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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¡Mujer tenías que ser!

Tú, que te comiste la manzana prohibida y fue tu culpa, no de Adán el bobalicón, y por eso hundiste al mundo en el pecado, en el reino de la culpa y la infelicidad. Tú, que podías haberte comido una naranja y hoy el mundo sería el jardín del Edén que te concedió el primer constructor de urbanizaciones de lujo. Tú, que pagas la culpa de tener vagina. Tú, que no tienes otra ocurrencia que conducir con prudencia, cometer menos infracciones, sufrir menos accidentes, en vez de estamparte contra una farola, saltarte los semáforos en rojo, no respetar los Ceda el Paso y llamar cornudo al conductor de al lado.

Tú, que pudiste votar desde hace tan solo 81 años, seguramente cuando el hombre se dio cuenta de que necesitaba más votos para conseguir el poder o para mantenerlo. Tú, que no votabas porque oficialmente no tenías criterio para discernir qué hombre era más tonto o más corrupto o más gordo o más gilipollas. Tú, fíjate, tú, que por no tener no tenías ni alma, según los eclesiásticos de la época; es decir, por no tener no tenías ni lo que no existe, lo que no se sabe qué es, lo que no es carne ni pescado.

Tú, crucificada en el tópico de la Magdalena, y sacrificada por tipas duras, damas de hierro les llaman a la Thatcher o la Merkel, así con “la”, como si Van Rompuy o Rajoy fueran dirigentes de papel cuché, puro celofán, guante de seda. Tú, condenada a ser audiencia potencial de la telebasura, a aprovisionar a la prole y al jefe de la tribu de los alimentos necesarios. A ti, que ni siquiera te dejan disponer de tu cuerpo, decidir cuando y por qué quieres ser madre, y te lo impide un ministro elegante que iba de guay, pero ¡caray con el guay! cuando le salió el alien que llevaba dentro.

Tú ahora eres la gloria de España, tú eres la que cautiva en los Juegos el sentimiento patrio, la que coloca a este reino en el lugar que le corresponde, la que evita un nuevo fracaso de Rajoy, otro rescate, esta vez olímpico, que le pondría al presidente inexistente —él, tan deportista, tan amante del fútbol— en una incomodísima situación. Tú, que según el machismo genético que nos invade haces deporte femenino, que, dicen, que no es ni deporte ni femenino.

Si no es por ti, no nos rescata ni Dios, sí, ese, el que te regaló un jardín y te lo quitó por envenenar al imbécil de Adán, el que te hizo de una costilla de ese blandengue, con menos personalidad que un diputado de provincias en Madrid. Si no es por ti este país se va más a pique todavía, porque ya se sabe que las derrotas deportivas, en esta piel de toro (ahora novillo, luego vaquilla) duelen más que las derrotas económicas. Yo que tú, después de cubrirles de oros, platas y bronces, de ampliarles la sonrisa a tus queridísimos verdugos, de dedicarles la felicidad del éxito a tus fracasados jefes, ¿sabes lo que haría?: les dedicaría una larga y cálida meada, una lluvia dorada en toda regla.

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