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El doble recorte de Rigau

Cataluña es la cuarta comunidad que menos invierte en educación 3.000 profesores menos deberán atender este año a 30.000 alumnos más

Volver a llenar las mochilas en septiembre no suele ser del agrado de los niños. Pero este curso probablemente quien estará más desmotivado no será el alumno, sino el profesor. Y es que dos años consecutivos de recortes, tanto de la Generalitat como del Ministerio de Educación, dejan un panorama nada alentador: más horas de trabajo, menos sueldo y más niños por atender con menos recursos. Y ello mientras la Administración catalana insta a los docentes a disimular su descontento y les exige más calidad y mejores resultados. Alumnos y familias también se verán salpicados por la subida de tasas en guarderías y en la formación profesional, la reducción de ayudas y los cambios en las materias.

El curso empezará en Cataluña mañana con 3.000 profesores menos para 30.000 alumnos más. A pesar de la retahíla de recortes, la Generalitat pide a los profesionales un inicio normal de curso, mientras los sindicatos alertan de la merma de la calidad en la educación y del crecimiento de un ambiente conflictivo en las escuelas, y ya han anunciado que el curso empezará con gritos de protesta, en lugar de sonrisas despreocupadas de bienvenida.

El Departamento de Enseñanza catalán contaba inicialmente este año con 4.596 millones de euros de presupuesto, unas cifras que hunden el gasto en educación a niveles de 2007. Pero en realidad habrá retrocedido más, con los consecutivos ajustes impulsados por La Moncloa o en la plaza de Sant Jaume. Solo como orientación, el gran ajuste de 10.000 millones de euros impuesto por el Gobierno central se tradujo en un recorte de 261 millones para el departamento que dirige Irene Rigau. Además, Cataluña no es una comunidad que destaque por su inversión en educación. En 2009 (último año del que se dispone de cifras) destinó a ella el 3,24% de su PIB (el cuarto peor porcentaje del Estado), según un estudio de la Fundación Jaume Bofill. Los expertos señalan el 5% como nivel óptimo de gasto.

Pese al viento en contra que generan los recortes, las Administraciones se imponen la meta de reducir el fracaso escolar (alumnos que no aprueban la ESO), que llega al 21,8%, y el abandono escolar prematuro (alumnos que no estudian más allá de este nivel), que es del 26%, la segunda cifra más alta a nivel europeo.

Inicio de clases el pasado curso escolar.
Inicio de clases el pasado curso escolar.MARCEL.LÍ SÀENZZ

Este año nadie escapa al tsunami que han provocado las consecutivas oleadas de recortes. Desde bebés a universitarios, todos saldrán salpicados por los efectos de la apremiante necesidad de reducir el gasto para cumplir el objetivo de déficit. Empezando por las guarderías, que en dos años han recibido un hachazo a la subvención por alumno, que ha pasado de 1.800 a 875 euros, lo que ha obligado a subir (hasta el 300% en algún municipio) las cuotas a las familias.

Los alumnos mayores, en primaria y secundaria, se encontrarán con un aumento de las ratios y, si cursan ESO, con una hora de matemáticas más semanal. Los institutos vivirán cambios significativos, ya que el 71% de ellos dejarán de dar clases por las tardes, una medida que gusta a los profesores, pero no a los padres. Y en los casos en que se continúe con el horario partido, los alumnos podrán llevar la fiambrera de casa, en lugar de optar por la comida que ofrece la escuela. Esta propuesta tampoco es del agrado de las familias, porque no les exime de pagar parte de los 6,2 euros diarios del servicio de comedor.

De los recortes tampoco se libra la formación profesional (FP), una de las etapas que Rigau no se cansa de calificar de prioritaria. La Generalitat ha sido pionera en imponer una tasa de 360 para la FP superior.

A los profesores se les ha recortado el sueldo, se les aumenta una hora la jornada lectiva y se restringe el nombramiento de sustitutos hasta el undécimo día lectivo. Ello permitirá contratar a menos de estos docentes, que se añadirán a los 3.000 menos con los que empieza el curso.

Con todo este caldo de cultivo, los sindicatos se niegan a aceptar que la normalidad reine este año en las aulas. Para poner de manifiesto este descontento, padres y entidades sindicales han organizado protestas justo antes al inicio de las clases (la CGT ha convocado en solitario una jornada de huelga mañana). Luciendo las camisetas amarillas (símbolo de la protesta educativa en Cataluña), quieren mostrar que este no va a ser un curso tranquilo y que las manifestaciones se sucederán a lo largo del año.

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