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La miseria se ceba con uno de cada tres ancianos de la Comunidad Valenciana

La autonomía está cinco puntos por encima de la media española en exclusión de mayores

La miseria sacude con fuerza a los mayores valencianos. Uno de cada tres vive bajo el umbral de la pobreza —menos de 627 euros mensuales—, lo que sitúa a la autonomía cinco puntos por encima de la media nacional (26,8%), según el Instituto Nacional de Estadística (INE).

La estampa de María Palacios, separada de 80 años, encarna la foto más dura de los 280.000 ancianos considerados pobres. Su pensión de 360 euros, recompensa de dos décadas de trabajos a tiempo parcial como enfermera en el Reino Unido, apenas alcanza para el alquiler de una vivienda, y el pago de la luz y el agua. Sobrevive de la caridad desde hace ocho años y su única hija, desempleada, no puede ayudarle. “Me veo en el pozo”, afirma entre sollozos en la puerta del comedor social de la calle Literato Azorín. Como esta mujer impecablemente vestida y educada, Lidia Jiménez, viuda, 86 años, recala desde hace un año en el centro. Percibe 600 euros de pensión por toda una vida dedicada a trabajar como portera en un almacén de muebles. Su dinero se esfuma al inicio del mes con el pago de una asistente que le ayuda a superar su dependencia. No puede valerse por sí misma. “España me da miedo, me recuerda a otras épocas”, dice tras cambiar de tema al ser preguntada sobre si recibe ayuda de sus tres hijos.

La miseria de los mayores se escribe en femenino. Cuatro de cada diez valencianas (42%) de más 65 años es pobre, una tasa que supera en 15 puntos la masculina (27%), según el informe Pobreza y privación en la Comunidad Valenciana. “Y eso que las pensiones actúan como colchón porque no se han reducido como otras rentas”, analiza el autor del estudio, el profesor de Economía y Empresa de la UCH-CEU Eduardo Esteve.

“Reparto los 540 euros de mi pensión entre mis tres hijos parados y yo como gracias a la caridad”

El efecto amortiguador de las pensiones tiene límite. Josefina Bruño, de 68 años, ingresa 360 euros al mes. Insuficiente para costear los gastos imprevistos, como le ocurre al 37% de los valencianos, según el INE. Alentada por la escasez, acudió esta semana por primera vez al banco de alimentos de Valencia para recoger una bolsa de comida.

La recesión ha cambiado los roles. Los mayores que antes recibían las atenciones de sus hijos deben ahora auxiliar con sus pensiones a familias enteras atenazadas por el paro. María (nombre figurado) tiene 84 años y se desplaza a diario a la sede de Misión Evangélica Urbana, en Valencia. El centro atendió el pasado año a más de 10.000 necesitados, en su mayoría inmigrantes. María recoge una barra de pan, arroz y macarrones. “Reparto los 540 euros de mi pensión entre mis tres hijos parados y yo como gracias a la caridad”, afirma llorando y pidiendo un favor: “No pongas mi nombre que me arruinas la vida. Mis hijos no saben nada".

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