La ‘txalaparta’ traspasa fronteras
El instrumento popular vasco consolida su conquista en el ámbito urbano tras años de ser un referente rural Evoluciona con grupos y orquestas
De politono para el móvil, timbre de recreo en ikastolas, instrumento popular que conquista las ciudades, identitario de las zonas más rurales y abertzales, la txalaparta vive su momento de esplendor. No solo porque Madonna se la lleve de gira de la mano del grupo Kalakan, sino por los pasos dados los últimos años y el empuje de las diferentes escuelas que han convertido el instrumento en un referente musical en calles, grupos y orquestas.
Que la ambición rubia, tras escucharlo por primera vez en una fiesta de cumpleaños en Iparralde, lo haya incorporado en su última gira mundial le ha dado una repercusión mediática única, pero la txalaparta ya venía con un largo recorrido avanzado. “Lo de Madonna es una anécdota sin más. Lo importante son las escuelas y el trabajo de muchos txalapartaris que están logrando que el instrumento goce de muy buena salud”, opina el musicólogo y txalapartari Juan Mari Beltrán.
Madonna le ha dado una repercusión mediática tras incluirla en su gira
La txalaparta ha pasado de ser un instrumento rural a urbano. “En su historia este paso ha sido fundamental y, además, ha sido de forma natural”, explica Beltrán. Pero es más que un instrumento de percusión donde el golpe seco en la madera y la piedra le confiere un sonido singular. Es una forma de entender la música, según dicen los txalapartaris. “En mi caso desde que la conocí, con 16 años, soy otro músico, otro dulzainero, porque me ha mostrado una forma muy viva y novedosa de entender y hacer la música”, afirma Beltrán.
El avance más importante que ha vivido la txalaparta es que no solo es un instrumento solista sino que se puede adaptar para integrar grupos y orquestas. Los rasgos que le caracterizan tradicionalmente se mantienen; la alternancia y la improvisación. Sin embargo, ha ganado unos espacios sociales que antes no tenía.
El tema Open your heart de Madonna, intercalado con los estribillos en euskera de Sagarra jo — tema grabado por José Goikoetxea y Beltrán en 1999 en el disco Beti tun tun— es un ejemplo de cómo la txalaparta se fusiona con otros instrumentos y estilos. Pero no es el único caso. El multipercusionista austriaco Martin Grübinger lo ha incorporado a su proyecto The percussive planet tras descubrirlo a principios de año en San Sebastián. Y el grupo Oreka Tx actuó en mayo como solista de la Orquesta Sinfónica de Euskadi con una partitura compuesta para el instrumento popular, escrita por el compositor italiano Iván Fedele, que se interesó por la txalaparta tras ver un vídeo del grupo guipuzcoano en You Tube.
Historia
La txalaparta es un instrumento musical de percusión. Se toca en alternancia entre varios txalapartaris sobre unas maderas horizontales golpeándolas con palos.
Entre los orígenes de este instrumento existen varias teorías, pero la más extendida y estudiada es que se vincula a los ritmos del trabajo colectivos.
Hay numerosas escuelas, entre ellas, la de Hernani, Uharte, Txamako. El colectivo de txalapartaris ha conseguido que el instrumento evolucione, deje el ámbito rural para pasar al urbano y que no solo sea un instrumento solista sino que forme parte de otros grupos. Se han creado nuevas melodías y ritmos.
Harkaitz Martínez y Mikel Ugarte, miembros de Oreka Tx, son un ejemplo del camino que está realizando el colectivo de txalapartaris vasco. La semana pasada se encontraban a punto de salir para Malasia sufriendo las consecuencias que tiene transportar un instrumento tan pesado entre las piedras, las maderas y los bidones. En total, 180 kilogramos que la compañía área ponía dificultades para facturar y les exigía un sobrecoste de miles de euros por exceso de equipaje. “Somos conscientes del buen momento que está viviendo la txalaparta. En nuestro caso, el documental que realizamos Oreka nos ha abierto muchas puertas”, reconoce por teléfono Harkaitz Martínez, apurado desde el aeropuerto momentos antes de embarcar.
Volviendo al colectivo de txalapartaris, éstos son los que están dando “vida y oxígeno” al instrumento vasco. Son muchas las escuelas que existen desde la de Hernani, la más veterana, hasta la de Sestao, Uharte y Txalamako, entre otras.
También son múltiples las leyendas que han circulado sobre el origen de este instrumento, compuesto por una serie de tablas colocadas horizontalmente sobre unos elementos aislantes que al ser golpeadas con palos producen sonidos. Desde que emulan el sonido del trote de los caballos, a instrumento que servía como sistema para avisar, entre otras teorías.
Beltrán ha querido romper con ese misticismo. Sus estudios sobre los orígenes de la txalaparta están más centrados en los ritmos de trabajo. “Ese juego que se daba para acompañar en las tareas colectivas el ritmo del trabajo, por ejemplo, cuando se trillaba el trigo”, apunta el músico.
Lo importante es el camino recorrido por los viejos txalapartaris. “La música como algo que existe en el momento de ser interpretada y que, desde la alternancia, se juega hasta entre cuatro personas”, dice Beltrán. El reto, las nuevas melodías y ritmos que se están creando para seguir cubriendo el espacio musical conquistado.
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