Ni muerto puede volver a casa
El cuerpo de Seydou Samake, un maliense de 28 años, permanece 20 días en el tanatorio municipal por falta de fondos para repatriarlo
Seydou Samake llegó a España después de atravesar la misma odisea que llevan a cabo diariamente centenares de compatriotas suyos. Vino desde Sikasso, al sur de Malí, en busca de una oportunidad de futuro. A los dos años de su llegada y tras diferentes trabajos, terminó, en 2008, con un contrato de jardinero para el centro de misioneros combonianos en Moncada, Valencia. El pasado día 11 de mayo, su cuerpo fue encontrado sin vida en una de las albercas de la finca donde trabajaba. Y desde entonces permanece en el tanatorio municipal, a la espera de poder arreglar el envío a Malí, que cuesta casi 3.800 euros.
“Él iba y volvía al pueblo todos los días”, relata Basile, miembro de Benka, una asociación de malienses, “y esa noche no apareció”. Según narra, un amigo suyo le llamó insistentemente al móvil sin obtener respuesta. Cuando avisaron a los misioneros combonianos, pudieron llegar hasta él gracias al sonido del teléfono móvil, que se encontraba en los pantalones que Seydou se había quitado antes de entrar en el depósito de agua. “Lo extraño”, dice Basile, “es que tenía toda la ropa colocada en el exterior, como preparada”. Según el informe del Instituto de Medicina Legal de Valencia, el joven murió debido a una “violenta asfixia por sumersión”.
El fallecimiento de Seydou está lleno de interrogantes. En un principio, los combonianos —según explica Daniel, otro miembro de la organización, que se está encargando de recaudar dinero— dijeron que había muerto fuera de las horas de trabajo. En el informe, no obstante, se sitúa el fallecimiento a las dos de la tarde. “No sabemos si puede ser un accidente laboral, porque parece que se metió a propósito, pero, de todas formas, intentamos hablar con los misioneros las condiciones de la liquidación para poner en marcha el proceso de repatriación”, apunta. Al contactar con ellos, que se comprometieron a ayudar, Daniel comenta que lo que hicieron fue ingresar una cantidad cercana a los 500 euros. “Con eso, y sin poder echar una mano desde la asociación, porque un 85% está en paro, no nos da para mucho”, se lamenta.
Aparte, Seydou Samake no contaba con más familia en España que su hermano Mahamadou. Este trabaja por temporadas en huertas del sur de nuestro país. El 14 de mayo, tras enterarse de lo que le había ocurrido a su hermano, se vino a Valencia para recoger sus pertenencias y tramitar el envío del cuerpo. Sin acceso a la cuenta bancaria ni una solución económica a corto plazo, este chico espera en la casa de su hermano sin poder moverse ni trabajar y, aún peor, sin encontrar una respuesta a lo que está ocurriendo. “¿Por qué no puedo sacar su dinero o recibir la liquidación y poder pagar el envío?”, se pregunta desorientado.
De momento, algunos amigos suyos, como Hady Bouare, están consultando en varios colectivos cómo resolver el problema. El martes se reunieron con Luis Poveda, del sindicato CC OO, que asegura que lo primero es “aclarar si ha sido accidente laboral o muerte natural”. Una vez se defina, se les aconsejará si “presentar algún tipo de acción judicial”. En la misión de combonianos, el padre Carmelo reconoce no poder dar ningún dato y remite a la sede de Madrid, donde es imposible localizar a algún encargado del tema.
A expensas de la autopsia que revele más claves —que no saldrá hasta dentro de cerca de un mes, según indica el hermano— el objetivo consiste en hacer publicidad del caso para conseguir donaciones. Ya sean particulares, a través de la asociación Benka, o de la organización humanitaria Cáritas, que visitarán este viernes. Hasta entonces, el cadáver de este joven seguirá pendiente del anhelo más universal: el regreso a casa.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.