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CLARA OBLIGADO | Escritora

“La novela está muy comercializada hoy en día”

"El viaje es una metáfora de la vida, lo es desde comienzos de la literatura"

La escritora argentina Clara Obligado
La escritora argentina Clara ObligadoJESÚS URIARTE

La escritora argentina Clara Obligado presentó recientemente en la Biblioteca Central de San Sebastián su última obra: El libro de los viajes equivocados (Editorial Páginas de Espuma).

Pregunta. Este libro reúne 11 cuentos que recomienda leer en el orden en el que aparecen. ¿Por qué?

Respuesta. Este es un libro que experimenta hasta qué punto la novela y el cuento pueden ayudarse. Pide una lectura de novela en el orden, porque si no perderías un poco la trama. Y, por otro lado, tiene la especificidad del cuento.

P. La caracola es el objeto con el que representa la espiral de la vida y del propio libro en su forma. Todo un ejercicio para el escritor y para el lector.

R. Me divierte buscar formas. Siempre hay que pensar qué puede decir de nuevo la literatura. Me parece que trabajar con la forma siempre es agradecido para el lector y ayuda a leer.

P. Los personajes aparecen y desaparecen a lo largo de estos cuentos, de manera que el lector conoce las historias desde diferentes puntos de vista. Otro ejercicio tanto de escritura como de vida, donde nos cuesta ponernos en el lugar del otro.

R. Sí. Es un libro que habla de nuestro tiempo. Mi pregunta fue qué se puede contar en estos tiempos difíciles, qué tiene sentido contar. Y me pareció que tenía sentido mirar a Europa, a lo que ha ido pasando. El punto más lejano es cuando Europa era una isla, en el periodo prehistórico; de ahí en adelante. Claro, armar una historia tan larga era complicadísimo. Entonces, el cuento me vino genial para eso, porque me permitió parcelar lo que hubiera sido, si no, una novela de miles de páginas.

Sobre la autora

Clara Obligado nació en Buenos Aires en 1950, pero lleva más de tres décadas viviendo en España, a donde llegó en 1976 exiliada de la dictadura militar argentina. Licenciada en Literatura, dirigió los primeros talleres de escritura creativa que se organizaron en este país. Aunque en su trayectoria literaria sobresalen los cuentos, también ha firmado novelas. De hecho, en 1996 recibió el premio femenino Lumen por La hija de Marx. Cuenta asimismo con varios libros de ensayo y colabora con medios de comunicación.

P. Estos cuentos son historias de viajes equivocados, en los que el azar juega un papel importante. ¿Estamos abocados a equivocarnos? ¿Es necesario para aprender?

R. El viaje es una metáfora de la vida, lo es desde comienzos de la literatura. Y el gran viaje es la vida misma, que es equivocada porque termina en muerte; de alguna manera, siempre termina mal. Pero también es lo único que tenemos. Entonces, en el saber vivir ese viaje equivocado está justamente la felicidad. Es decir, en aceptar la parte negra de la existencia, pero también la parte positiva y bellísima. En este punto estaría mi libro. No en, ¡ay, qué divina es la vida!, tipo libro de autoayuda, porque no tiene nada que ver con eso, pero tampoco en una filosofía negativa, porque no lo pretende. Pero sí en intentar ver las cosas como son.

P. Pues a mí, como lectora, se me ha quedado un regusto de nostalgia, de pesimismo, aunque usted diga que no era su intención.

R. No, no. El libro termina con un nacimiento y con la palabra belleza. En realidad lo que el libro dice es que la vida se sigue regenerando. Pase lo que pase seguimos adelante, como la caracola, y eso es un síntoma de gran optimismo, no es nada pesimista. Pero también dice que seguimos adelante con todas las dificultades.

“Siempre hay que pensar qué puede decir de nuevo la literatura"

P. Sí, porque repasando algunos de los temas que aborda: la guerra, la violación, la emigración…

R. Pero también el amor, la amistad, el nacimiento, la lucha de las mujeres…

P. Sí, también. Pero lo que le iba a comentar es que a la vista de esos primeros temas, no parece que hayamos aprendido mucho, porque repetimos errores.

R. Sí, en última instancia el libro dice que nos regeneramos, pero, por otro lado, la reaparición de la moneda [otro de los objetos recurrentes en el libro] significa que a veces no vamos hacia delante sino hacia atrás, cosa que parece evidente en nuestra época. Creo que no estoy diciendo nada que no sienta el hombre de la calle.

P. "Al cambiar de país hay 10 años que se pierden en conseguir lo mínimo", dice uno de sus personajes. La emigración ¿marca para siempre?

R. Sí. Aunque, a veces, los hechos negativos son positivos a la larga, porque forjan carácter. En el caso de la escritura, ¿cuántos escritores de mi generación tienen alguna representatividad en España? Te diría que casi ninguno. Hay como un techo de cristal, muy parecido a lo que pasa con las mujeres. Hay algo misterioso que hace que nunca se les den premios, que nunca estén en lugares importantes, porque siempre, y no se hace por maldad, se elige al amigo, al compañero de estudios… O porque al extranjero no se le entiende del todo lo que está haciendo. Es una situación más difícil que la de un escritor nacional.

P. ¿Qué le parece la decisión del Gobierno de Rajoy de retirar la tarjeta sanitaria a los inmigrantes en situación irregular?

R. Una barbarie. La salud es un derecho humano y si vas a recortar los derechos humanos… Estas cosas me ponen los pelos de punta. Es lo que habla mi libro de la espiral: a veces ideas que parece que no van a volver nunca más, vuelven; ideas racistas, evidentemente.

P. Como en otros, la mujer está muy presente en este libro. ¿Qué opina de las declaraciones que hizo Alberto Ruiz Gallardón acerca del aborto y la maternidad?

R. Tenemos la sensación de que la espiral va hacia atrás. Hay momentos en los que siento que estamos leyendo los periódicos de cuando yo llegué a España. Y sin el entusiasmo de que vamos a cambiar las cosas, que era el que teníamos en los años ochenta. Me parecen clarísimas involuciones. Ahora, la historia siempre funciona así. Esperemos que de esta involución salga un pensamiento más fuerte en el sentido progresista.

P. El cuento La escritura habla de cómo un personaje puede perseguir al escritor aunque éste quiera evitarlo. ¿Ocurre mucho?

R. En ese cuento quería representar dos cosas. Por un lado, cuáles son las condiciones de la escritura cuando eres mujer. El personaje está preparando garbanzos, cuidando a los hijos…, no es nada glamuroso. Los hombres cuando escriben están rodeados de un aura dorada, pero las mujeres estamos mezcladas con la vida cotidiana, cosa que es muy buena, por otro lado. Y por otra parte, sí, es cierto que a veces quieres evitar algunos personajes. La verdad es que hubiera preferido evitar el personaje de la niña esquimal. Está inspirado en la hija de una amiga mía; no es la historia verdadera, pero sí lo que a mí me sugiere esta niña adoptada. Pero sí, me cogió por la garganta.

P. ¿Quiere evitarlos porque le provocan dolor?

R. Sí. Una preferiría no acercarse al dolor, pero así es la vida. Además, está bien que los escritores de alguna forma representemos lo que pasa. Y no en esta Europa central. En mi libro hablo de la Europa de extrarradio, que es la que tendemos a mirar menos.

P. Los cuentos predominan en su carrera. ¿Qué le dan frente a la novela?

R. Me parece que es un terreno de experimentación mucho más potente y que te da mucha más libertad. La novela está muy comercializada hoy en día. Se escribe, en general, una novela bastante fácil. El cuento te permite hacer literatura con otro vuelo. Y la editorial Páginas de Espuma está encantada con que lo haga. Si esto lo haces en una gran editorial que publica novela te mata, porque busca que se lea sin leer y esa no es la propuesta.

P. ¿Y los lectores responden? Porque pueden pensar que ya tienen bastante con sus problemas.

R. Entiendo eso. De la misma manera que a veces quiero ver una película ligera, que puede ser muy buena, la novela de consumo también puede ser buena. Pero creo que la literatura es algo más: reflexión.

P. Lleva muchos años impartiendo talleres de escritura. ¿Hay muchos aspirantes a escritores o es que escribir, de alguna manera, exorciza?

R. Hay de todo. Hay gente que quiere ser escritora y trabaja en ese sentido. Y en esta época, en contra de lo que yo pensaba, tengo mucha gente en el taller, porque el deseo de reflexión, de pensar y de encontrar un entorno un poco protegido contra el bombardeo de la crisis es fuerte. Las crisis, en ese sentido, son buenas. Lo demuestra la historia del arte. Las crisis ayudan a pensar. Yo creo que los talleres, al menos es lo que está pasando en el mío, son un entorno donde la gente habla de una forma democrática y comparte pensamiento y creación. Y eso en estas épocas hay que cuidarlo mucho.

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