Cuando el desahucio se vuelve contra el avalista
Aplazado el desalojo de un anciano y de su nieto, de su pequeño piso de Carabanchel
Una placa atornillada en la puerta da la bienvenida al piso de los "señores de Torres", en la tercera planta de un edificio sin ascensor del barrio obrero de Carabanchel, en Madrid. Tras la puerta, un cuadro en relieve de un pastor alemán saluda al extraño que después se topa con la habitación de Vicente Torres, de 74 años, con una orden de desahucio como avalista de un préstamo hipotecario que su único hijo, Vicente Torres junior, nunca terminó de pagar.
Serio, dolorido pero con sosiego, Vicente ha asistido esta mañana desde su cama a la paralización de su desalojo por parte de vecinos, amigos, activistas e indignados. Está recién operado de corazón y la intervención le causó un trombo en una pierna que le produce fuertes dolores. Un bote de Trombocid corona el salón del piso que comparte con su nieto Jonatan, de 24 años, que es un manojo de nervios y, por momentos, de lágrimas. El padre de Jonatan, con el que no mantiene una buena relación, no ha asistido hoy al desahucio.
Antes de jubilarse, Vicente era tapicero y tanto las paredes como el armario de su dormitorio están forradas de un azul penetrante. Entre los amigos y familiares que hoy han acudido a ayudarle estaba Emilio, que fue durante años su aprendiz. "Hoy he cerrado mi taller para venir a ayudarle: es una bellísima persona", dice.
La situación económica de este abuelo y su nieto es muy precaria. Jonatan dejó los estudios a los 12 años ("ahora me arrepiento que no veas"). Trabajó en un tienda de pintura, de jardinero, de fontanero, de pinche de cocina. Pero en los tres últimos años apenas le sale nada. "Bueno, hago chapucillas. Uno me pide que le cambie un grifo y me da 30 euros...". Ambos viven de la pensión de Vicente (unos 600 euros). En la cocina no se ve un solo capricho. Todos los productos son de la marca blanca de los Supermercados Dia.
El origen de la deuda se remonta a 2004, cuando Vicente hijo firmó un préstamo hipotecario de 170.000 euros con Citifinancial (de Citibank, que ayer declinó comentar el caso). Necesitaba un segundo aval, y sus padres le ayudaron con su piso. Vicente hijo dejó de pagar hace tiempo las cuotas del préstamo y le embargaron su piso en junio del año pasado. La familia se marchó a una vivienda de alquiler, momento en el que Jonatan, que está muy unido a su abuelo, se mudó con él. Desde que enviudó, Vicente vive solo y necesita ayuda.
Hace menos de un mes, viendo que el desahucio del piso del abuelo se les echaba encima, Jonatan acudió a Eko, el centro cultural liberado por los indignados de la asamblea 15-M de Carabanchel. Allí expuso su caso y los indignados le pusieron en contacto con la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, que está viviendo una semana muy intensa: el lunes lograron aplazar tres desahucios y hoy otros tres más (los otros dos en Carabanchel y Aluche).
La financiera, tasó el piso de Vicente en 172.000 euros. Y sin embargo, mide poco más de 50 metros repartidos entre dos dormitorios, salón, cocina, baño y balcón. El anciano vive en él desde hace 30 años. Lo tiene lleno de muñecas, cuadros bucólicos, flores de plástico, figuritas, y relojes, muchos relojes. La mayoría parados. A las horas en punto el ding dong de un reloj de pared se mezcla con la voz metálica que emerge de uno eléctrico: "Son las doce".
La puerta del dormitorio de Vicente se ha mantenido cerrada durante las primeras horas de la mañana para ahorrarle el jaleo pero, conforme se acercaba la hora de la cita judicial (las 11.45), el piso -muy pequeño- se ha ido llenando. "Vicente, ¡que hay mucha gente abajo para ayudarte!". "Vicente, que vienen a hablar contigo unos periodistas de Telecinco". "Tú tranquilo Vicente, que de aquí no nos sacan". Pasadas las doce y media de la mañana, cuando la comisión judicial ha dado media vuelta "por falta de fuerza pública" para ejecutar el desahucio, aplazándolo al 3 de mayo, la puerta se ha abierto una vez más: "¡Vicente! ¡Que se ha parado el desahucio, Vicente!". Y este ha sonreído con una ligerísima mueca. Se ha emocionado más al recibir el abrazo de su nieto.
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