El periodista Rafael Nadal gana el Pla con un retrato de familia
'Quan érem feliços' está redactado con voluntad de estilo a partir de episodios breves
El toque social —más acentuado durante el franquismo pero que siempre ha respirado la velada— del galardón se reforzó ayer con la biografía del ganador del Josep Pla, Rafael Nadal (Girona, 1954). El periodista, predestinado quizá por cuestiones de apellido a que algún día, como la de ayer, fuera su noche, es miembro de una de las familias más influyentes de su ciudad que, entre otros, ha dado dos políticos, —un exalcalde de la ciudad, consejero de la Generalitat y dirigente socialista (Joaquim Nadal) y uno con un perfil más técnico (Manuel Nadal)— y un exrector de universidad (Josep Maria Nadal).
La de los Nadal es una familia numerosa, de 12 hermanos, hijos de padres del Opus Dei. Cómo vivió esa infancia y primera juventud, las tradiciones religiosas, las fiestas, los veranos en la idílica cala de la Fosca de Palamós y los primeros escarceos en política, conforma la argamasa de Quan érem feliços, memorias redactadas con voluntad de estilo a partir de episodios breves, pespunteados por saltos en el tiempo de inevitables reflexiones sobre la vida sociopolítica catalana, a rebufo de la historia familiar.
"Es un recorrido íntimo, con una mirada infantil, siempre feliz, por unos paisajes y una proximidad a la naturaleza casi primaria hasta la muerte de Toni, uno de mis hermanos", definía con cierta emoción contenida.
Quan érem feliços es el debut literario de un periodista que arrancó a principios de los setenta como corresponsal en París para el diario Catalunya Express y que, tras pasar por EL PAÍS entre 1982 y 1988, y por la subdirección del Diari de Barcelona, alcanzó su cénit entre 2006 y 2010 como director de El Periódico de Cataluña. Esa faceta de notario de la realidad se refleja también en el libro en la aproximación a “una burguesía de provincias que ha ido desapareciendo de manera casi querida, sin traumas”.
En 2011, Nadal publicó su primer libro, Els mandarins, breves retratos de políticos y personajes notables con los que se ha topado en su dilatada trayectoria. Con intención, como su memoria.
Quizá para una segunda entrega de sus mandarines tomara ayer notas Nadal de una velada que volvió a tener el glamour de los grandes de las letras barcelonesas —de Pere Gimferrer a Eduardo Mendoza; de Alicia Giménez Bartlett, ganadora el año pasado del Nadal, a Llucia Ramis, el Pla de hace dos— y el de las autoridades autonómicas, el presidente Artur Mas y el consejero de Cultura, Ferran Mascarell. Si bien hay crisis en el sector, en la cena no faltó nadie: 450 invitados, solo 10 menos que el año pasado.
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