Nuestro hombre en Telemark
La gran gesta de la resistencia noruega tiene una conexión barcelonesa
Tampoco irán tan mal las cosas si resulta que te puedes citar un jueves por la tarde en una cafetería del paseo de Sant Joan con alguien que es parte viva de la historia de los héroes de Telemark. Estudié el rostro de Bjarne Nilssen. Unos rasgos recios y a la vez francos y amables. Unas facciones que hablan por sí solas de largas temporadas al aire libre en una tierra agreste, un paisaje de fiordos, tundra y cielos de una pureza salvaje atravesados por la belleza insigne de la aurora boreal. Bjarne, curtido por la práctica del esquí de fondo en temperaturas que te hacen tiritar solo de oírlas, sonreía ante mi escrutinio mientras sostenía su caña de cerveza como hubiera podido empuñar una metralleta Sten.
Me explicó que la lista de héroes de Telemark aún vivos se ha reducido drásticamente. Ya solo quedan dos de los nueve originales: Joachim Ronneberg y Birger Stromsheim. Los últimos años han sido peor que la Gestapo, oigan, se nos han muerto Fredrik Kayser (febrero de 2009, con 90 años), Knut Haugland (diciembre de 2009, con 92), que también fue tripulante de la Kon-Tiki, y Jens-Anton Poulsson (febrero de 2010, con 91). Desde luego, estaban todos como para llevártelos a dar otro golpe de mano contra los nazis… Para los que no lo recuerden, los héroes de Telemark fueron el pequeño grupo de audaces comandos noruegos entrenados por el SOE británico que durante la II Guerra Mundial, el 28 de febrero de 1943, sabotearon la planta de agua pesada de la factoría Norsk Hydro en Vemork, al lado de Rjukan, en la región de Telemark y paralizaron los planes atómicos de Hitler. La aventura ha dado pie a dos películas, una es la conocidísima Los héroes de Telemark, de Anthony Mann, con Kirk Douglas, Richard Harris y, hum, Ulla Jacobsson (actriz sueca que, ¡Dios la bendiga!, también salía en Zulú). La otra es la mucho más exacta y menos popular Kampen om tungtvannet, de 1948, una estupenda reconstrucción de los hechos en la que varios de los comandos originales (Poulsson, Haukelid, Kayser) ¡se interpretaban a sí mismos!
Hablamos mucho de la antigua película Bjarne y yo. Él la ha entendido mejor porque está en noruego. Mi copia tiene historia, además de la del sabotaje, quiero decir, ya que e la compré el mes pasado en el Museo de la Resistencia en Oslo, un lugar que les recomiendo. Explica muy gráficamente en sus salas la lucha contra la ocupación nazi e incluye cosas tan estupendas como el transmisor usado por los héroes de Telemark, aparte de una de las bombas que lanzaron los aviones británicos sobre el acorazado Tirpitz y el siguiente dramático (y desconcertante) mensaje cifrado del agente Cisne: "Toda la jefatura arrestada o escapada. Hasta el momento sin contacto. Feliz navidad y próspero año nuevo".
Los audaces comandos noruegos lograron paralizar los planes atómicos de Hitler
Bjarne me escuchó hablar enternecido por mi entusiasmo hacia la resistencia noruega. Y es que he estado también en el Museo Militar, en el mismo castillo de Akershus, donde, para sorpresa del vigilante de sala, me he hecho fotos a mí mismo con la reproducción a tamaño natural de una columna blindada de la Wehrmacht invadiendo Noruega. Bjarne sabe mucho de los héroes de Telemark porque, agárrense, no solo es originario de Rjukan, donde nació en 1940 y pasó la guerra, sino que su padre fue ingeniero en la planta de Vemork, y su abuelo ¡el director de la fábrica en la época de la incursión de los comandos! "Hubo explosiones y muchos alemanes que corrían de un lado a otro y amenazaban con matar a todo el mundo. El pueblo se llenó de rumores. Mi abuelo fue tomado como rehén. Todo el mundo estaba a favor del ataque, pese a que las represalias se anunciaban temibles. Los nazis querían dar un escarmiento, pero el mando militar subrayó que los asaltantes llevaban uniformes y al final todo quedó en amenazas".
Bjarne es controlador aéreo jubilado y vive en Barcelona con su mujer, Teresa, catalana. Conserva casa propia en Rjukan y me ha invitado a pasar unas jornadas en Telemark esquiando, siguiendo la ruta de los comandos. Yo le he dicho que sí —¡vaya crónica iba a ser esa!— pero me vienen a la cabeza las terribles y heladas jornadas de aquellos duros tipos alimentándose del contenido del estómago de los renos a -20º y me asaltan dudas.
"Los héroes de Telemark siguen siendo muy recordados en Noruega", me señala Bjarne, aunque matiza que son más populares los navegantes de la Kon-Tiki. Yo me temo que no soy de la pasta de los unos ni los otros. En el Museo de la Resistencia encontré a un noruego mucho más a mi medida, Petter Moen. En una vitrina se exhiben algunas de las hojas de miserable papel higiénico marrón en las que pacientemente escribió su diario en una celda en el cuartel general de la Gestapo en Oslo. Moen no se encargaba de sensacionales acciones de comando sino de la prensa clandestina. Su diario (editado en castellano por Veintisiete letras), que dejó escondido en la cárcel, es conmovedor y cercano. "Me han interrogado dos veces. Latigazos. Delaté a Vic. Soy débil. Merezco desprecio. Me aterroriza el dolor". Recuerda a su amada Bella y cita mucho a Hamlet. entre el miedo y los ataques de ansiedad. Lo enviaron a Alemania en 1944 y tuvo la mala fortuna de que el barco que lo transportaba chocó con una mina y se hundió. Moen murió. "Soy débil y sentimental", escribía. "También yo quisiera ser un hombre valiente".
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