El riesgo de mirar lo que está presente y no se ve: la no ficción del otoño de 2024
Olvidos inquietantes en la historia de España, violencias que se repiten en Europa y abusos que configuran la intimidad: las novedades de la temporada aportan herramientas literarias para repensar lo personal y lo colectivo
Un lugar inconveniente (Galaxia Gutenberg, septiembre) es una obra maestra de la no ficción contemporánea. El libro de Jonathan Littell y Antoine d’Agata cumple con aquello que da sentido a esta modalidad literaria: sabe mirar lo que no se ve, descubre lo que está allí pero no advertimos porque el tiempo o los hombres lo han borrado. Hay varios libros de la rentrée que tienen esta virtud catártica que sacude la conciencia porque muestran lo que inquieta.
la rentrée cultural de 2024
La obra de palabras e imágenes del escritor Littell y el fotógrafo D’Agata tiene como punto de partida un lugar de memoria trágica: Babi Yar, en las afueras de Kiev. Era un barranco, pero lo dejó de ser. En 1941, tras usarse como fosa para miles de cadáveres en un episodio de violencia nazi, fue cubierto y ahora puede pasearse por ese lugar inquietante. Por allí caminan los dos, inquietos por lo que saben y está sepultado, y miran con detalle lo que los paseantes no advierten. Y cuando una primera versión del manuscrito estaba acabada, la invasión rusa de Ucrania. Se trasladan a Bucha con la mirada entrenada en Babi Yar para investigar la matanza y para que, a través de este libro, nunca pueda desaparecer el horror.
El horror puede borrarse de diversas maneras. O se sepulta lo que quiere ocultarse o se fuerza a ver otra realidad. Esta tensión es la activadora de Presentes (Alfaguara, septiembre), de Paco Cerdà. Por una parte mira con el máximo detalle “la ceremonia más inverosímil de la historia contemporánea de España”: el cortejo que durante 11 días y 10 noches de noviembre de 1939 llevó el cadáver de José Antonio Primo de Rivera de Alicante a El Escorial. Pero la narración, conectando con el 14 de abril, enseña lo ocultado durante esos días y que ha tardado décadas en saberse: desde los peones que sufrían en los campos de refugiados o los que morían en la Segunda Guerra Mundial, el recuento de tantas vidas echadas a perder y que no salían en las fotografías.
El horror puede borrarse de diversas maneras: o se sepulta lo que quiere ocultarse o se fuerza a ver otra realidad
En la casa familiar de Juan Trejo, durante su adolescencia, la fotografía de su hermana Nela no estaba sobre el mueble bajo del salón. Estaba desplazada al recibidor, como algo ajeno. Ese lugar anómalo, que el adolescente no veía, ahora lo ha mirado con meticulosidad para descubrir qué era lo que ocultaba esa imagen. “Nela, de hecho, estaba tan lejos que apenas tenía ya un significado evidente para mí”. Nela 1979 (Tusquets, septiembre) es una investigación sobre una hermana mayor que falleció muy joven a causa de la adicción a la heroína. Pero la falta de información fuerza al narrador a ampliar su propósito para entender quién pudo ser la chica de la fotografía: el caso de su hermana está narrado como paradigma de la evolución del país —la inmigración de la provincia a la capital— y el cambio de mentalidades —la irrupción de la contracultura como liberación moral— que tuvieron sus víctimas. La escena que describe la impresión de otra hermana al ver cómo Nela se pinchaba es una valiente invitación a mirar donde durante años no se ha querido ver.
A veces es imposible mirar donde solo se puede ver. Porque no hay rastro que pueda seguirse. En el arranque de Margarita Landi. La Rubia del Velo y la Pistola —la biografía de la periodista de El Caso que han escrito Javier Velasco y Maudy Ventosa (Alianza, septiembre)— se cuenta en un par de líneas la peripecia del archivo de la revista de sucesos: era una mina para reescribir la crónica negra de la España del siglo XX. Aunque se intentó salvar, el archivo se perdió. Imposible mirar más allá de las páginas sensacionalistas de la revista para buscar verdad.
Verdad vital es lo que busca Neige Sinno en un gran libro: Triste tigre. (Anagrama, septiembre). En junio de 2000, en un periódico regional francés, apareció la noticia del calvario que había sufrido: su padrastro la había violado sistemáticamente durante su infancia y primera adolescencia. Los lectores lo vieron y seguramente lo olvidaron, solo ella puede mirarse una y otra vez, pero su libro no es solo un testimonio de lo que ocurrió. A partir de su caso propone una meditación sobre la vivencia del abuso a lo largo de la vida. “El tabú en nuestra cultura no es la violencia sexual en sí, que se comete con frecuencia, sino hablar de ella, pensarla, analizarla”. Ese es su desafío y desde allí da sentido a otras palabras, como las del diario de Virginia Woolf o Lolita, de Nabokov.
A veces se mira, y se mira con el máximo detalle, pero no hay forma de descubrir lo que se busca. Esa búsqueda es el tema de La dificultad del fantasma, (Anagrama, septiembre) de la gran Leila Guerriero: el fantasma es lo que se intuye, se busca y no se encuentra, aquí la presencia de Truman Capote en la Costa Brava durante la escritura de A sangre fría. A veces se mira a partir de lo que ya no existe, de ver solo restos: los silencios que pueden escucharse en Memorias ahogadas (Pepitas, septiembre), de Jairo Marcos y Mª Ángeles Fernández, las voces de quienes vivían en pueblos anegados por los pantanos. A veces se contempla lo que incomoda y fascina, como Raquel Peláez y los pijos en Quiero y no puedo (Blackie, septiembre). A veces se contempla lo que huye, como Jorge Freire en Los extrañados (octubre, Libros del Asteroide, octubre), que persigue la pista de cuatro escritores que se sintieron fuera de lugar. A veces uno mira cómo ha vivido su vocación para afirmar el sentido vital de su profesión, como Marta Sanz en Los íntimos (Anagrama, septiembre).
Y a veces preferimos no mirar, aunque esa ceguera voluntaria nos impida ver cómo se corroe hoy la democracia: nos lo enseña la intelectual Anne Applebaum en Autocracia S.A. (Debate, noviembre) al describir las redes de la cleptocracia financiera, el capitalismo de la vigilancia o los propagandistas amparados por China o Rusia.
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