‘Manifiesto criminal’ de Colson Whitehead: una magnífica policiaca con más de Balzac que de Ellroy
La última entrega de la serie de novelas de intriga situadas en Harlem vuelve a demostrar el talento de un multipremiado escritor que en sus libros entretiene, muestra, denuncia, atrapa y se echa unas risas contigo

La propuesta de Colson Whitehead (Nueva York, 56 años) es tan avasalladora, divertida y consistente que, en un mundo perfecto, su última entrega, Manifiesto criminal, sería de los más vendidos, dejando atrás mucha de la morralla que habita esas cumbres. En listas de género negro o sin género. Whitehead es un escritor talentoso y gozoso que es de los pocos que ostentan dos Pulitzer y el segundo en toda la historia de ese premio recae sobre un autor negro. Entretiene, muestra, contextualiza, denuncia, atrapa y se echa unas risas contigo.
El único pero en esta incursión en el noir es que, de forma voluntaria y concienzuda, nunca es sombrío. Los avatares que nos cuenta apenas muestran arañazos o punzadas de dolor y su melancolía siempre es un trampolín a un futuro mejor. ¿Es necesario eso en un libro sin que suponga demérito alguno a su vocación literaria? No, en absoluto. Es solo la diferencia entre Amy Winehouse y Adele. Ese lugar pequeño y oscuro desde donde se miran las cosas. De donde se viene o donde, hagas lo que hagas, vas a acabar.

Al lado de eso, la lista de aspectos realmente positivos de esta novela es prolija. Nos encontramos con la segunda parte de su tríptico sobre Harlem, que comenzó con El ritmo de Harlem a mediados de los sesenta y que nos llevará hasta la década de los ochenta. Manifiesto criminal, dividido asimismo en tres partes, cubre desde 1971 hasta 1976. El personaje sigue siendo Ray Carney, propietario de la tienda Muebles Carney ubicada en la Calle 125, cercana al hotel Theresa y al Teatro Apollo. Carney ha sido perista, chanchullero, delincuente de segunda, lo suficientemente inteligente como para dejarlo a tiempo y dedicarse a vender muebles a sus vecinos. Está maravillosamente casado con Elizabeth, que trabaja en una agencia de viajes y tiene dos hijos, John y May. Ésta está loca por los Jackson Five y le ruega, exige y pide a su padre, día sí, día no, entradas para ver la inminente actuación de aquellos en el Madison Square Garden.
De este modo tan ingenuo, para conseguir esas entradas, Carney hace la llamada equivocada a Munson, un comisario corrupto con el que había trabajado en el pasado. Pero Munson, en pleno momento Serpico en su comisaría, tiene ideas de qué debería hacer Carney por él para conseguir las entradas. Ése sería el argumento de la primera de las tres nouvelles que integran Manifiesto Criminal.
La siguiente, en la que Carney tiene papel testimonial, la protagoniza Pepper, un matón en forma de armario ropero, viejo compinche del padre de aquél, que también comprueba que hacer de arregla-asuntos en el rodaje de una película de blaxploitation, Nefertiti T.N.T., puede tener más complicaciones de las previstas. El más mínimo hilo que toques en Harlem hace que toda la telaraña de corrupción, matones, políticos, camellosy buscavidas se mueva. La tercera parte reunirá a Carney y Pepper en su choque con la corrupción urbanística en la que están todos metidos: fiscales, caseros, compañías de seguro, peristas, pirómanos y gánsters, provocando la decadencia del barrio y de la ciudad de Nueva York, en clara recesión y aumento de la delincuencia.
Lo portentoso de Whitehead es que tiene más presente a Balzac que a Ellroy, y aprueba con nota todas las asignaturas de la novela, las tres nouvelles en una. En sus casi 400 páginas nunca baja el ritmo ni el nivel narrativo a pesar de que estamos hablando que pasan por nuestros ojos centenares de personajes, cada uno con su apodo, anécdota, ascendentes, calle y parentela, sin que eso lastre la lectura. Whitehead siempre se nos muestra recién levantado, fresco como una rosa. Es siempre entretenido, divertido, distinto e idéntico, sin que te canse ninguna de las doscientas veces que lo hace.
Está bien en las escenas de acción, en los personajes testimoniales y secundarios, no abusa de los diálogos epatantes y funciona tanto como libro de historia, novela devora-páginas y denuncia bien explicada de los mecanismos del poder. Tiene pies ligeros en las escenas de acción pero también giros que no te esperas e incluso delicatessen de Escuela de Escritores (aún siendo un narrador omnisciente, cuando el protagonista es el vendedor de muebles, cada escena de interior se explica por los diferentes tipos de muebles que hay, por ejemplo). Su Harlem es voluntariosamente folklórico, y sus habitantes, vitales y optimistas, lo suficiente amorales para sobrevivir día a día, conviviendo con deportividad y buen humor al racismo, la corrupción, las bombas incendiarias, palizas, muertes, Panteras Negras, y otros accidentes con resultado defunción o bancarrota. Llegados a este punto, uno recuerda que Amy Winehouse falleció hace años mientras Adele, se ha despedido desde Las Vegas de los escenarios hasta nuevo aviso, harta de ser multimillonaria.

Manifiesto criminal
Traducción de Luis Murillo Fort
Literatura Random, 2025
392 páginas
22,90 euros

Manifiest delictiu
Traducción de Ferrán Ràfols
Periscopi, 2025
424 páginas
22,90 euros
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