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Tribuna
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Veinte años no es nada

De 1992 a Eurovegas, qué viaje. Mariscal, haz que vuelva Cobi. Las figuras que le han sustituido son insoportables

Mercè Ibarz

Me acojo a la letra del tango como en su momento lo hizo Joaquim Jordà en su penúltimo y elocuente filme y en el que reunió a un grupo de trabajadores al cabo de dos décadas del derrumbe en los ochenta de sus experiencias autogestionarias en lo laboral y radicales en lo político en más de uno. Lo que había sido un fracaso en lo colectivo no lo era en lo personal, descubrió el sorprendido cineasta, un descreído en tantas cosas que, a menudo, fue un cínico encantador y un estoico en sus últimos y corajudos años enfermos. En mi caso, me acojo al tango para dar un vistazo a la Barcelona que se abrió al mar y ahora se dispone, si nada lo remedia, a cerrarse más a él y, encima, en el Baix Llobregat de tantas resonancias, a plantificarnos Eurovegas.

El viaje por el frente marítimo barcelonés que de alguna manera limita las tierras que codicia el padrino Adelson no parece ofrecer las mismas sorpresas que el filme de Jordà. A no ser que profundicemos en su sustancia y, al igual que respecto de las enseñanzas de las experiencias laborales de antaño, eso que ya es historia, un antiguo régimen que tal vez no vuelva más, admitamos que no sabemos prácticamente nada de la vida que resiste y se renueva en estos parajes. También aquí, desde el Fórum a las tierras en disputa en el delta del Llobregat, nos falta una cartografía visual que permita comprender de qué hablamos cuando hablamos de esto. Algo así como los reportajes de 30 minuts y pienso en particular en Situació límit, de Blanca de la Torre y Sara Segarra.

El Fórum fue una solemne tontería, por no decir más, en calidad de escenario de fastos municipales e internacionales, lo supimos enseguida en aquellos primeros años del siglo que, más y más, aparecen como el síntoma de este terrible atropello de hoy. De acuerdo, sí. Su urbanismo no tuvo manías en asentar los fastos sobre el Camp de la Bota y su memoria, en efecto. Fue la continuación de una abertura marítima que no había tenido reparos en cambiar lo que ahora, en este aniversario de los JJ OO que quiere ser un antídoto al desánimo de hoy, algunos de sus responsables admiten que no se hizo bien, como la desaparición de los chiringuitos de la Barceloneta. Y con todo, a pesar de todo, es preciso recordar que la gran parte de los 4,5 kilómetros actuales del litoral barcelonés eran hasta entonces un fangal de detritus industriales cuya peste alejaba a las gentes, envenenaba las aguas y había convertido las playas del Poblenou, desde el Camp de la Bota, en lugares de hacinamiento y desecho.

El Consistorio actual no tiene reparos ni manías en plantear el Port Vell como territorio de grandes yates

La Villa Olímpica tuvo esa función primordial, cambiar aquel desastre. Si ahora no lo recordamos tal vez sea porque barruntamos que 1992 fue también el principio de los males de hoy, con tanto dinero corriendo a espuertas y la burbuja inmobiliaria cimentándose para llegar a ser lo que ha sido. Aunque diría que esta amnesia tiene que ver, de nuevo, una vez más, con evitar pensar en que solo una generación nos separa de la miseria en muchos casos. De la miseria, de las horas extra a destajo para mantener a la familia y progresar, del ahorro calvinista para procurar un futuro mejor a los hijos, del esfuerzo sistemático de los vecinos para construir los barrios, para salir de una vez de una dictadura, esa cosa indecible…

Y ahora, chascos. El Consistorio actual no tiene reparos ni manías en plantear el Port Vell como territorio de grandes yates. Vaya, hombre. Por lo visto, no es suficiente que el Maremàgnum y todo lo demás haya cerrado de nuevo Barcelona al mar, que así es, oiga, por no hablar del hotel que delimita el horizonte más incluso que el mar sobre el que se asienta. Ahora, además, hay que plantificar ante Colón y la castigada Rambla a los ricos y sus yates. La verdad, 20 años después, esto parece cada vez más un dibujo del Perich, de Cesc, por supuesto de El Roto. Y, sin duda, del dadaísta y expresionista Grosz y sus ricos con chisteras y sus pobres con muletas y vendajes, sus prostitutas, sus lugares de juego y estafa... Con lo que llegamos a Eurovegas, sí señor. Qué broma.

Ante este paisaje, sus evoluciones y transformaciones, ante la plasmación en imágenes de lo que nos están haciendo, una de las cosas menos radicales que se me ocurren es pedir que regrese Cobi. Con la frente marchita y toda la pesca. Son insoportables estas figuras grotescas que han sustituido a Cobi. Mariscal, por favor, haz que Cobi vuelva. Que 20 años no es nada.

Mercè Ibarz es escritora.

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