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Un juez del Superior tilda la reforma laboral de “cataclismo”

El magistrado afirma que el paro "a partir de una edad" aboca a la indigencia o a los subsidios

La explosión de Tunguska en Rusia fue un cataclismo de origen controvertido que destruyó 2.000 kilómetros cuadrados de estepa siberiana en 1908. Las últimas hipótesis consideran que fue provocada por un cometa de hielo que pasó muy cerca de la Tierra, aunque también se ha asociado al impacto de un meteorito. Un evento geológico-cósmico de envergadura, en cualquier caso, que sirvió ayer al magistrado del Tribunal Superior Luis Fernando de Castro para ilustrar los efectos de la reforma laboral en los trabajadores. Si la de Zapatero en 2010 “fue una ley Tunguska contra las relaciones laborales en cuanto a despidos colectivos y objetivos, y ahora se le da una vuelta de tuerca”, bromeó de Castro, que participaba en Pontevedra en una jornada explicativa de la reforma.

El magistrado, que aseguró que el comentario se lo oyó primero a otro colega del Tribunal, salió a colación a cuenta del ya célebre argumento del descenso continuado de ingresos para justificar el despido. “Si yo vendo menos durante tres meses en mi empresa, aunque gane mucho, puedo despedir a los trabajadores”, señaló.

Baja indemnización

Ante un auditorio compuesto de graduados sociales, sindicalistas y abogados, el magistrado trató de ceñirse a explicar la ley sin emitir opiniones, pero se le escapó algún comentario crítico, como cuando se refirió al argumento de PP y patronal de que era necesario rebajar el número de días en las indemnizaciones por despido para equipararse con otros países europeos. “En Dinamarca tienen un despido sin causa y la indemnización es muy reducida, porque se considera que el cobro del desempleo lo compensa. Supongo que no tiene una tasa de paro como la nuestra, porque aquí el despido a partir de cierta edad supone que te aboquen a la indigencia o bien a los subsidios"”, describió.

También llamó la atención sobre el peligro de ser despedido si se falta al trabajo nueve días en dos meses, aunque las ausencias estén justificadas y coincidan una gripe mal curada, un entierro o una llamada urgente para ir a buscar a los hijos al colegio, según sus ejemplos. Los asistentes, que plantearon preguntas técnicas, murmullaban cada vez que el magistrado confirmaba las malas perspectivas que ofrecen para los trabajadores los cambios legales. “Ya lo sé, pero es así”, tuvo que zanjar ante alguna queja.

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