Más teatro que toros
Daniel Luque cortó una oreja a cada toro en dos faenas vistosas, pero huecas
Siempre se ha dicho en el mundo del toro que quien no torea el 15 de agosto no es torero. Es el día más taurino del año, el que más festejos se celebran y es difícil que un profesional no se vista de luces. Sin embargo, la crisis o las especiales circunstancias de la tauromaquia actual lleva a que dos de los toreros integrantes del grupo destacado, Daniel Luque y Miguel Ángel Perera, estuvieran libres para tan señalada fecha.
Cartel de día de fiesta, día 15. El público respondió en los tendidos para lo que Illumbe está acostumbrada. Había ambiente de ilusión y ganas de ver buenos toros. El cartel primitivo era de auténtica gala: Hermoso, el mejor rejoneador de la historia, en corrida mixta con dos matadores incuestionables, Enrique Ponce y Manzanares.
Pero todo se torció mucho antes de empezar. Los dos de a pie no llegaron a Donostia, ambos con lesiones óseas. Así, la terna hubo de ser remendada y sólo Hermoso se mantuvo en el cartel. La presencia de Perera y Luque no quitó ilusión a los tendidos y vinieron dispuestos a no dejar pasar la oportunidad.
Precisamente, el que estuvo desacertado fue Hermoso, que ayer vivió un 15 de agosto con doble sesión. Por la mañana, conquistó la plaza francesa de Dax, de la que salió en hombros y por la tarde hizo el paseíllo en San Sebastián. Cierto que no son muchos los kilómetros que separan una y otra localidad pero el esfuerzo se intensifica cuando además de rejonear hay que meterse un viaje a la hora en que el resto de días se encuentran descansando en el hotel.
TERRÓN Y JUAN PEDRO / HERMOSO, PERERA Y LUQUE
Dos toros de Luis Terrón para rejones, mansos y sosos. Hermoso de Mendoza, rejón trasero y contrario (saludos) y dos pinchazos, rejón y descabello (saludos). Y cuatro toros de Juan Pedro Domecq, desiguales de presentación, mansos y deslucidos. Miguel Ángel Perera, pinchazo y media estocada (silencio) y pinchazo y casi entera (silencio). Daniel Luque, estocada trasera (oreja) y estocada caída (oreja). Actuó como sobresaliente David Saleri.
Saludaron en banderillas Juan Sierra, en el cuarto, y Antonio Manuel Punta, en el sexto.
Plaza de Illumbe. 15 de agosto de 2012. Media entrada. Cuarta de la Semana Grande.
En la sesión vespertina, la de San Sebastián, fue más teatro que toreo. El navarro estuvo desacertado, falló con los rejones de castigo en ambos toros, pinchó, clavó trasero, se le fueron al suelo… Algo mejoró con las banderillas, pero nunca estuvo a gusto, por mucho que se esforzase en saludar al público cuando se despegaba del toro. Habría que preguntarse qué celebraba Hermoso después de haber golpeado a su cabalgadura o de haber clavado mal.
El momento de parodia llegó al matar. Con el toro en el suelo, sus hombres de plata hicieron las triquiñuelas de las becerradas de pueblo. Imaginamos que varios llevarían su multa correspondiente de parte de los delegados de la autoridad. Con su traje verde y azabache, el subalterno pisaba el rabo para que no se levantase ante la acción del puntillero. Cuando este acertó con el cachetazo, su compañero gritó con tanta satisfacción que despertó a los tendidos sumidos en el sopor de la pobre actuación de Hermoso. Un cuadro, porque el grito de orgullo resonó como si mereciese una puerta grande.
Teatro, porque todos sabían que no había estado fino el caballero estellés, pero simulaban la satisfacción por su trabajo. Al final, el benévolo público donostiarra le acompañó con palmas en sus saludos desde el tercio.
La duda estaba en los toros de Juan Pedro Domecq y no defraudaron a nadie, porque fueron tan malos como cabía esperar. Mansos, rajados para el tercio de banderillas y con escasas intenciones de tomar la muleta.
Miguel Ángel Perera tuvo dos sosos ejemplares delante, ni siquiera fueron enemigos, porque ni quisieron ni sirvieron para la pelea.
El extremeño se puso muy pesado con su primero, un animal tan bravo como las vacas que pastan en las campas guipuzcoanas; además tuvo problemas matando. En el quinto, se justificó con un ceñido y vibrante quite con el capote a la espalda, pero cuando tomó la muleta, el juanpedro desistió y aquel acto quedó fallido.
Quedaba el acto final, el de Daniel Luque, que no fue bueno, pero sí entretenido. La labor del sevillano tuvo más de puesta en escena que de profundidad. Aprovechó la movilidad de sus astados y sin llegar a obligarles mucho, supo ligar algunas series y alternó pases vistosos. De enjundia nada, pero sí de forma amena y voluntariosa.
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