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Lorena Amorós: “Nunca aceptaría un encargo que me diera pereza”

La exposición de la artista en el CAB de Burgos, ‘Deseo futuro’, parte del feminismo especulativo para reflexionar sobre el imaginario de la ciencia ficción

Lorena Amorós

Lorena Amorós (Alicante, 1974) es artista visual, investigadora y docente. Su exposición en el CAB de Burgos, Deseo futuro (hasta el 29 de septiembre), parte del feminismo especulativo para reflexionar sobre el imaginario de la ciencia ficción.

¿De qué maneras ha influido la ciencia ficción en la formación de la idea de lo femenino? La ciencia ficción ha sido y sigue siendo una plataforma poderosa para explorar y redefinir la construcción de lo femenino y conceptos de género. Si bien, tradicionalmente, las publicaciones pulp y space opera estaban concebidas por y para hombres, en las que predominaban las mujeres tipo trophy wife, también han existido grandes escritoras —desconocidas y otras veces silenciadas— que promovieron personajes femeninos activos, como es el caso de la estadounidense Catherine Lucille Moore (1911-1987). Una de las pioneras de la corriente conocida como ficción especulativa y cuya firma ambigua, C.L. Moore, le permitió su entrada en la famosa Weird Tales. En sus relatos, la evolución de los roles femeninos dio lugar a un buen número de badass women, un término coloquial que se refiere a mujeres temibles, valientes y decididas; un perfil que he subrayado en mi trabajo a través de exposiciones como Fear the Star (2022) y/o Sisters of Tomorrow (2023), y que ahora, en Deseo futuro (2024), he tratado de potenciar a través de la exploración del concepto de deseo en la intersección entre la ciencia ficción y el feminismo especulativo que defiende la teórica Donna Haraway, es decir: el deseo como fuerza motriz de cambio; deseo como agente de construcción de identidad; deseo como exploración de futuros posibles. Desde esta perspectiva, reivindico un espacio cómplice y activo en el que podamos reconocernos como consumidoras y creadoras de los escenarios metaficcionales que he creado en el CAB, alejándonos de la imagen vulnerable que históricamente se nos ha atribuido.

Al echar la vista atrás a su trabajo, ¿cuáles diría que han sido sus obsesiones recurrentes? Las obsesiones que desde siempre han permeado mi trabajo han estado vinculadas con el análisis de las situaciones límite de la autorrepresentación, los reversos de la autobiografía en los álbumes familiares y la construcción de la subjetividad femenina en las distorsiones forzadas por los condicionantes culturales. En la misma línea de protagonismo: el mundo imaginario del fan y sus proyecciones sobre la música rock y punk, así como la incidencia del género de la ciencia ficción y los productos de serie B en la cultura contemporánea desde una perspectiva de género. En este sentido, he insistido en cuestionar y deconstruir las normas y estereotipos que la ciencia ficción provoca en la imaginación artística y literaria, cuestionando el papel de la mujer en este género con el fin de imaginar futuros posibles donde las identidades sean más fluidas y diversas.

¿Cuándo supo que se dedicaría al arte? Me recuerdo siempre con ese impulso.

¿Qué obra de arte ajena le habría gustado crear? Hay demasiadas obras de arte que me apasionan y sobre las que he trabajado, pero si tengo que declinarme por una, esa sería Frankenstein, de la gran Mary Shelley.

¿Con qué tres adjetivos definiría su obra? ¡Qué difícil! Quizá irónica, obsesiva y crítica, porque el término feminista está implícito.

¿Qué es lo más bonito que le han dicho sobre su trabajo? Reina de Marte.

¿Y lo más extravagante? Mi madre me dice continuamente que no trabaje tanto porque tengo dos hijos pequeños.

¿Qué ha aprendido del mundo del arte que no se pueda aprender en un libro? La necesidad de la perseverancia en el trabajo.

¿En qué museo se quedaría a vivir? Creo que no podría vivir en un museo porque ello agravaría mi insomnio.

¿Qué libro tiene abierto en la mesilla de noche? Desde que fui madre de mellizos (Marta y Pablo) hace cinco años, poco leo por la noche, pero ahora mismo en mi mesilla tengo El pacto de lucidez o la inteligencia del Mal, de Jean Baudrillard y Some New Kind of Kick: A Memoir, de Kid Congo Powers. Este último lo tengo como “oro en paño” después de que el propio K.C. P. me lo firmara con dedicatoria incluida en el Funtastic Drácula Carnival, el festival más divertido del planeta y que, salvo peligro de muerte, nunca me pierdo.

¿Uno que no pudo terminar? Intento escoger bien porque apenas tengo tiempo, pero sí hay alguno que no puedo citar por respeto al autor y porque además es amigo.

¿Cuál es la película que más veces ha visto? No sabría si Vampyr (1932), de Carl Theodor Dreyer, Attack of the 50 Foot Woman (1958), de Nathan Juran o Les yeux sans visage (1960), de George Franju.

¿La última serie que vio del tirón? Hace poco volví a ver Riget (1994), de Lars von Trier.

Si tuviese que usar una canción o una pieza musical como autorretrato, ¿cuál sería? Me resulta imposible identificarme con un único tema, soy muy de The Cramps, Nick Cave and the Bad Seeds, Beasts of Bourbon y Los Bichos de Josetxo Ezponda…pero también me retumban bandas como Parálisis Permanente, Dead Boys, The Monsieurs, Les Lullies, Kate Clover, Wau y los Arrrghs y un largo etcétera…

¿Qué está socialmente sobrevalorado? El bienquedismo.

¿Qué encargo no aceptaría jamás? Cualquiera que sólo imaginarlo me diera pereza.

¿Cuál es el suceso histórico que más admira? El Movimiento de Liberación de las Mujeres (WLM).

De no haberse dedicado al arte, sería… La batería de los Bad Seeds, con el permiso de Thomas Wydler.

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