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Kazajistán se rinde al teatro gallego

La compañía Teatro do Andamio, de Álvaro Guevara, cosecha éxitos en el país euroasiático

El dramaturgo Álvaro Guevara muestra un periódico kazajo que recoge el éxito de sus montajes en el país asiático.
El dramaturgo Álvaro Guevara muestra un periódico kazajo que recoge el éxito de sus montajes en el país asiático.

Cuando el escritor Manuel Rivas creó su relato A lingua das bolboretas, poco podría imaginar que este pequeño cuento acabaría teniendo una adaptación teatral de éxito en un país tan remoto como Kazajistán. Pero tampoco lo hubiese imaginado el actor y dramaturgo Álvaro Guevara, artífice de esta representación a través de Teatro do Andamio, la compañía que fundó en A Coruña. Guevara realizó hace años una adaptación del libro donde él mismo llega a representar hasta diez personajes diferentes. Con ella partió de A Coruña, viajó por Argentina, su país de origen, y ahora acaba de representarla en mayo en Aktobe, una ciudad de unos 350.000 habitantes al norte de Kazajistán, a 17 largas horas en coche de Astaná, la capital de este inmenso país que es el noveno del mundo en extensión. En el teatro regional de Aktobe, con capacidad para 350 personas, acaba de hacer seis funciones y en todas se agotaron las entradas a pesar de su arriesgada propuesta.

“En la embajada me dijeron que no había constancia de que ningún director español pasase antes por allí. Hubo un gran interés mediático en televisiones y periódicos”, confiesa todavía sorprendido Álvaro Guevara, que hace diez años montó en A Coruña su compañía. Tan buena acogida tuvo la representación de A lingua das bolboretas, que Guevara recibió inmediatamente un encargo de mayor enjundia: dirigir la obra de Lorca La casa de Bernarda Alba. “Dirigí un teatro de repertorio con un elenco de 30 actores estables, algo que aquí ya es inviable, y con un perfil de una disciplina muy estricta”, explica. La obra lleva un mes en cartelera, parará en verano y se retomará en septiembre, a razón de dos funciones por semana. “El teatro siempre está lleno porque ellos tienen una gran tradición lorquiana y teatral que les viene de la antigua Unión Soviética”, reflexiona Guevara.

La historia de cómo Álvaro Guevara (Buenos Aires, 1953) llegó a esta joven república euroasiática, independizada en 1991 y situada entre Rusia y China, es una mezcla de azar, encuentros del pasado y sobre todo años de trabajo sin arrojar la toalla en una profesión por la que siente devoción. “Estudié teatro con una beca en San Petesburgo y despúes de terminar nunca había regresado. El año pasado me llamaron para un reencuentro de antiguos alumnos y celebrar los 25 años del final de carrera y ahí empezó una nueva vida”, recuerda el actor y dramaturgo. En esa cita se reencontró con su viejo camarada Yemins Kalviekov, que ahora dirige el Teatro Regional de Aktobe, y allí le realizó una propuesta para hacer la representación en ruso, idioma que Guevara domina. “Lo tenía tan olvidado que ya no recordaba si lo hablaba o no”, bromea con su acento argentino.

Y eso que en su paso por San Petesburgo, entre 1981 y 1986, todavía con la URSS vigente, conoció a la que hoy sigue siendo su compañera, Tatiana Likhacheva, y en esa ciudad nació su hija Anastasia. Las dos son parte importante también de la compañía Teatro do Andamio, que tiene su sede en A Coruña, donde recalaron en 2002. Después de estudiar en San Petesburgo, Guevara pasó por Madrid, Santiago y Buenos Aires, tratando de desarrollar sus proyectos como actor y dramaturgo. “En 1986 salí de la antigua URSS, pero mi mujer y mi hija no podían salir. Estuve visitándolas cuando podía hasta 1991”, relata Guevara. Con la llegada al poder de Gorbachov y la apertura que supuso la Perestroika, pudo reunir a su familia y trasladarse a Buenos Aires, su ciudad de origen. “Allí nos fue bien artísticamente pero mal económicamente y decidimos volver a Coruña donde montamos nuestro teatro con una finalidad ante todo didáctica y con mucho éxito de alumnos”, explica.

Después de años de lucha en el mundo del teatro, “sin aspirar a tenér chalés y Mercedes” como le gusta decir, su profesión le abre un nuevo camino en la República de Kazajistán, un país que con poco más de una década de independencia vive un momento de eclosión amparado por los recursos generados en sus envidiables reservas de gas y petróleo.

“Está siendo una experiencia fascinante con unas posibilidades de futuro inmensas. He descubierto un país joven, emergente y en eclosión frente a una Europa que se hunde”, reflexiona Guevara sobre este “mercado teatral que se abre inesperadamente”.

De momento ha cerrado ya actuaciones en Vilnius (Lituania), en Omsk, en la región de Siberia, y cerca de San Petesburgo, con diferentes espectáculos destinados al público infantil. Después de Buenos Aires, San Petesburgo y A Coruña, la vida de Guevara y su familia parece predestinada a seguir de gira permanente. Contrariamente a la agonía escénica que vive en Galicia, el teatro en Kazajistán parece tener futuro."A pesar de que llegues con 27 bajo cero y en un mes te vayas con 27 sobre cero, aquí hay posibilidades”, sentencia Guevara, siempre con la maleta a punto.

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