpuso un régimen de tres meses de barbecho para cada una de las cuatro zonas de sus dominios. Así, las losas pueden recobrase de los raspados. Pero la percebeira arguye que no es suficiente, que el mar está esquilmado, y que la parte sumergida de la piedra se encuentra cada vez más blanca.
Sacar los 5,8 kilos diarios del cupo que asigna la Xunta es una quimera. Tampoco el precio del percebe es el que era. Desde el inicio de la crisis en 2008 su valor ha bajado en las lonjas gallegas una media de un 24%, según las notas de ventas emitidas a la Consellería de Mar desde los centros autorizados para la primera comercialización. En algunas cofradías el percebe llegó a los dos euros el kilo. No ayuda que sea septiembre, un mal mes para colocar el marisco en lonja, ni los ataques asiduos de furtivos. Digna Romar habla de largas persecuciones mar adentro que acaban sin pruebas, pero con los precios de los crustáceos por los suelos. Siete personas ojo avizor no llegan para un tramo de costa tan extenso.
En la lonja de A Illa de Arousa ratifican el declive de los precios en los últimos cuatro años. Allí venden todas las hermanas de la familia de la almeja: la babosa, la rubia, la bicuda, la fina y la japónica. Cada una de ellas ha visto mermado su coste de distinta manera. En Ribeira, el descenso lo ha padecido la navaja que pasó de rondar los 12 euros el kilo a la mitad. Una aritmética similar se expande por el resto de cofradías —pese a haber excepciones—, cuyo importe se ha reducido de los 109 millones de euros, al comienzo de la crisis, a 91 millones en 2011, es decir, un 16% menos.
El número de mariscadores se redujo a la mitad en una década
“El libre mercado es el que fija los precios, entrar en otro tipo de consideración sería ir contra la libre competencia”, explica Juan Carlos Maneiro, secretario general de Mar. Por eso, la Xunta considera que las medidas a tomar en materia de comercialización deben ir en la senda de la promoción de productos gallegos. Buenas cobayas para testar la idea del etiquetaje son el percebe y la navaja, por su calidad probada, para que mariscos de procedencia distinta no se hagan pasar por gallegos. En la firma de nuevos convenios de agosto, Juan Carlos Maneiro pidió a las asociaciones que los esfuerzos se concentrasen en “mancomunar servicios”. El presidente de la Federación Galega de Confrarías de Pescadores, Benito González Sineiro, quita importancia a la reducción de las ayudas que la Xunta destina a vigilancia, aunque sí constata que algunas asociaciones han tenido que limitar los contratos.
El pasado julio, uno de los vigilantes de la cofradía de A Pobra do Caramiñal fue atacado por furtivos y acabó hospitalizado con un derrame. “El problema del furtivismo es endémico”, critica Manuel Maneiro, patrón mayor de A Pobra. Su propuesta de que los centinelas sean contratados por la consellería, que solo se encarga del servicio de guardacostas, se ha perdido entre el piélago de demandadas de un sector y otro. “El árbol se poda por las ramas, si se le arranca la corteza, muere”, fabula el mariscador. Pero el sabotaje de las vedas no es el único problema. El mar tiene cada vez menos para dar, a causa de la contaminación, de diques que entorpecen las corrientes, o parásitos, como la marteilia, que este año tiró por la borda la producción del berberecho en la Ría de Arousa. Desde que su padre cortejaba las mareas para la pesca de altura, el índice de capturas ha dado un vuelco. En los últimos años las ganancias del marisqueo han descendido un 45% en el Barbanza. El patrón mayor cree que las Administraciones deberían “mimar” más al mar y defiende su sector, puesto que “no depende de ninguna industria de fuera”.
Natalia Laíño, presidenta de la Asociación Gallega de Mariscadores (Agamar), reclama un salario digno. “Con una buena gestión de la Xunta, el mar podría ser mucho más productivo”, sostiene. El marisqueo todavía encuentra reticencias a la hora de conseguir reconocimiento a nivel europeo. Los mariscadores perciben que se legisla para las piscifactorías y la pesca industrial. Y recuerdan que las tareas de acuicultura no se limitan a esperar a que la luna nimbada recoja la cortina de mar para extraer el marisco.
La polución, los furtivos y el parásito del berberecho merman las capturas
El secretario general de Mar juega con la metáfora de la labranza: “Es más o menos como una tierra, si se abandona el cultivo, recuperarlo supone un coste de trabajo y tiempo”. Estas labores de semicultivo, limpieza de algas o cuidado de viveros son las que, junto a la recuperación de las zonas C, permitirían ampliar un sector que en una década ha perdido casi la mitad de trabajadores —de 6.551 a 3.970—. Así, la concesión total de permisos este año es de 457, un número superior al del año anterior, 158.
Sin embargo, a los concursos públicos para conseguir permex (permisos de explotación) se apuntaron 1.087 aspirantes dispuestos a faenar. El sector está envejecido y la inmensa mayoría, esto es, un 89%, son mujeres. Sobre todo, las que se dedican al marisqueo a pie y siembran el mar como si se tratase de un jardín. Pilar Reboiras, presidenta de los mariscadores de Rianxo, evidencia que esa mayoría no les exime de la lucha. También los mariscadores a flote participan de las suculencias de la almeja a la orilla del mar. “Nosotras tenemos a los furtivos en casa”.
El bivalvo depurado apenas tiene comprador
En función de las cantidades de bacteria E. Coli que llegan al mar de los vertidos, las zonas marítimas se dividen en A, B y C, de menos a más presencia del microorganismo. El plan de reinstalación de la Consellería de Mar establece dos áreas para la depuración: en Ferrol y en Aldán. El marisco sale de aguas de tipo C —hay 13 en toda Galicia— y se limpia en bateas colocadas en zonas A. El secretario xeral de Mar refrenda que el plan da solución a 140 toneladas de especímenes que quedarían "a expensas de los furtivos".
El patrón en funciones de Barallobre, Manuel Bañobre, es mariscador de a flote. “Llevamos mucho tiempo con las zonas libres abiertas. Las estamos machacando por culpa del silencio administrativo”. Bañobre alude a los índices de mortandad del marisco depurado, procedente de las zonas C. Si las muertes no superan el 10%, la cofradía se tiene que hacer cargo de las pérdidas. Este verano las altas temperaturas han hecho mella en el bivalvo, pero con unos precios medios que rondan los cinco euros el kilo no dan las cuentas para afrontar los gastos. “Esto no tiene un coste cero, como dijo la conselleira”. A mediados de año le propusieron un proyecto de regeneración al titular de Medio Ambiente. Consistía en tres días de trabajo en bateas y dos de tareas de semicultivo para no agotar el mar. Todavía siguen colgados del teléfono.
Al norte, Félix Cerqueira, biólogo de la cofradía de Ferrol, cuantifica la mortandad del marisco de las últimas semanas en un 25%. “Se trata además del estado de debilidad”. Él sale al mar para tomar muestras, pesa lo que coge y redacta informes. Conoce la ensenada y sus índices de coliformes de primera mano, así como la necesidad que esta tiene de depurarse de los vertidos fecales que la asolan.
En la lonja de Campelo la almeja japónica procedente de las bateas de reinstalación, que ya no necesita ser depurada fuera del mar, cuesta la mitad de la que se recoge en las zonas B y necesita limpiarse a posteriori. María del Carmen Vázquez, presidenta de la cofradía de Lourizán (Marín), cuenta que cuando salió por primera vez al patio de subastas, la almeja de las bateas tenía un precio muy bajo. “Casi preferimos echar el marisco al mar”, concluye Vázquez.
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