Molok
"¿Desde cuándo una economía deprimida permite aumentar el paro, reducir el consumo e incrementar los impuestos sin que haya un efecto contraproducente?"
¡¡¡Loor a Molok!!! es una exclamación que se me quedó grabada en la infancia, supongo que de la lectura de algún tebeo, y que continúa surgiendo de las profundidades de mi memoria. Ahora, desde hace poco, ya sé, gracias a la Wikipedia, que el tal Molok o Moloch era un sangriento Dios ammonita que aparece en el Antiguo Testamento. Sea como fuere el caso es que, pensando en cómo titular el resumen del caos esperpéntico que han sembrado en mí los titulares de prensa del ferragosto, mi neurona especializada me ha vuelto a sugerir la dichosa expresión, un exabrupto que no resume mal el melting pot de mi estado mental, un estado que oscila entre la perplejidad, el enfado y la chanza.
La cosa, creo, no es para menos y los ingredientes del cóctel hacen prever una curda tan inevitable como regeneradora. Leo con estupor que la EMT exige cobrar a municipios vecinos (Mislata, Alboraya, Vinalesa, Tavernes Blanques) por las líneas “deficitarias”. Creo que se han quedado cortos. Yo, en su lugar, proponía a Rita que volviera a los fielatos , a los derechos de puertas, a la acuñación de moneda... ¿Para qué vamos a avanzar en un gobierno metropolitano con lo guay que queda volver al Antiguo Régimen? Me entero también que los “impactos positivos” de la F-1 sobre la economía son una pura patraña predicada sin rubor (que si 40, que si 50 millones, ¡¡qué mas da!!, la mentira no está tipificada como delito en política) pues nadie ha gastado tiempo ni dinero en los deseables cálculos.
Dichosos los pueblos que tienen gobernantes capaces y honrados, o algo que se le parezca
Mientras que Montoro continúa su particular cruzada —con ribetes de sadismo freudiano— de amedrentar al personal augurando nuevos “ajustes” (llámenlo “desguace” y acabamos antes), Máximo Buch nos alegra el panorama admitiendo que la mejora de la economía valenciana será más lenta de lo esperado sin que ello le aleje lo más mínimo de la senda de santidad: anunciar nuevos y dolorosos ajustes en empresas públicas, sanidad y lo que se tercie. Todo sea por la (supuesta) eficiencia futura y el sacrosanto pago de la deuda. Menos mal que siempre hay perros guardianes (prestigiosos economistas de orden) que nos tratan de convencer de que no hay alternativa y que los ajustes son el justo castigo por los pecados cometidos (¿Por quién?). Hemos aderezado la crisis global (con culpables globales aunque identificados) con nuestra propia crisis nutrida de alegría crediticia y despilfarro inmobiliario. Y fue ayer.
Un pequeño detalle sin importancia: se le olvida a D. Máximo que responsables “locales” haberlos haylos y además tienen nombres y apellidos cuando no cargos políticos. Se apunta a aquello de ¡¡a mí que me registren!! sin la debida prudencia pues mientras él se tiraba al ruedo mediático nos enterábamos también —ventajas de la necesidad de llenar páginas en agosto— que las seis joyas de la corona de CACSA (el coste global de la empresa se estima en 1.142 millones de euros) han tenido un coste final de más de 800 millones de euros con una pequeña desviación entre el coste inicial y el coste final de 550 millones de euros (más del doble del coste inicial presupuestado). Las dos reducciones de capital por pérdidas suponen en CACSA más de 520 millones de euros, la mitad del capital aportado. Si computamos, además el negocio fantástico de Terra Mítica (vendida por 65 millones cuando se invirtieron 377), los 100 millones de la “obra” de la F-1 (canon de 28 millones anuales y pérdidas asumidas de Valmor aparte) y los 256 millones que reclama la UE por subvenciones no justificadas a la Ciudad de La Luz, la cosa empieza a tener vidilla. Y si preguntamos por quién ha permitido hinchar la plantilla de RTVV a más del doble de lo necesario, la vidilla empieza a tener un sabor amargo. Podríamos seguir con FGV, IVVSA, Vaersa, los 2.500 millones de euros de deuda de Ciegsa, la Ciudad de las Lenguas, el aeropuerto sin aviones, convenios lesivos, fundaciones pantalla, Estómagos Agradecidos, SA,... De aquellos vientos, estas tempestades.
El desguace del incipiente estado del bienestar y el cerco a la cultura continúa y comienza a generalizarse la duda razonable de si nuestros gobernantes, además de ser —perdón por la obviedad— profundamente conservadores, añaden sal a la herida y siguen cavando más hondo en el pozo de la depresión económica porque, simplemente, son unos ineptos e incapaces. Las cuentas no cuadran y el cuento de la lechera tiene sus límites. ¿Desde cuándo una economía deprimida permite aumentar el paro, reducir el consumo e incrementar los impuestos sin que haya un efecto contraproducente? ¿Se consigue así la confianza de los mercados? Dichosos los pueblos que tienen gobernantes capaces y honrados, o algo que se le parezca
¡¡Loor a Molok!! Menos mal que siempre nos quedarán nuestras fiestas-guinness como la cordà de Paterna, l’Alfàbega de Bétera o, sobre todo, la próxima tomatina de Buñol, por citar sólo tres a vuela pluma. O el FIB de Benicàssim, con el permiso del nuevo macrofestival de Burriana. Corramos un tupido (o estúpido) velo, no nos atrevamos a pensar, no reclamemos nuestros derechos constitucionales al trabajo y la vivienda, no invirtamos en las Sociedades Musicales (uno de nuestros activos culturales más valiosos) ni en nada que huela a cultura (ayuda a pensar). Recorramos el camino de victoria en victoria hasta la derrota final. ¡¡¡Salud!!!
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