Un contenedor sin contenido
El Conde Duque sigue desaprovechado, con una programación escasa y con servicios aún cerrados
Visitar el Conde Duque está en el número 137 entre las 652 cosas que se pueden hacer en Madrid, según la guía Lonely Planet. Otras publicaciones tampoco hacen descripciones demasiado apetecibles de este centro cultural llamado a ser uno de los polos de la cultura en la capital. Y pese a ello, aún hay algún turista que se acerca hasta el antiguo cuartel, cercano a Malasaña, mete la guía en la mochila y la pasa por el control de seguridad. Una vez dentro, admira los patios, echa un vistazo a las salas de exposiciones y, pensando que se le debe de haber escapado algo, pregunta a la primera persona que encuentra: “¿Dónde está el museo?”. “Está cerrado”, contesta a Rolf, austriaco, una mujer que parece haber salido de las oficinas a fumarse un cigarrillo. “¿Hay cafetería?”, insiste Rolf, que quiere tomar algo mientras carga su portátil. La mujer niega con la cabeza: “Aquí hay poco que ver y que hacer, la verdad”.
Ha pasado un año de la visita preelectoral que hizo Alberto Ruiz-Gallardón al nuevo Conde Duque. Las obras, que habían durado seis años, lucían prácticamente terminadas. Los casi 60.000 metros cuadrados de contenedor cultural estaban listos para recibir su contenido. El antiguo cuartel tenía que ser, junto con Matadero y Cibeles, uno de los tres vértices del nuevo escenario cultural madrileño. El edificio prometía. Céntrico, pulcramente restaurado, con nuevos teatros, auditorio y salas de exposiciones, solo faltaba llenarlo de propuestas y de gente. Gallardón volvió a finales de mayo a presentar una primera programación: danza, música, una exposición. Ya entonces algo llamó la atención: el centro echaba a andar sin tener responsable nombrado, sin presupuesto propio y sin una orientación clara.
El recinto del Conde Duque sigue hoy casi tan inhóspito como al principio. Es tan vasto y está aún tan desaprovechado que no consigue atraer más que a públicos muy concretos a las funciones de teatro (este fin de semana, Traición, de Harold Pinter) y los conciertos de clásica (Léon Berben en solitario el sábado y en dúo con Iñaki Fresán, el domingo). Las dos exposiciones en cartel se inauguraron con ocasión del Día Internacional de la Mujer. Una de ellas, en la gigantesca Sala 3 —casi 1.000 metros cuadrados— no se va a mover de allí hasta septiembre. La renovación, por ahora, no es el fuerte del Conde Duque: la muestra que inauguró la Sala 3, del holandés Cornelis Zitman, permaneció allí cinco meses.
El nuevo equipo que se ha hecho cargo de la Concejalía de Las Artes reconoce que aún falta mucho por hacer en el antiguo cuartel. Y alguno se pregunta incluso si no se abrió antes de tiempo y sin un plan de actividad claro. Se puso en marcha con otra coyuntura económica, una que permitió que en Madrid florecieran las infraestructuras culturales. Un panorama más propio de tiempos de abundancia que ahora, con presupuestos menguantes, requiere hacer más con menos. La prioridad del equipo que lidera el delegado de Las Artes, Fernando Villalonga, está ahora en los servicios culturales básicos, asegura Timothy Chapman, el nuevo coordinador general del área. Si antes lo fueron las infraestructuras, ahora lo serán las bibliotecas municipales y la “descentralización” de la actividad cultural.
La primera oportunidad de demostrar ese nuevo carácter está en el propio Conde Duque, que ha visto cómo la apertura de las instituciones culturales, la segunda pata de su actividad, se retrasaba varios meses respecto a la fecha prevista. El Archivo de la Villa, la Hemeroteca Municipal y la Biblioteca Histórica permanecieron cerrados desde octubre hasta enero. Durante las obras habían seguido dando servicio de forma provisional en barracones instalados en el patio. El Museo de Arte Contemporáneo y la biblioteca pública Víctor Espinós, sin embargo, aún esperan su turno.
En una zona que no anda sobrada de bibliotecas —una carencia que palió en parte la apertura el año pasado de la Iván de Vargas, en el Madrid de los Austrias—, la del Conde Duque se echa en falta. Está acabada, pero tal y como reconocen en Las Artes, no abre por falta de trabajadores para atenderla. Y no es la única. Ocurre lo mismo con la de Casa de Fieras, en el parque del Retiro, y la de Carabanchel, a tiro de piedra de Madrid Río. Quizá cuando por fin empiece a prestar libros y se pueda entrar a su sala de lectura, el Conde Duque recuperará visitantes del barrio: estudiantes, jubilados que leen el periódico...
Contar con una cafetería probablemente también ayudaría a recuperar algo de bullicio en las desangeladas instalaciones del centro cultural. Estaba previsto instalar una. Nada más entrar, a la izquierda, un espacio vacío aún la espera. Tiene hasta un cartelito en el que se lee “cafetería”. Durante la primera visita de Gallardón, hace un año, se habló también de una tienda como las de muchos museos y centros culturales. La Casa Encendida, por ejemplo, tiene una en la que vende los catálogos de sus exposiciones y productos de comercio justo.
“Es fundamental”, asegura Carlos de Riaño, el arquitecto encargado de la reforma del Conde Duque. Es optimista respecto a las posibilidades de futuro. “El barrio ya está cambiando gracias al centro cultural. Abren locales que llevaban años cerrados, hay nuevos restaurantes, tiendas... Y estoy convencido de que en breve empezará a subir el precio de los pisos”, asegura. Lo que le falta al Conde Duque, admite, es “sacarle partido”.
Con el buen tiempo llegará una buena oportunidad para ello. Los Veranos de la Villa, el festival veraniego de la capital, no volverán al escenario de Puerta del Rey, según fuentes del sector. Natalio Grueso, el flamante programador de los teatros municipales, aseguró ayer que su intención es que este espacio se integre en la programación artística de la ciudad y anunció que tendría un protagonismo “especial” en verano. Dónde mejor que los gigantescos patios del Conde Duque, en pleno centro de la ciudad y bien comunicado, para instalar escenarios al aire libre.
Para entonces los problemas que ha sufrido el centro en las últimas semanas ya deberían estar superados. La plaga de carcoma que amenaza el suelo de madera de amplias zonas del Archivo de la Villa, la Hemeroteca municipal y la Biblioteca Víctor Espinós empezará a tratarse “en breve”, asegura Riaño. Se está valorando hacerlo durante la Semana Santa para interferir lo menos posible en la actividad habitual de estas instituciones, que además de recibir visitas y peticiones de información, albergan oficinas y despachos.
Un informe del Instituto del Patrimonio Cultural de España, dependiente del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, recomendó el mes pasado retirar la tarima de madera tras encontrar una “infestación generalizada”. El Ayuntamiento, sin embargo, habla de una “afección escasísima”, de una tablilla de cada 10.000 con orificios provocados por el insecto. “Solo se van a levantar las zonas afectadas”, afirma Riaño. Las tablillas se sustituirán, se lijará el suelo y se le dará un tratamiento químico, aún por determinar. Si todo va según las previsiones municipales, la eliminación de la carcoma podría obligar a cerrar al público las instalaciones únicamente “tres o cuatro días”, según el arquitecto. La obra, que costó 69,5 millones de euros —44 procedentes del Estado—, sigue en garantía, así que no vaciará aún más las maltrechas arcas municipales.
Puede que el Conde Duque aún no haya despegado, pero la materia prima está ahí, aseguran sus responsables. Su éxito dependerá de cómo decidan llenar de contenido el continente.
El nuevo equipo de Las Artes ‘toma’ el Teatro Español
No fue casualidad que ayer se presentara el nuevo plan de gestión de la cultura madrileña en el Teatro Español. El nuevo equipo del área de Las Artes del Ayuntamiento, liderado por Fernando Villalonga (concejal) y Natalio Grueso (nuevo director general de programación), elegía el coliseo madrileño como punto neurálgico de la escena cultural, “como el gran teatro de España ante el mundo”. Tomaban así el toro por los cuernos. Su primera puesta en escena se producía en el buque insignia de la cultura madrileña, en el que era el ojito derecho de sus predecesores en el cargo, incluido su director artístico en funciones (hasta el verano) Mario Gas, que anunció su marcha la semana pasada y que ayer fue el gran ausente. Era un acto cargado de simbolismo político en el que se desgranaron los pilares del nuevo planteamiento de gestión cultural.
Grueso, como máximo programador escénico municipal (no habrá directores artísticos en los centros culturales), hizo una presentación sucinta y ordenada: primer pilar, internacionalización (“Trabajaremos en red con la escena mundial, importaremos lo mejor y exportaremos talento”); segundo pilar, coproducciones y colaboración con el sector público y privado (“Fortaleceremos el tejido cultural mediante el trabajo conjunto”); tercer pilar, educación (“Madrid será pionera en el mundo al incluir una cláusula en los contratos de los artistas para que desarrollen una actividad educativa mientras estén aquí”); y cuarto pilar, eficiencia (“Aprovecharemos las sinergias para tener una programación variada y equilibrada”).
Cuatro ideas clave, genéricas, para un presupuesto de 25 millones, que se concretaron en que Matadero seguirá siendo centro de creación y para la danza. El teatro Fernán Gómez, el nexo de unión con la creación iberoamericana. El Circo Price, continuará programando circo con Pere Pinyol (que se mantiene en su puesto). Y Conde Duque revivirá en verano, lo que podría significar el regreso de Los Veranos de la Villa.
Y, todo ello, aderezado con los mensajes de vídeo alentadores de los amigos de Grueso (Woody Allen, Kevin Spacey, Oskar Eustis...). En términos de póker: full. Cuando se descubran las cartas se verá si es un farol.
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