_
_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Con flores a María

"La desesperanza no ha dado paso aún a la desesperación, que puede estallar por el fulminante que supone la crisis galopante"

Es raro el día que no se nos convoque a una mani o una concentración reivindicativa. Todo el universo trabajador está en jaque, y mucha gente en situación de jaque mate, amenazada o lastimada por los ERE y los recortes presupuestarios. La sanidad y la enseñanza públicas, especialmente, están sintiendo los hachazos implacables que las abocan a la devaluación y el encogimiento. Y lo que resulta tanto o más odioso es que el desguace se adorna con la jerga sádica de quienes aducen que el sacrifico se inflige por el bien general, por la salvación del estado de bienestar, en tanto se expande y afianza el proceso privatizador. Damnificados, expoliados y cautivos del capital solo nos queda por ahora el recurso de ocupar procesionalmente la calle mientras crece el censo de parados, ese ejército de reserva que en buena parte se jubilará sin volver al tajo y hasta sin haberlo trabajado.

Es mayo, el tiempo acompaña y los jodidos de la tierra se sienten propicios a participar en lo que todavía es una suerte de festejo celebrado con algazara e irrupción creciente de banderas republicanas. Un modesto desahogo, como el expresado en las pancartas, por lo general pertinentes y moderadas. En la multitudinaria manifestación de profesores, padres y alumnos en apoyo de la docencia pública, celebrada el martes pasado en Valencia, apenas se percibió ninguna estridencia. Banquers a la presó i politics a la merda, que rezaba una de ellas, era, de cuanto vimos, lo más próximo a la escatología, sin desmerecer el fundamento de la proclama, que bien pudo incluir asimismo a los desacreditados jueces. O esta otra: "Entre capullos y gaviotas nos toman por idiotas". ¿Acaso no es así, o mucho lo parece?

En fin, que si ningún necio o necia vuelve a sentirse dueño de la calle y achucha a los de la porra, estas protestas cívicas evocan las ofrendas colegiales de flores a la virgen María más que los agitados rosarios de la Aurora que acababan a trompazos. El personal, aun apaleado por las circunstancias, no es proclive —todavía— a echar mano de los truenos, no obstante el gusto por la pirotecnia. La alargada y trágica sombra del holocausto español, del que Paul Preston ha hablado estos días en la Universidad de Valencia, enerva cualquier arrebato violento. Además, aunque los jodidos sean, seamos, inmensa mayoría, prima la sensatez. Por ahora, la desesperanza no ha dado paso aún a la desesperación, que sin duda puede estallar por el fulminante que supone la crisis galopante, acentuada por la pésima y corrupta gestión del PP. Toda una provocación.

Si bien hay pocos motivos para confiar en la capacidad de nuestros gobernantes, pensamos sin embargo que es su hora decisiva en virtud de la hegemonía que se les ha conferido. A ellos les concierne atenuar las zozobras que nos afligen alentando alguna expectativa de cambio y mejora, que bien podría consistir en una limpieza general de la ladronera que esconde sus filas, un explícito propósito de enmienda y un inédito ejercicio de transparencia regenerador de esta democracia, tan malversada. El presidente Alberto Fabra, que si bien anda ligero de liderazgo también carece de hipotecas, tiene en su mano legitimarse por la vía del ejercicio del poder y recuperar el buen nombre de la política, nunca más necesaria que en tiempos aciagos. Necesitamos nuevos rostros y gestos, discursos menos enfáticos y algunos rayos de ilusión creíble. Abono para las flores y no para las espinas.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_