La cultura asume su silencio ante ETA
Haranburu, Echenique y Querejeta apuntan a la contrucción del relato como reto
Ha habido luces aisladas, sí, pero la cultura vasca, entendida en su conjunto, ha callado ante la violencia de ETA. Lo reconocieron ayer tres de sus grandes figuras: la escritora Luisa Etxenike, su homólogo Luis Haranburu y el cineasta Elías Querejeta. Lo hicieron durante la cuarta jornada del Congreso Sobre Memoria y Convivencia que se celebra esta semana en Bilbao, en la que se apuntó también la “gran responsabilidad” que recae sobre el sector para relatar, en adelante y “sin caer en la espectacularidad”, lo sucedido en Euskadi durante las décadas de amenaza terrorista.
Aunque dejó claro que la historia “todavía no ha concluido” y advirtió también de la importancia que el desenlace tiene siempre en todo relato, Haranburu no titubeó al calificar de “ominoso” el silencio del mundo cultural ante ETA. “Un mal”, según consideró, que “se ha encarnado con fuerza en todo el pueblo vasco, que ha vivido narcotizado durante decenios y ha dejado a las víctimas en el desamparo más atroz”.
Tras pronunciar las primeras frases de su conferencia en euskera, Haranburu ubicó la callada por respuesta en una sociedad dominada por el ideario nacionalista. Ceñido al ámbito de la literatura, argumentó su exposición con lo que denominó como “canon abertzale”, un conjunto de normas encaminadas a clasificar como autores vascos, exclusivamente, a quienes escriben en euskera o contribuyen con su obra a la construcción nacional. “¿Por qué nadie habla de escritores como Miguel de Unamuno, Pío Baroja o Mario Onaindia?”, se preguntó, antes de abogar por deconstruir el citado canon excluyente para favorecer la “pluralidad creativa”.
La juventud, protagonista
La cultura vasca y sus representantes no fueron los únicos protagonistas ayer en el Congreso sobre Memoria y Convivencia que se celebra en la sede de EITB en Bilbao. El segundo panel de la cuarta jornada reflejó la opinión de cuatro jóvenes independientes y de distinto perfil, quienes aportaron su visión sobre el escenario abierto en Euskadi y los requisitos para alcanzar la convivencia. Era uno de los objetivos que se había marcado el Gobierno vasco, consciente de la importancia que las nuevas generaciones tendrán en la consolidación de la paz.
Hoy se debate sobre la memoria y su papel en la deslegitimación del terror.
También Etxenike reconoció el silencio de la cultura vasca ante el terrorismo de ETA, aunque más optimista que su compañero de panel, destacó la existencia de “presencias y voces” que se alzaron para evitar la “banalización del horror”. En este sentido, advirtió de la necesidad de “hacer comprender” lo ocurrido en Euskadi y su “impacto” para contribuir al asentamiento de la convivencia. “Hay que huir del espectáculo de la tragedia y evitar el voyeurismo de la sociedad para lograr un receptor conmovido y activo”, aconsejó.
La escritora ensalzó la facilidad del arte para situarse “en el lugar del otro”, una condición que definió como esencial para alcanzar una “convivencia feliz” en la futura sociedad vasca. “El arte tiene la capacidad de hablar desde la cercanía, con historias íntimas, individuales...”, consideró, al tiempo que destacó también la posibilidad que las historias tienen de trascender el espacio y el tiempo, de “mantenerse siempre vivas”, para poder narrar la experiencia del terrorismo en Euskadi.
En una línea similar a la de sus dos predecesores se manifestó Querejeta, quien, sin embargo, incidió en la necesidad de que “todos hablemos” para encontrar una solución. En este sentido, el cineasta valoró las iniciativas llevadas ya a cabo entre víctimas de distintos tipos de violencia, más allá de la etarra, para narrarse entre sí sus respectivas experiencias.
A pregunta de los asistentes, Etxenike ofreció la valoración política de la jornada al tildar de “plagio” el último comunicado de ETA, conocido anteayer, en el que la banda reclama un “diálogo directo” con los Gobiernos de España y Francia. “Es un plagio de la Declaración de Aiete, lo que me lleva a pensar que aquella la dictó ETA o que la banda asumió al dictado el citado texto. En este segundo caso, me sorprendería la atención que la organización ha prestado a los de fuera, en comparación con la sordera que siempre ha tenido para lo que le ha dicho la sociedad vasca”, recriminó.
Haranburu, por su parte, se refirió al final del ciclo terrorista resaltando la necesidad de construir un relato verídico de lo ocurrido y fue categórico al señalar que “no existe estética sin ética”. Se refirió así a la necesidad de narrar “con severidad y rigor” los acontecimientos acaecidos. “Es la carga a la que tiene que hacer frente nuestro pueblo”, consideró.
También a petición del auditorio, y en contraposición con lo que dos días antes había considerado en el mismo escenario el exdiputado general de Álava Emilio Guevara, el escritor manifestó que sí “cabe formular en positivo un pensamiento nacionalista”, aunque matizó que exige una “reflexión profunda”. En lo que a la cultura respecta, sin embargo, abogó por su “desnacionalización, para despojarla del exceso de política e ideología” que arrastra desde hace décadas. “Deconstruir”, en definitiva, el “canon abertzale”.
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