Pongamos que escribo de Madrid: nuevas lecturas de una capital global
Más allá de las obras que habían contado el centro de la ciudad, novelas y crónicas ensanchan la imaginación cultural sobre las periferias del Madrid que vive un auge pospandémico también como sujeto literario
A escasos metros de la plaza de la Villa se encuentra en la calle Mayor el pequeño local comercial de La Librería, un sello fundado en los años ochenta dedicado a Madrid. A través del escaparate, entre los libros sobre la ciudad y sus barrios, sobre distintos periodos históricos, sus monumentos y leyendas, se ve expuesto en el interior un volumen bastante grande y de colores sobre… Toledo. Tal vez un lapsus turístico, aunque también pudiera servir como ejemplo de la curiosa idiosincrasia madrileña, ciudad de acogida que se mira poco a sí misma. Escribe Luke Stegemann en Madrid, historia de una ciudad de éxito (Espasa) sobre la paradoja que hace que la urbe combine a menudo “un orgullo enorme con una gran falta de autoestima”.
El libro de este escritor, profesor e historiador cultural australiano que llega ahora a las librerías coincidiendo con su publicación por Yale University Press, tiene algo de canto de amor a Madrid —“aunque la ciudad tiene sus fallos”, puntualiza al teléfono— y de reivindicación de una capital a la que los autores extranjeros han prestado poca atención. Stegemann, quien desembarcó en la ciudad en 1989, vivió en ella ocho años y ha seguido visitándola con frecuencia, recuerda que “durante cientos de años los viajeros extranjeros y los propios españoles le han encontrado un sinfín de defectos a la insólita urbe: sucia, fea, estéril, caótica”, una ciudad “siempre en proceso de derribo y construcción”. “Los autores en español sí han escrito mucho, pero apenas hay nada en inglés, si pensamos en tanta gente que ha escrito sobre Berlín, París o Barcelona”, afirma Stegemann, quien subraya la fuerte vida cultural de la ciudad a principios del siglo XX y las muchas personalidades que recalaron allí. “He querido responder a ese abandono de Madrid, que no tiene una reputación como otras grandes capitales europeas pero debería, y hoy empieza a ocupar ese lugar”. Su libro recorre la historia de la ciudad y reclama ese espacio más allá de la carretera de circunvalación M-30, el Madrid de la periferia y la sierra, “un paisaje muy importante” que, sostiene Stegemann, es clave para entender un lugar que con frecuencia ha aparecido solo retratado por sus bares y céntricas calles.
Un buen número de textos publicados en los tres últimos años, desde 2021 hasta este 2024, tienen a Madrid como escenario protagonista y van descubriendo nuevas capas reales e imaginadas. ¿Vive la ciudad un auge pospandémico también como sujeto literario? El cerco se empieza a ensanchar en crónicas y novelas: desde el San Blas de los ochenta que retrata Alana S. Portero en La mala costumbre (Seix Barral) a los poemas de Luis Muñoz con ilustraciones de Montse Lago en Guadarrama (Papeles Mínimos); del Vallecas que recorre Nicolás Casariego siguiendo al equipo Rayo Vallecano en Rayografía (Debate), a la crónica total de un año clave que transformó el extrarradio narrado por Arturo Lezcano en Madrid, 1983 (Libros del K.O), pasando por la historia que ha escrito Jorge Bustos de las personas sin hogar que se refugian en Casi (Asteroide). De la capital que describe Brenda Navarro a través de los ojos de una joven inmigrante quien también recala en Barcelona en Ceniza en la boca (Sexto Piso), a esa tensión entre un traumático pasado barcelonés y la búsqueda de anestesia que proporciona un impersonal Madrid a la narradora de Lucía Lijtmaer en Cauterio (Anagrama); de las vidas entrecruzadas de tres mujeres con destinos y procedencias dispares en un edificio del centro en La ciudad (Lumen) de Lara Moreno, a las historias de amor con Madrid de fondo en No todo el mundo (Sexto Piso) de Marta Jiménez Serrano. También está esa ciudad de empresarios cercanos al poder en los ochenta que describe Manuel Arroyo-Stephens en el relato ‘Un hombre de negocios’ del libro De donde viene el viento (Acantilado) o el deambular de la singular flanêuse Bárbara Mingo Costales en Lloro porque no tengo sentimientos (Navaja Suiza). Y de vuelta quizá a una visión más prototípica de la ciudad están las tres noches de juerga fabulada por Javier Gallego en La caída del imperio (Random House) que terminan en ese 15-M sobre el que Elizabeth Duval arma la ficción Madrid será la tumba (Lengua de Trapo).
Alana S. Portero: “Existe una sensación de expulsión que nos impulsa a recordar que este es nuestro lugar”
En la lista de novedades de estos últimos tres años no faltan tampoco autores que hicieron de Madrid su destino vital y literario hace décadas, como Almudena Grandes, cuya novela póstuma Todo va a mejorar (Tusquets) —en esa trama distópica cambió el centro por una urbanización en Torrelodones y el pueblo de Becerril en la sierra— o Andrés Trapiello quien, tras su enciclopédico y exitoso Madrid, retomó una historia de posguerra sobre la que ya había escrito en Madrid 1945 (Destino) y que ahora saca la recopilación de sus diarios, un retrato vital de la ciudad, en Fractal (Alianza).
Zaragozano de nacimiento y barcelonés de adopción, Ignacio Martínez de Pisón también se ha acercado a la capital en Castillos de fuego (Seix Barral), su primer libro “muy, muy madrileño”, según explica. “Se respira Madrid no solo como escenario también como protagonista en esos años de la primera posguerra, llenos de conspiraciones internas y con una brutal represión, que sirven de metáfora de lo que ocurrió en el resto del país”. El Madrid de 1939, argumenta, no es tan distinto del de Galdós, que vivió casi 60 años en la ciudad y vio cómo la población se triplicó: “En su obra la ciudad aparece con pelos y señales, la cartografió y creó esa tradición realista”, apunta Martínez de Pisón. Él siente que “aunque hay mucha literatura situada en la ciudad, no ha generado clichés como ocurre con Barcelona y, por ejemplo, Las Ramblas, que todos suben y bajan por ahí en las novelas; esos lugares comunes en los libros situados en Madrid no existen”. Para la novelista Elvira Navarro esto es aún más pronunciado en los barrios madrileños más alejados: “Son muy interesantes, un territorio virgen para un narrador, un espacio que permite fabular la ciudad”.
En su blog madridesperiferia Navarro recorrió durante seis años esos lugares excéntricos a los que los escritores de su generación han llegado empujados por el precio de alquilar en el centro. La protagonista de su última novela, Las voces de Adriana (Random House), acaba instalada en Colmenar Viejo. “No diría que Madrid no está contado, hay muchas novelas canónicas, pero quizá hubo una sensación de cierto complejo durante unos años”, aventura la autora.
Arturo Lezcano lo que echó en falta al llegar a la ciudad en 2017, después de un largo tiempo como periodista en Latinoamérica, fue una tradición de crónica amplia y transversal de la metrópolis. “Es algo que en lugares como Buenos Aires o Rio de Janeiro está inserto en su historia, ya sea en aguafuertes, anaqueles o narraciones periodísticas que permiten entender el lugar en el que estás viviendo”, explica al teléfono. Se enfocó en 1983, un año “en el que pasaron muchas cosas en Madrid y marcó un cambio de época en España”.
Dice Lezcano que su mirada ajena le ayudó a entrar sin prejuicios a un terreno apenas explorado. “Lo que pasaba fuera de la M-30 no estaba contado más allá de las crónicas periodísticas”, apunta. “De La Movida al cine quinqui y entre medias, nada. Quise explicar de dónde viene el Madrid de hoy”. Ejemplo palmario de esa memoria parcheada y de la falta de relato es, según Lezcano, el derribo de la cárcel de Carabanchel. “En los ochenta era una amalgama con todo tipo de gente: desde Rafi Escobedo hasta los presos de ETA o el Grapo o los dueños de la sala Alcalá 20. Si juntas todos los puntos de quienes salen y entran surge un dibujo con todo”.
“No sé si es algo generacional o si hay un auge por cierta sensación de expulsión que nos lleva a recordar que este es nuestro lugar. Quizá tratamos de recordar que esta ciudad ha sido maravillosa”, dice Alana S. Portero, cuya novela La mala costumbre vuelve al San Blas de los ochenta donde creció. Portero se refiere a la Trilogía de Pío Baroja como una lectura que la hizo enamorarse de su ciudad, y a la serie de Manolito Gafotas de Elvira Lindo como un relato del barrio de Carabanchel que la gusta especialmente, pero reconoce que fue el cine, (“sobre todo Almodóvar”), lo que le permitió “ver la ciudad contada con ficciones construidas en su decorado y pensar en la posibilidad de habitarla como artista”.
Madrid, asegura, la ha “criado y liberado”. Sus padres y abuelos eran de aquí, pero “la gente se hace, no es de Madrid, no se da importancia a los ocho apellidos, aquí no hay una identidad que vindicar”. Portero rechaza la imagen del madrileño prepotente, algo que siente que tiene más que ver con la clase social que con el lugar, y reivindica la noche como un rasgo definitorio de la ciudad. “No terminas de conocerla si no habitas su noche, ahí descubres otra ciudad”, afirma. Siente Portero que “el relato madrileño público tiene poco que ver con sus habitantes y mucho con sus élites”.
“La identidad de Madrid tiene algo que sigue funcionando, porque ese impulso de acoger es lo que da más fuerza a la ciudad”, explica Nicolás Casariego. En Rayografía recorre la urbe y su historia, también su propia biografía, a través de su afición al fútbol y de una crónica que parte del abono que se sacó para ver al Rayo Vallecano un tórrido agosto. “Vallecas es un barrio como tantos de la periferia, que creció con la inmigración interior y al que también ha llegado gente de otros países. Es un barrio enorme que muestra cómo ser madrileño es algo que va cambiando”. Al fin, subraya Casariego, lo importante no es tanto el lugar, cualquiera puede ser interesante, sino la mirada y el enfoque.
Brenda Navarro cuenta que le gusta decir que es madrileña porque ¿qué significa? Cuando llegó procedente de México no acababa de encontrar el libro que le explicara Madrid. “Preguntaba y las respuestas nunca eran rápidas”, recuerda, y siente que queda mucho por contar de la ciudad. “Las historias suceden simultáneamente, y muchas no son pensadas ni narradas. Las personas racializadas, los mensajeros, las trabajadoras domésticas, ¿dónde se están escuchando estas historias sin entrar en una revictimización sino desde una perspectiva que muestre cómo se integran y forman parte de Madrid?”. Navarro considera que los estereotipos se están reconfigurando entre los más jóvenes que vienen “de una realidad diferente y no se preguntan si son hijos de inmigrantes, no tienen prejuicio. Tampoco se sienten representados por los movimientos sociales”.
“Aquí hay menos eslóganes y más libertad para narrar la ciudad desde la subjetividad”, cree Lijtmaer
El triángulo que arma en su novela Ceniza en la boca entre Madrid, Barcelona y Ciudad de México le permitió tratar la deshumanización urbana. “El anonimato es un juego que te puede expulsar o integrar”, reflexiona. Entre las dos ciudades españolas siente que hay “diferencias enormes y un montón de parecidos”. Los problemas de turistificación, la gentrificación o las críticas que se lanzan de una a otra ciudad tienen algo de eco. También subraya la falta de comprensión que muchos tienen de lo que significa vivir en otros lugares regidos por el miedo: “El bienestar puede estar adelgazando, pero hay que reconocer la buena vida y ver cómo se sostiene. Hacer autocrítica y crítica. También burlarnos de este lugar habitable”. Navarro defiende Madrid como ciudad cosmopolita con una diversidad apabullante. “Me interesa pensar la ciudad, entenderla y problematizarla”, explica. Es un lugar mucho más complejo, concluye, que no puede resumirse en “Real Madrid y cayetanos”.
Lucía Lijtmaer colocó a la protagonista de Cauterio en Madrid como epítome de un no lugar. “Me voy a vivir a Madrid que es algo parecido a la muerte”, dice su protagonista al arranque de la novela y añade, unas páginas más adelante, que “la juerga es el primer mandamiento de la ciudad”. Lijtmaer dice que sus referentes literarios están más conectados a Barcelona, a Mercè Rodoreda concretamente. “Madrid es una ciudad tremendamente literaria, pero tiene menos relato oficial, institucional, sobre sí misma”, observa. “Hay menos eslóganes y más libertad para narrarla literariamente desde la subjetividad”. Ella reclama una nueva vocación para contar desde otros géneros que vayan más allá del realismo, y advierte que esta omnipresencia de la capital en los libros es, claro, culpa de los escritores. “En toda literatura hay una sobrerrepresentación del contexto del escritor. Por eso hace falta mayor diversidad, imaginar otros mundos”. Muchos de ellos confluirán, dentro y fuera de los libros, las próximas semanas en el parque del Retiro durante la Feria del Libro de Madrid.
Lecturas recomendadas
Madrid. Historia de una ciudad de éxito
Luke Stegemann
Traducción de Ana Bustelo
Espasa, 2024
560 páginas. 24,90 euros
De donde viene el viento
Manuel Arroyo-Stephens
Acantilado, 2024
296 páginas. 24 euros
Casi
Jorge Bustos
Libros del Asteroide, 2024
192 páginas. 19,95 euros
La caída del imperio
Javier Gallego
Random House, 2024
384 páginas. 20,81 euros
Lloro porque no tengo sentimientos
Bárbara Mingo Costales
La Navaja Suiza, 2024
200 páginas. 18,50 euros
Fractal
Andrés Trapiello
Alianza, 2024
816 páginas. 29,50 euros
Castillos de fuego
Ignacio Martínez de Pisón
Seix Barral, 2023
704 páginas. 22,90 euros
Rayografía
Nicolás Casariego
Debate, 2023
392 páginas. 19,85 euros
La mala costumbre
Alana Portero
Seix Barral, 2023
256 páginas. 19 euros
No todo el mundo
Marta Jiménez Serrano
Sexto Piso, 2023
212 páginas. 18,90 euros
Guadarrama
Luis Muñoz
Ilustraciones de Montse Lago
Papeles Mínimos, 2023
64 páginas. 15 euros
Ceniza en la boca
Brenda Navarro
Sexto Piso, 2022
196 páginas. 18,90 euros
Cauterio
Lucia Lijtmaer
Anagrama, 2022
222 páginas. 18,90 euros
La ciudad
Lara Moreno
Lumen, 2022
328 páginas. 17,95 euros
Todo va a mejorar
Almudena Grandes
Tusquets, 2022
512 páginas. 21,90 euros
Madrid será la tumba
Elisabeth Duval
Lengua de Trapo, 2021
210 páginas. 17,50 euros
Madrid, 1983
Arturo Lezcano
Libros del K.O., 2021
445 páginas. 21,90 euros
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