Ana Blandiana y el entusiasmo popular de los ‘samizdat’
La poeta, premio Princesa de Asturias de las Letras 2024, no solo es una de las principales figuras de la literatura contemporánea de Rumania, sino que también fue una de las escritoras que sufrieron la censura durante la dictadura comunista en su país
La poeta rumana Ana Blandiana, premio Princesa de Asturias de las Letras 2024, no solo es una de las principales figuras de la literatura contemporánea de Rumania, sino que también fue una de las escritoras que sufrieron la censura y la falta de libertad de expresión durante la dictadura comunista que gobernó su país entre 1945 y 1989, lo que se materializó en que sus obras fueran prohibidas en tres ocasiones y que circularan en forma clandestina en los llamados samizdat.
Ana Blandiana padeció la represión comunista desde muy joven. Su padre era pope en la catedral ortodoxa de Oradea y profesor de instituto. Fue encarcelado durante seis años tras la llegada al poder de los comunistas en 1945 con el apoyo del Ejército Rojo soviético. Hasta ese momento, el partido comunista era minoritario, como recoge en forma satírica la película rumana Boda muda, en la que un personaje considera como fenómeno paranormal el que en su pueblo nadie votó a los comunistas en las primeras elecciones tras la Segunda Guerra Mundial y, sin embargo, ganaron los comicios. El encarcelamiento de su padre impidió a Ana Blandiana seguir estudiando, una práctica habitual en los regímenes comunistas con respecto a los hijos de los condenados. Tuvo que trabajar como peón en la construcción.
Ana Blandiana es un seudónimo, su verdadero nombre es Otilia Valeria Coman. Blandiana es la localidad natal de su madre en Transilvania. En 1959, con 17 años, Ana Blandiana empezó a hacer sus pinitos literarios en Tribuna, firmando con dicho seudónimo. Así lo hizo en una antología de poesía, Treinta jóvenes poetas, pero alguien descubrió que tras su seudónimo se hallaba la hija de un “enemigo del pueblo” y se le prohibió seguir publicando.
En 1964, durante la pequeña “liberalización” del régimen siguiendo el llamado “deshielo” posestalinista soviético de Nikita Jruschov, vio publicado su primer libro de poemas, La primera persona del plural. Le siguieron El talón de Aquiles, en 1966; El tercer sacramento, en 1969, y otros más en años sucesivos con los que obtuvo un notable éxito. Pero la censura seguía existiendo, por lo que, como tantos escritores en los países comunistas, para poder seguir publicando sus poemas tuvo que recurrir a la metáfora y el misterio. Sus obras fueron traducidas a distintas lenguas, logrando premios como el vienés Gottfried Herder en 1982.
La escritora se dio cuenta de que su poema ‘Totul’ era más largo: los copistas lo habían alargado, y se convirtió en una obra del pueblo
En 1984 y en 1988, durante la época de Nicolae Ceausescu, sufrió de nuevo la prohibición de publicar; estas veces por lo que había escrito, no porque su padre fuera un “enemigo del pueblo”. No se consideraba una disidente, solo hacía lo que creía que era normal. La policía política, la temida Securitate, la tuvo vigilada, interviniendo su correspondencia y teléfono, cuando no se lo cortaban. Sus libros fueron retirados de bibliotecas y librerías. Probablemente su prestigio internacional la salvó de la cárcel, como le ocurrió en Hungría a Magda Szabó.
En Rumania, como en otros países comunistas, funcionaba una red de publicaciones artesanales clandestinas, los samizdat (“publicado por uno mismo”, en ruso). Se difundían de esta forma obras prohibidas nacionales y extranjeras; también noticias, música y películas. En las cárceles, al no haber papel ni lápiz, los poemas se memorizaban y recitaban unos a otros, como hicieron en su día en la Unión Soviética Anna Ajmátova y Nadiezhda Mandelstam en una escena que recuerda a la novela de Ray Bradbury Fahrenheit 451.
El método de difusión clandestino de obras prohibidas era que cuando alguien recibía una copia, mecanografiaba varias con papel carbón y las pasaba a otros lectores que hacían otro tanto. La práctica era peligrosa, muchos de estos lectores-copistas terminaban en la cárcel o perdían sus empleos, como le pasó a la escritora rusa Liudmila Ulítskaya. Las máquinas de escribir estaban controladas, lo que permitía a la policía detectar el origen de la copia, como se ve en la película alemana La vida de los otros.
Los copistas de samizdat eran fieles al original, pero uno de los poemas de Ana Blandiana, Totul (todo), sufrió el entusiasmo de aquellos. Publicado en la revista Amfiteatru, cuando empezó a circular en forma de samizdat al ser prohibidas sus obras, Ana Blandiana se dio cuenta de que Totul era más largo, había crecido de forma inesperada. El poema enumera elementos de la vida cotidiana que no coincidían con los que mostraba el régimen comunista. ¿Qué había ocurrido? Que muchos de los copistas hicieron su aportación al poema manifestando su oposición al régimen. Digamos que convirtieron Totul en un poema del pueblo, probablemente movidos por el deseo de que no cayera en el olvido lo que es una dictadura comunista. Lo mismo que animó en 1993 a Ana Blandiana a crear con su marido, el escritor y periodista Romulus Rusan, y la ayuda del Consejo Europeo, el Memorial de las Víctimas del Comunismo y de la Resistencia, en Seghet. Su lema es una frase de Ana Blandiana: “Mientras la justicia no pueda ser una forma de memoria, solo la memoria puede ser una forma de justicia”.
Manuel Florentín, periodista y escritor, es autor de ‘Escritores y artistas bajo el comunismo’ (Arzalia, 2023).
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