Periodismo en una época convulsa
Pilar López Surroca (Arenys de Mar, Barcelona, 1946) se doctoró en periodismo durante la convulsa Transición valenciana. Su nombre, ahora, no dirá mucho a las nuevas generaciones; pero quienes la conocimos en la primavera de 1976 con los rescoldos de la dictadura franquista aún calientes, supimos muy pronto de su carácter indomable, de su apasionada defensa de la libertad. Pero, sobre todo, conocimos de su inmensa generosidad. Pilar nunca dudó en prestar su apoyo a un puñado de alevines de periodistas sin pedir nada a cambio. Tanto desinterés no siempre le fue correspondido. Pilar no era de las que admitía dobleces, hipocresías o componendas. Ser tan clara, tan directa, en ocasiones brutalmente sincera, le costó no pocos disgustos. Más, en una época en que no eran pocos los que practicaban el arte del disimulo.
Conocí a Pilar el 22 de abril de 1976 en el despacho de la delegación del diario Avui en la calle Conde de Altea de Valencia. Recuerdo la fecha porque era la víspera de la salida a la calle de la primera cabecera que se autorizaba tras la muerte de Franco y del primer periódico en catalán tras la guerra civil. Nunca supe por qué me dio trabajo, integrándome en un equipo del que formaban parte Emili Piera y Vicente Aleixandre y del que ella era la delegada. Desde entonces hasta su muerte, el pasado jueves, hemos sido amigos.
Lideró varios proyectos
Pilar López estudió periodismo en Madrid. Compañeros de su promoción fueron la novelista Cristina Fernández Cubas, Alicia Marsillach, hermana de Adolfo Marsillach, Gustavo Luca de Tena, Pablo Ignacio Dalmases y Diego Carcedo, entre otros. La vida la trajo a Valencia, donde comenzó a dar clases una academia. Luego llegó el Avui y meses más tarde la dirección de Dos y Dos. La revista duró poco más de un año, pero fue el primer intento de llevar adelante un proyecto periodístico de izquierdas y valencianista, dos características que tenían —y tienen— poco mercado en el País Valenciano. Cerró Dos y Dos y abrió Valencia Semanal en 1977. Con más capital y más profesionalizada, Pilar López volvió a capitanear un proyecto que se las tuvo muy tiesas con una derecha indígena de resabios franquistas. Valencia Semanal sufrió varios atentados y su directora, junto con los redactores, tuvo que sentarse en el banquillo tras una querella presentada por Fuerza Nueva tras la publicación de un reportaje titulado “El fascio valenciano. Quiénes son y qué hacen,” firmado por el colectivo B. Pérez. El juez les exigió una fianza conjunta de cinco millones. Así se las gastaban entonces. Pilar López recibió el premio Llibertat d'Expressió de la Unió de Periodistes del País Valencià.
Valencia Semanal, como tantos otros intentos por sacar adelante una prensa plural, libre y democrática, cerró. Pilar encontró refugio en la Diputación de Valencia trabajando para la revista Generalitat. Al poco, fue reclamada por el socialista Antonio García Miralles para poner en pie la arquitectura institucional de las Cortes Valencianas, donde trabajó como jefa de protocolo hasta el final de sus días.
Emprendedora, valiente, atrevida, orgullosa, generosa hasta decir basta, periodista, siempre periodista, aunque ya no ejerciera su oficio, se ha ido por culpa del maldito cáncer. Adéu, Pilar, t'estimo. I gràcies, moltes gràcies.
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