“Hay que reocupar la televisión”
María Ruído desmonta en ‘ElectroClass’ el relato consensual de la reconversión
Las televisiones autonómicas son a menudo simples emisoras gubernamentales. Se financian con el dinero de todos pero no acaban de ser públicas. Sus archivos, tampoco. Entre el ciudadano y las imágenes se cruzan tarifas de lujo, normativas correosas y mucha burocracia. Es el contexto problemático en el que trabaja desde hace años María Ruido (Ourense, 1967): la memoria común y su secuestro. En su caso, desde una posición de relativo privilegio. “Sin legitimación institucional, sea como artista, sea como investigadora, no tienes acceso”, confiesa, “y eso hace imposible una contramemoria, una contrainformación a partir de esas imágenes que se suponen públicas”.
Para ensamblar ElectroClass, su última película, producida por Consonni, María Ruido sí tuvo acceso al archivo del canal autonómico vasco. Después de experiencias menos satisfactorias, como la de Plan Rosebud, su anterior proyecto sobre la Transición, se reconoce “sorprendida”: no solo sus interlocutores en ETB —Iñaki Gurrutxaga y Maite Taranco, insiste— le permitieron hacer y deshacer, sino que ha conseguido emitir la pieza en televisión y podrá difundirla próximamente en Internet con licencia Creative Commons. En Galicia se acaba de estrenar. El sábado estuvo en el Centro Galego das Artes da Imaxe (CGAI), en A Coruña, y ayer en el Cineclube de Compostela.
Podría ser Manchester, Vigo, Barcelona o cualquier otra ciudad desindustrializada en los últimos 40 años en nombre del capitalismo cognitivo, pero en este caso es el Bilbao del Guggenheim. El mínimo hilo narrativo de la cinta se enreda en un ovillo de violencias, de ETA al “terrorismo patronal” que denuncian los manifestantes en las primeras secuencias. Es la reconversión. Al fondo, las excavadoras que transformaron el entorno de la ría, de la fábrica al museo-marca. En la superficie, cómo lo contó ETB. De qué manera se tejió en la pantalla el relato consensual.
La película explora la posibilidad de construir, mezclando los escombros de esa misma narración con un corte de otra película o una canción del rock radical vasco, un nuevo imaginario para la clase trabajadora postindustrial. “Eso es lo que la hace incómoda”, arriesga Ruido. “Que usando las mismas imágenes, las que están en el archivo, en su mayoría ya emitidas, se puede describir la connivencia de los políticos y esas oligarquías que se lucran con la privatización del espacio público. Es la remezcla lo que inquieta. El potencial de una imagen puesta al lado de otra”.
Dice la cineasta que este trabajo está hecho para la televisión, desde la televisión, sobre la televisión y contra la televisión. Hay, efectivamente, una atmósfera altertelevisiva, enrarecida y fantasmal en las siete piezas que segmentan los 53 minutos, duración estándar para un hora de parrilla. “Me siento descendiente del vídeo comunitario, la Guerrilla Television y el cine militante de los setenta”, explica. “Entonces había mucho interés en los artistas por generar otro imaginario, pero en los ochenta se perdió. En parte por el contexto político, en parte por la museificación del vídeo”.
ElectroClass está llena de homenajes. Los hay a esos autores, como Alexander Kluge, Harun Farocki o Peter Watkins, que se han tomado la molestia, al menos, de pensar en la pequeña pantalla. La dedicatoria es para otro de la estirpe, Pier Paolo Pasolini. No solo se recuerda su asesinato en 1975 y se citan sus películas. Su voz y su rostro también aparecen. En una de las secuencias dice que la televisión es espantosamente antidemocrática. Lo hace sentado en un plató de la RAI, el canal público de su país, frente al periodista Enzo Biagi. No están solos. Al coloquio han invitado a algunos compañeros de pupitre del poeta que ya nada tienen que ver con él. Es un formato exótico para un espectador actual, un cruce bastardo entre La Clave y Salsa Rosa. “Era crítico pero estaba allí”, termina Ruido. “Echo en falta intelectuales como él, que no desprecien el potencial y la relevancia política de la televisión. Hay que reocuparla".
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