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'Incendio' en el archivo de la catedral

Bomberos y policía realizan su primer simulacro en la basílica compostelana

Una trabajadora del archivo es evacuada por Protección Civil durante el simulacro en la Catedral.
Una trabajadora del archivo es evacuada por Protección Civil durante el simulacro en la Catedral.ANXO IGLESIAS

Falta menos de un mes para que se cumpla un año de la desaparición del Codex Calixtinus, y en la catedral de Santiago no hay más que un vigilante de seguridad. “En realidad son más”, dice un responsable del templo compostelano, pero eso es “por los turnos”, que son tres por jornada. Hay guardia de día y de noche, pero solo uno para todo el inmueble al mismo tiempo. Además, en desarrollar un protocolo de protección y emergencias trabaja un jefe de seguridad, pero profesionales que vigilen, según el canónigo responsable del Plan Catedral, Daniel Lorenzo, la basílica no puede pagar más. En el último Año Santo, la cantidad de agentes que se apostaron en todas las puertas costaron 300.000 euros. Por eso ahora se empiezan a dar cursos al propio personal del templo y a auxiliares habituales que “están como voluntarios”. Todos ellos deben estar alerta y preparados por si pasa algo.

Habría estado bien que el robo del Códice también hubiese sido un simulacro. Pero el primer ensayo del operativo de seguridad todavía ocurrió ayer, y además se refería a las vidas humanas, que al patrimonio le tocará más adelante. Y el deán, gran responsable de la custodia de la joya perdida de los archivos, hizo mutis por el foro (o más bien por la escalinata de Praterías), cuando ya había llegado el coche de la policía local y ululaban a lo lejos las sirenas de los Bomberos. Don José María bajó del brazo de un joven colaborador de la catedral y desapareció en un taxi que le esperaba (y al que un municipal ya le había dado un toque porque venían dos camiones de bomberos y estaba obstaculizando). Mientras tanto, escaleras arriba, tanta cámara de televisión como había congregada despertó las sospechas de los turistas: “Perdonen, ¿qué famoso va a venir?”, preguntaba una mujer a los periodistas.

El jefe de seguridad de la catedral, un cargo que existe, según dijeron, desde hace “algo menos de un año”, puesto por la empresa externa Proarpa (Protección de Arte y Patrimonio), controlaba satisfecho los tiempos en el cronómetro. “Desde que avisamos al 112, la Policía Local tardó un minuto y veinte segundos, y los bomberos, cuatro minutos y diez segundos”. La marca de velocidad no era tan difícil como si todo esto fuese auténtico, porque ayer todos los cuerpos estaban aguardando el telefonazo. Y luego, dentro, a los equipos de emergencia les esperaba un paseíllo. No había que abrirse paso entre la muchedumbre porque la cita se fijó a la una, calculando que el templo queda despejado después de atorarse en la misa de 12.

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Y nada más entrar los bomberos por Praterías, andados solo cuatro o cinco pasos por el transepto, un hombre se derrumbó ante sus pies. Era José Luis Mallón, trabajador del museo a punto de jubilarse. Enseguida un especialista le apartó a un lado la corbata lila y le hizo un masaje cardíaco. El director de la Fundación Catedral, el canónigo Daniel Lorenzo, le había invitado a sufrir un ataque. “Me dijo, tú vete ahí para infartarte”, contaba después de que le salvasen la vida el empleado. “El chico se lo tomó muy en serio, cuando empezó a masajearme oí un trac ahí dentro que ¡pensé que me rompía el esternón!”.

Lo cierto es que los bomberos y los de Protección Civil, en total algo más de una docena, parecían ser los únicos que se creían lo que representaban. Porque el personal que tras el infarto de Mallón fue evacuado de la sala de investigadores, en los archivos catedralicios, bajaba divertido, con una sonrisa en los labios, y el jefe de seguridad, Ricardo Sanz, tuvo que meterles presión: “¡Que se note que venís de un incendio... Tosed y esas cosas!”.

La manguera se quedó corta y necesitó un último empalme. Desde la plaza, entrando por la catedral, cruzando el claustro y alcanzando la sala en llamas, el agua tuvo que recorrer 130 metros. Un tramo de tubo semejante al que se precisa para sofocar un fuego en un noveno. Los bomberos, muy intuitivos, pidieron por radio que se preparasen un par de camillas antes de saber que todavía, en el piso de arriba, quedaban justamente dos personas por rescatar: una mujer intoxicada por los humos (que emanaba un bote y que a duras penas asomaron por la puerta al final del simulacro) y un hombre descalabrado y con quemaduras que cuando al fin salió en parihuelas resultó ser el propio canónigo fabriquero, presidente de la Comisión de Cultura y Arte y del Tribunal Eclesiástico. Este sacerdote ocupado es Daniel Lorenzo, el mismo que animó a Mallón al jamacuco, el moderado y joven (dentro del cabildo) capitán del Plan Catedral.

Es, dentro de esta iniciativa que busca la autofinanciación de la seo, donde se inscribe el plan de seguridad que desarrolla Proarpa. La idea es hacer más simulacros, y familiarizar a 35 agentes de todos los cuerpos en los entresijos y los puntos flacos de la catedral; “sus pasadizos y sus escaleras”, explicó Sanz. Al tiempo se empieza a formar al personal, que a falta de profesionales, debe estar ojo avizor. Sean tiraboleiros o monaguillos.

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