En el interior de Sert
‘El archivo fotográfico del modelo’ descubre los entresijos del arte del muralista San Telmo presenta la muestra hasta el 20 de mayo
Josep Maria Sert (Barcelona, 1874-1945) no se consideró nunca un fotógrafo, pero las instantáneas que tomó de las recreaciones que realizaba para luego confeccionar sus famosos murales esconden la esencia de su pintura. Con Josep M. Sert, El archivo fotográfico del modelo, el Museo San Telmo de San Sebastián invita a descubrir y a mirar al artista catalán como el médico que ausculta a un paciente. La muestra, abierta hasta el 20 de mayo, reúne 67 imágenes de las que 19 descubren al visitante los entresijos de los propios lienzos sobre el pueblo vasco que expone el museo en su iglesia.
“Sert solo entendió la fotografía como una herramienta”, zanjó la comisaria de la muestra, María del Mar Arnús, que ya se ha visto en el Centre d’Arts Santa Mònica de Barcelona.
El artista componía sus obras con muñecos y modelos
Aunque Sert considerase como su arte solo la pintura —un ejemplo de ello, además de las pertinentes cuadriculas para guardar la proporción, es que las instantáneas esconden en su reverso cuentas, apuntes y bocetos—, las unas no se entienden sin las otras. El recorrido permite comparar “la obra preliminar con la obra acabada, el principio y el final de todo eso”, explicó la comisaria, condesa de Sert.
El antes y el después de, entre otros, Las bodas de Camacho (1930-1931), un encargó que Sert recibió para vestir las paredes del comedor del Hotel Waldorf Astoria de Nueva York.
Las instantáneas revelan al pintor “más puro y genuino”, según la comisaria
El artista disponía en su estudio de París las escenas sirviéndose de muñecos, figuras de retablo o moldeadas con arcilla e incluso de modelos de carne y hueso, que vuelan entre andamios de madera para recrear a Cristo. Después de trabajar las sombras, la luz, las contorsiones de los cuerpos, la vestimenta, la geometría de la composición... disaparaba su cámara fotográfica.
El método de trabajo no hizo otra cosa que “revolucionar” la forma de componer murales y “desvela al Sert más puro y genuino, que como un niño atrapado en un desván maneja un mundo de marionetas y que revela imágenes extrañas, insólitas, desconcertantes, reveladoras de la necesidad del cuerpo”, enumeró Arnús.
Sert quiso quemar tanto las figuras utilizadas como las fotografías. Solo el empeño de sus ayudantes evitó que se convirtiera en cenizas la esencia de su arte. Y entre esos, Leonard Mancini, su modelo, el niño que entró con 11 años al estudio del artista como chico de los recados, el que es capaz de volar y el que “a pesar de su pequeña estatura, medía 1,60”, se acabó convirtiendo en “imprescindible” para el pintor y el protagonista de muchas de las instantáneas.
“En este momento histórico en el que las fronteras del arte se han abierto, en el que el ser humano se siente una marioneta, haciendo piruetas por el aire, en el que se exploran los límites, es el momento de revisar a Sert”, concluyó la comisaria.
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