Memoria en carne viva de la dictadura
La republicana Mariví Villaverde pregona la dureza del franquismo “en este tiempo de crisis en el que todo es tan terrible”
Lleva media semana en A Coruña, de la mano de la Comisión pola Recuperación da Memoria Histórica, de actos en actos como homenajeada de honor del 81º aniversario de la República que vivió en primera persona y le llevó a tres exilios. Hija del primer alcalde republicano de Vilagarcía, Elpidio Villaverde, y viuda de un represaliado activista de Silleda Ramón de Valenzuela, Mariví Villaverde es consciente, a sus 89 años de edad, de ser “memoria viva” de un “tremendo” tiempo pasado que necesita, afirma, ser rememorado para “no volver a eso nunca más”. “Los pequeños pregoneros tenemos que seguir pregonando, y si puede servir de algo, voy a seguir ayudando, luchando siempre”.
Pero no es el pasado el que le quiebra la voz y hace asomar las lágrimas, es el presente. La “negra situación económica” de España, “al borde del abismo, sin parecer tener solución”, “entregada sin futuro a una Ángela Merkel que dirige el cotarro y nos obliga a terribles acciones como recortar en enseñanza y sanidad”. Los adjetivos que Mariví dedica para recordar “la durísima” dictadura franquista los emplea también para comentar, con voz llorosa, las penurias de la crisis.
La serenidad con la que recuerda sus marchas forzadas a Francia y Argentina, “las inaceptables” condiciones de encarcelamientos varios de su marido, el “entusiasmo” del exilio gallego en Buenos Aires para mantener viva culturalmente su tierra, su lengua se torna en “dolor” e indignación cuando comenta “la inadmisible” tasa de parados “sin futuro” o “la insoportable” sucesión “casas vacías y gente en la calle por no poder afrontar su hipoteca”.
Mariví Villaverde no pretende dar lecciones. No hay un ápice de moralismo en sus relatos. Pero, para ella, “es muy importante recordar la dureza de la Guerra Civil y la dictadura de Franco que tanto daño hizo a su país hoy que todo también es tan terrible”. “Es necesario que la gente recupere la esperanza, y para eso hay que saber lo que pasó, tenerlo presente para que no se repita”.
Tenía 14 años cuando, tras el golpe de 1936, huyó con su familia y papeles falsos a Marsella, en Francia. Allí conoció a su futuro marido, detenido por los nazis alemanes al estallar la Segunda Guerra Mundial mientras ella se exiliaba, por segunda vez, a Argentina. Cinco años después y una tuberculosis que la mantuvo presa de los hospitales, decidió arriesgarse en 1944 a volver a Vilagarcía para casarse con su represaliado marido. “Había que correr el riesgo e intentar iniciar una vida más o menos normal, aunque todo era relativo con aquel régimen tremendo”. La pareja tuvo dos hijos pero pronto se desvanecieron todas sus esperanzas de libertad al ver que los aliados, y sobre todo los franceses “a los que tanto ayudaron republicanos españoles”, no hicieron nada contra un “Franco que seguía ahogando al pueblo”. Y de nuevo emigraron, otra vez a Argentina.
Allí, y durante 16 años, Mariví y su esposo fueron activos participantes del exilio gallego capitaneado por Luís Seone, Arturo Cuadrado, Blanco Amor, entre otros. “Hacíamos muchos actos, existía la posibilidad de luchar por Galicia, su lengua, su cultura, sus valores”, dice. Trabajó codo con Cuadrado en el mensual Galicia, una publicación antifranquista que impulsaba también la creación de escuelas en su tierra natal. Fue también actriz, con el Teatro Gallego de la Federación, interpretando e incluso también traduciendo textos en su lengua vernácula. Y fue fiel comercial de la cerámica de Sargadelos que Isaac Díaz Pardo trataba de difundir a través de una fábrica en Magdalena. Mariví recuerda con emoción la reunión en el Centro Gallego de Buenos Aires en la que el entonces joven emprendedor lanzó su idea de abrir una sucursal en Argentina “para expandir la producción gallega”. “Nos entusiasmó a todos, y nos asociamos con él para hacer ese lugar que diera renombre a Galicia”.
De vuelta a España, en la década de los 60 e instalada en Madrid “donde, dentro de la dificultad y la dictadura dura había menos vigilancia que en Galicia”, Mariví siguió “luchando por Galicia” con los gallegos de la capital. Y en eso sigue, activa del Consejo por la Memoria Histórica y todas las batallas que surjan.
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