La crisis es de civilización y es de valores
"Proponemos otra teoría económica donde las relaciones de colaboración se imponen a las de competencia, una economía para ayudarnos unos a otros a vivir mejor"
Este año 2012 la población mundial conseguirá la cifra de 7.000 millones de habitantes. La población de la Unión Europea será algo más de 500 millones de almas, el 7,1%. Así, uno de cada cien europeos es valenciano o valenciana. No cabe ninguna duda que este 7,1% que habitamos la Unión Europea, simple cuestión de azar, estamos tan acostumbrados a la asistencia sanitaria pública, la pensión, la educación o el transporte público, como la madre centro africana al hecho que se le mueran los hijos de hambre.
La globalización ha significado la ruptura del oasis de prosperidad occidental y probablemente las soluciones no haya que buscarlas solo en términos de protección o blindaje del espacio monetario europeo.Tenemos que asumir el carácter privilegiado de nuestra construcción europea, de nuestras preocupaciones, principios, valores y condiciones, en un plano de análisis universal. Hay una parte de la crisis que es la crisis de las personas, sus metas, objetivos, anhelos. Por eso debemos proponer otros valores dominantes.
Habrá que situar los objetivos y las soluciones en el continente, en Europa. Comprobar si estamos dispuestos a sanear y juntar nuestras economías o no lo estamos. Si somos solidarios o no lo somos. Por ejemplo, debemos cuestionar la existencia de veintisiete ejércitos, tantos como estados, que generan un gasto socialmente inaceptable. Es por lo que también me siento griego muchos días en mi tierra cuando compruebo que se ha producido una quiebra fraudulenta de la Generalitat Valenciana. Cuando no sabemos en qué se han gastado los 20.000 millones de euros que tenemos en deuda pública. Somos griegos nacidos en Oliva, como yo, que piensan que si fuéramos un país independiente viviríamos en la pobreza por culpa de cuatro golfos y un descerebrado que se pasea en barca en su pre jubilación forzosa.
La crisis es de valores, porque la cultura de la competitividad, la estimulación del consumo y el crecimiento económico, es la misma que no reconstruye Haití, que propone guerras y convive con el hambre, la exclusión, la persecución, la esclavitud. Una civilización, en definitiva, que se adentra en el siglo XXI alejándose conscientemente del principio kantiano de solidaridad universal que impone la finitud geográfica del planeta, el que reconoce el derecho del otro a no ser reconocido como enemigo. La inercia del sistema conduce al caos, pero el cuerpo científico y técnico de la humanidad es inagotable, además de su creatividad, arte, cultura o pensamiento. Como valencianos tenemos mucho que aportar a la mejora global.
La conclusión es clara: en una nueva cultura del bien común de la sociedad, el valor dominante de la riqueza económica individual estará desvinculado del reconocimiento público y relacionado con otro valor de orden colectivo que tienda a reemplazar el estímulo de la de competitividad por el de la colaboración, como mecanismo para la optimización de los costes. Esta es nuestra cultura de la austeridad, la que propongo con mis compañeros y compañeras de viaje hacia la libertad personal y colectiva. Sí, proponemos otra teoría económica donde las relaciones de colaboración se imponen a las de competencia, una economía para ayudarnos unos a otros a vivir mejor. Otra manera de entender la vida, de ciudadanos rebeldes ante un sistema que no funciona como debe y para lo que se ha creado. Proponemos otros valores, en definitiva, para salir de la crisis y hacer política.
Enric Morera es portavoz de Compromís en las Cortes Valencianas
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