Las espinas clavadas de Urgell
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A falta de dos suspiros para el final de la legislatura, la consejera de Cultura, Blanca Urgell, aprovechó un desayuno informativo en Bilbao de la Tribuna Euskadi para reivindicar su gestión. Lo hizo con un discurso ideológicamente más intencionado que nunca, que le sirvió para sacarse las sucesivas espinas clavadas en su mandato y que se identifican con los conflictos provocados por las resistencias de la Diputación de Bizkaia y del PNV. Urgell, al frente de un departamento muy remiso a sensibilizar informativamente las líneas maestras de sus políticas, admitió que “el ruido mediático” ha podido, de hecho, con los éxitos de su departamento, consciente de que se ha visto envuelta en demasiados fuegos abiertos.
Fue un discurso íntegro en castellano —ni siquiera saludó en euskera— que no pasó desapercibido en un sector de los invitados, que se lo amonestaron en el turno de preguntas habida cuenta de que se trataba de la responsable de Cultura. Urgell no le dio importancia, y prefirió subrayar la “normalidad” que Política Lingüística ha impuesto en el tratamiento “en libertad” del euskera por parte del Gobierno socialista.
Para la consejera, la idea motriz que aglutina a su equipo desde que llegó al poder radica en marcar una abierta diferencia con la política seguida por el PNV en un área “que no ha querido dejar a ningún otro partido en 30 años”, recordó Urgell. Fue muy dura con el sello que los jeltzales han imprimido a la cultura en Euskadi, que la considera como una “pesadilla de la identidad agónica, apocalíptica, enferma”, y que responde, dijo, “a una constructora de identidades que sólo perciben su utilidad si hacen más vascos o más lituanos”.
En contraposición, Urgell expuso la concepción socialista de lo vasco como “abierto y plural” y que se encarna significativamente, añadió, en el euskera, donde han trabajado en la idea de que “pertenece a todos por encima de sensibilidades e ideologías”.
A Urgell se le notó especialmente molesta por las críticas recibidas, aunque se expresara con media sonrisa. Sobre todo le indigna la oposición realizada desde las Diputaciones, y especialmente desde la de Bizkaia, aunque advirtió de que Gipuzkoa “puede seguir el mismo paso y estoy preocupada”, al referirse a la “utilización” de la Capitalidad Cultural Europea por parte de Bildu. Para la consejera, el entramado institucional vasco, que aviva el localismo y el provincialismo, deja huérfana la idea de una política nacional por la acumulación foral de competencias.
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En su amplio listado de agravios, Urgell, demoledor no se olvidó de “cómo ha quedado en nada de la nada” el proyecto del Guggenheim II, se sintió feliz de haber promovido un congreso internacional de poesía a pesar de la escasa asistencia, puso en valor el trabajo del Consejo Vasco de la Cultura y zarandeó al PNV por promover la cultura “del edificio”. Y ya fuera del discurso, no dudó en suscribir la idea surgida desde el Parlamento vasco de que Juan Ignacio Vidarte “debe decidir entre sus dos puestos en el Guggenheim”, al tiempo que admitió su impotencia para que la familia Chillida se aviniera a mantener abierta la exposición del artista.
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