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Los forenses echan por tierra la defensa del autor del crimen de Rentería

Los especialistas consideran que la prueba de alcohol practicada al agresor no es "admisible ante un tribunal"

De espaldas, Keny Lexzur González, acusado de matar a su pareja en Rentería en 2008, durante la tercera sesión del juicio.
De espaldas, Keny Lexzur González, acusado de matar a su pareja en Rentería en 2008, durante la tercera sesión del juicio.JAVIER HERNÁNDEZ

“No es una prueba admisible”. Respuesta breve y tajante. La tercera jornada del juicio contra Keny Lexzur González, el ciudadano de origen venezolano acusado de matar a su pareja en Rentería en diciembre de 2008, atendía a la última declaración del día, la del equipo de forenses que inspeccionaron el domicilio de Clara Rangel el día de su muerte y le practicaron la autopsia. Tras la detallada exposición de las nueve puñaladas que el agresor asestó a la víctima, dos de las respuestas que ofrecieron el equipo de especialistas hicieron enmudecer a la sala. La primera que la prueba de alcohol practicada al agresor en el Hospital Donostia y que arrojó un resultado de 0,97 gramos por litro de sangre no puede considerarse “admisible ante un tribunal”.

“Es una prueba clínica que no ha sido contrastada”, especificó el forense Luis Miguel Querejeta. El especialista detalló que este tipo de análisis ofrecen un amplio margen de error, tanto en las cantidades detectadas como por la existencia de “falsos positivos”. González, por tanto, pudo haber ingerido mucho más alcohol la noche del 29 de diciembre, la mitad o nada. La respuesta de Querejeta echó en parte por tierra la principal línea de defensa planteada por el abogado del supuesto asesino, que el abuso de alcohol y cocaína provocó en su cliente un trastorno mental transitorio por el que pide su absolución —las acusaciones exigen hasta 35 años de cárcel por el asesinato de Rangel y las heridas que provocó al hijo mayor de ésta y a su propio hermano—.

Igual respuesta ofreció a los resultados de un análisis al que González se sometió el 25 de diciembre, tras un incidente anterior al crimen, y que determinaron que el agresor había consumido cocaína.

La segunda sorpresa de la mañana llegó cuando los forenses dilucidaron que el cuchillo que se incautó la Ertzaintza en el lugar del crimen —20 centímetros de filo y cuatro en su zona más ancha— no coincide con las heridas de la víctima. Los especialistas no observaron hasta ayer la que se había considerado el arma homicida y tras un breve vistazo determinaron que la cuchillada que Rangel recibió en la espalda no se puede corresponder con el arma que un ertzaina arrebató de las manos a González. La herida referida tenía una anchura de 3,2 centímetros y por la profundidad de la misma y las características del arma tendría que ser de más de cuatro.

El relato de los forenses también determinó que Rangel, tumbada boca arriba o boca abajo, fue asaltada en su cama y los estudios practicados indican que no existe ningún signo que concluya que la víctima pudo defenderse. En sus manos no había rastro o corte alguno. Rangel recibió una puñalada mortal en el cuello, que le seccionó la arteria y que le provocó una “masiva y rápida” perdida de sangre. La víctima, según los forenses, pudo haber levantado un brazo en un “gesto instintivo de defensa”, lo que explicaría las dos puñaladas que recibió en una axila.

El padre del acusado, Juan Ramón González, varios ertzainas y médicos declararon ayer antes de que los forenses ofrecieran su testimonio. “¡Dios es grande!”, gritó el progenitor del agresor, tras pedir perdón al jurado en nombre de su hijo, y mientras abrazaba y besaba en la cabeza al supuesto asesino segundos antes de abandonar la sala.

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