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La fiscalía advierte del peligroso aumento de los atracos por la crisis

Los robos violentos registrados por la Ertzaintza crecen desde enero un 32%

Un 'ertzaina' conduce detenido al atracador de una sucursal bancaria en Usurbil en febrero pasado.
Un 'ertzaina' conduce detenido al atracador de una sucursal bancaria en Usurbil en febrero pasado.JESÚS URIARTE

Una mujer de 43 años entra a primera hora de la tarde en una tienda de la plaza de Sarriegui, en la Parte Vieja de San Sebastián. Tiene un objetivo claro: hacerse con una bolsa de patatas fritas (precio 1,40). Los empleados del establecimiento sorprenden a la ladrona, quien la emprende a patadas con ellos, según informó la Ertzaintza el pasado marzo, cuando se produjeron los hechos. Los agentes detienen a la mujer por un delito de robo con violencia, que se paga con hasta cinco años de cárcel, según prevé el Código Penal.

Es solo uno de los 1.101 atracos o robos con violencia contabilizados por la Ertzaintza entre enero y abril de este año, un 32% más que los registrados en el primer cuatrimestre de 2011. El incremento se produce en un contexto general de profunda crisis económica y cuando están aumentando también otros delitos contra el patrimonio. Son factores que el fiscal superior del País Vasco, Juan Calparsoro, no ve descabellado relacionar: “Sin duda, la crisis se nota en determinadas modalidades de delitos contra el patrimonio, como puden ser las estafas, los robos con violencia o en casa habitada”, sostiene en declaraciones de EL PAÍS.

Calparsoro: “En muchas ocasiones puede peligrar la vida de la víctima”

Si en 2007, el año antes de que empezase la crisis con la quiebra del banco de inversión Lehman Brothers, la fiscalía contabilizaba 88.300 delitos contra el patrimonio en Euskadi, el año pasado esa cifra ascendió a 97.248 —el 76% del total de las causas vistas por el Ministerio Público—, tras haber superado el pico de los 105.000 hace tres años, entre los que destacan cuantitativamente los robos con fuerza y con violencia, estafas, hurtos y daños.

Euskadi registró cada día del año pasado 207 robos, en su sentido más amplio, según la Memoria de la Fiscalía o, lo que es lo mismo, uno cada 30 ciudadanos. Y ello teniendo en cuenta tanto que las tasas de delincuencia en Euskadi siempre han sido inferiores a la media nacional como el porcentaje casi imposible de precisar de este tipo de sucesos que no se denuncian.

Febrero y abril
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“Eso sí que es preocupante”, reconoce Calparsoro, en referencia al incremento de los robos con violencia. Fácilmente se puede intercambiar el objeto deseado por el ladrón de una bolsa de patatas fritas a un teléfono móvil, una cartera, un reloj o una caja de caudales, y las patadas para conseguir el objetivo por una navaja, un cuchillo o una pistola.

Tan solo hace falta echar un vistazo a los incidentes de estas características que la Ertzaintza —que prefiere no comentar el aumento en el número de atracos— traslada a los medios de comunicación. Tirones a ancianas o agresiones en plena calle para conseguir apenas 20 euros.

Más ‘okupas’

  • Si un dato evidencia la relación entre el incremento de algunos tipos de los delitos contra el patrimonio y la crisis es el de las casas okupadas. Las tres fiscalías vascas registraron en 2011 un total de 402 causas por usurpación de bien inmueble, frente a las 187 del año anterior, lo que supone un aumento del 114%.
  • El fiscal superior del País Vasco, Juan Calparsoro, no duda en atribuir esa cifra de okupaciones al número de desahucios que se registran en la comunidad autónoma. "Indudablemente una cosa va ligada a la otra", opina.
  • Un total de 2.242 expedientes de desahucio se abrieron en 2011 en Euskadi, según el colectivo Stop Desahucios, el doble que en 2008. Ello supone que una media de 6,1 hogares engrosan cada día las estadísticas, que pueden desembocar en la obligatoriedad por orden judicial de abandonar la casa al no poder hacer frente a un préstamo hipotecario.

“Los robos con violencia son generadores de una sensación de inseguridad ciudadana” que no se puede despreciar, explica Calparsoro. “Se produce una lesión a la libertad e integridad física de las personas, lo que se traduce en peligrosidad, algo que no se produce en ninguno de los otros tipos de delitos contra el patrimonio”, ahonda.

Independientemente del objeto robado o de su valor, son sucesos en los que “en muchas ocasiones puede estar en peligro la vida de la víctima”, prosigue el fiscal superior. “Tres años de prisión por 20 euros, pero estamos hablando del uso de un puñal o una navaja. Entramos en un campo muy peligroso, y, por supuesto, más si se emplea un arma de fuego, aunque solo sea para intimidar”, incide.

Mientras los robos comunes registran un ligero descenso del 1,7% en los cuatro primeros meses del año, según los datos facilitados por la Ertzaintza, el incremento de los episodios violentos o intimidatorios resulta muy significativo y en meses como febrero y abril pasados la subida ha superado el 44% con respecto a las mismas fechas del año pasado.

Intentar trazar un perfil del ladrón tipo resulta imposible. “Primero, habría que definir ‘ladrón”, sostiene César San Juan, miembro del Instituto Vasco de Criminología. “Si un individuo sustrae algo de forma indebida, el círculo de ciudadanos que pueden entrar en esta descripción es demasiado amplio”, defiende este profesor de la UPV.

Ese argumento se puede trasladar a una de las principales características que marcan los delitos contra el patrimonio: la reincidencia. Si el año pasado la fiscalía registró los citados 97.248 casos “no significa que haya 97.248 ladrones en Euskadi”, precisa Calparsoro. “Y si nos referimos a una persona con una trayectoria estable de sustracciones, nos podemos encontrar desde un carterista a un político de alto nivel”, vuelve a contraponer San Juan.

Si hace 25 años un robo con violencia o cualquier otro tipo de modalidad delictiva similar parecía indudablemente ligado al consumidor de heroína, hoy en día el perfil se diluye.

Los delitos contra el patrimonio tienen un alto nivel de reincidencia

Tomando en cuenta solo los sucesos registrados en los últimos 15 días por la Ertzaintza y notificados a los medios de comunicación el balance deja un total de 43 detenidos, de los que el 95% hombres —sólo dos mujeres fueron arrestadas como cómplices—, con una media de edad de casi 23 años. Tres de ellos eran menores, y al menos el 32% contaba con antecedentes —también era una conocida de la policía autonómica la mencionada mujer de la bolsa de patatas fritas—.

Ese perfil, trazado con solo una quincena de días, resulta insuficiente, salvo por el factor reincidencia. “Eso también pasa en violencia de género y en delitos contra la seguridad vial. Hay una tendencia a la reincidencia en todas las tipologías penales, y en el caso concreto del patrimonio se da más que en otros tipos”, dice el fiscal superior.

Fallo, también, por tanto, de la sociedad y el sistema de justicia. “El objetivo principal de la cárcel es la reinserción y educación. Hay casos en los que no funciona, en la medida en que se vuelve a cometer un delito”, reconoce Calparsoro, que achaca esta posibilidad a que los factores —sociales, familiares, económicos— que pueden empujar a una persona a delinquir no se han modificado cuando sale de prisión, tanto como a la autonomía personal, “a la libertad de las personas para actuar”.

Y es que, también entre la crónica negra de los últimos días, destaca el arresto de Norberto Borja Escudero, El Boomer, de 31 años. Dos detenciones en poco más de 48 horas, la primera por intentar quemar con un soplete a su sobrina el pasado lunes, la segunda por robar un ciclomotor. Más 37 antecedentes, la mayoría por robo, y 30 ingresos en prisión.

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