Entre okupas y jueces
El edificio de la calle Echegaray tiene valor patrimonial y su toma puede dañarlo
En la calle Echegaray de Madrid hay un edificio recién rehabilitado que contiene un auténtico tesoro patrimonial: los azulejos que decoraban un local legendario, Los Gabrieles, protegidos por las leyes más estrictas debido a su valor histórico. Los azulejos, que fueron testigos de las juergas que allí se corrían Manolete o el general Primo de Rivera, son auténticas obras de arte, que han sido restaurados con la mayor profesionalidad y mimo por arqueólogos de primera fila.
Además de esta obra de arte, en el edificio se han construido 14 apartamentos de buena factura. Todo ello, a cargo de una empresa de mediano tamaño que ha pagado la Seguridad Social y las nóminas de sus empleados, que ha cotizado a Hacienda y ha seguido al milímetro las estrictas ordenanzas del Ayuntamiento que regulan estas intervenciones.
El domingo por la tarde, el representante de la empresa pudo hablar ante la asamblea de okupas que había decidido tomar el edificio para convertirlo en cuartel general de su nueva campaña. Expuso a los presentes que su empresa se iba a la quiebra si persistían en mantener ocupado el edificio. Les dio lo mismo: se trataba de un empresario y de alguien que quería defender su patrimonio.
Hoy el empresario ve cómo su esfuerzo de años se va al garete. Los okupas han convocado una fiesta popular y piden que sus simpatizantes les lleven, además de café y azúcar, taladros. El juez que recibió la denuncia decidió que no era urgente tomar ninguna resolución, la Delegación de Gobierno decidió que no valía la pena impedir la entrada de nuevos ocupantes para hacer una fiesta popular, cosa que sí podría haber hecho, porque no tiene nada que ver con el desalojo de los que ya están dentro.
¿Para qué estarán ahora usando los okupas los taladros en un edificio especialmente protegido? El propietario no lo sabe y a las autoridades no parece preocuparles en exceso.
En las asambleas del movimiento, las decisiones se toman por unanimidad. Eso quiere decir que las resoluciones las toman o los más tontos o los más canallas.
Cuando los okupas han tomado un edificio en ruinas para reivindicar su uso público y salvarlo han generado alguna corriente de simpatía. Una simpatía que sigue existiendo en sectores de la población a pesar de que en muchas ocasiones no bordean sino que penetran con fuerza los límites de la pura delincuencia y la devastación de bienes, comunes o privados.
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