La gran aventura europea de Jorge Semprún
Vida y obra se entrecruzan en este mapa del escritor y político. Desde el Madrid republicano hasta la Grecia de la dictadura, pasando por la Francia de la resistencia o el campo de concentración de Buchenwald, en sus libros y guiones dejó constancia de su intenso recorrido por el Viejo Continente y la historia del siglo XX
El 10 de diciembre se cumplen cien años del nacimiento de Jorge Semprún (Madrid, 1923-París, 2011). Su vida, marcada por el exilio de su familia en julio de 1936, tuvo dos ejes centrales: la política y la escritura, que le llevaron a trazar un extenso mapa por la Europa del siglo XX. En sus libros y guiones —escritos casi en su totalidad en francés— Semprún empleó como material literario su experiencia en la Resistencia contra los nazis y en el campo de concentración de Buchenwald, sus casi diez años en la clandestinidad como dirigente del Partido Comunista en la España franquista, su expulsión del PCE y también sus años como ministro de Cultura en el gobierno de Felipe González. Este recorrido por lugares clave en su biografía permite, a través de una selección de citas tomadas de sus trabajos literarios y cinematográficos, recordar su historia y su obra.
Madrid
Nacido el 10 de diciembre de 1923, en julio de 1936 abandonó la ciudad con su familia. No regresó hasta 1953, cuando vivió como clandestino, bajo el alias Federico Sánchez, entre otros nombres, y trabajó para el Partido Comunista Español desde Madrid hasta 1962. Su siguiente estancia en la ciudad fue como ministro de Cultura entre 1988 y 1991.
Más informaciónBiriatou
A finales de agosto de 1939 vio España como exiliado por primera vez desde esta pequeña localidad en la frontera. Aquí se encuentra una lápida de homenaje al escritor.
Más informaciónLa Haya
La familia Semprún se instaló en la capital holandesa a fines de 1936, donde su padre, José María Semprún fue agregado de negocios de la embajada de la República española hasta el final de la Guerra Civil
Más informaciónParís
Se traslada como estudiante en febrero de 1939 y en 1945 regresa. Será en esta ciudad donde mayormente viva hasta su muerte en 2011.
Más informaciónBorgoña
Como miembro de la Resistencia a la ocupación nazi de Francia, formó parte del grupo Jean-Marie Action, hasta ser detenido en 1943.
Más informaciónDe Compiègne a Buchenwald
El tren de deportados partió el 27 de enero de 1944 con 1583 hombres. La mayoría, como Semprún, eran resistentes contra la ocupación nazi que habían sido detenidos. El tren llegó al campo de concentración el día 29. A los presos les correspondió la numeración que iba del 43870 al 45048. Sobrevivieron 867.
Más informaciónBuchenwald
Apresado e interrogado por la Gestapo, llegó al campo de concentración próximo a Weimar en 1944.
Más informaciónSuiza
En las inmediaciones de Locarno pasó los últimos meses de 1945, y trató por primera vez de escribir sobre su experiencia en Buchenwald.
Más informaciónPraga
Visitó la ciudad durante sus años en el Partido Comunista de España. En un castillo de la ciudad fue expulsado del PCE en 1964.
Más informaciónSalzburgo
En 1964 recibe el Premio Formentor en esta ciudad por su primer libro 'El largo viaje', que escribió en sus años de clandestinidad.
Más informaciónGrecia
Guionista de 'Z' (1969), la película que le valió una nominación a los Oscar presenta de una forma ficticia los hechos que rodearon el asesinato del político demócrata griego Grigoris Lambrakis en 1963 y está basada en la novela de Vasilis Vasilicós.
Más informaciónMadrid
Calle Alfonso XI, número 12
“Había abandonado esta calle una mañana de julio de 1936, para las vacaciones de verano. Había vuelto en 1953, paseante inquieto, a finales del mes de junio, en el curso de mi primer viaje clandestino a España: primera salida de Federico Sánchez”
(….)
“Así medio siglo después de haber abandonado el barrio del Retiro —el parque, el museo, el jardín botánico, la iglesia de San Jerónimo, las calles residenciales la tienda de Santiago Cuenllas, el hotel Gaylord’s— después de dos guerras, el exilio, Buchenwald, el comunismo, algunas mujeres, unos cuantos libros, resulta que he regresado al punto de partida”.
[Federico Sánchez se despide de ustedes. Tusquets, 1993].
Calle Serrano, número 8. La Gloria de las Medias
“El escaparate de esta mercería totalmente olvidada, emergía en la noche, y sus luces proclamaban el nombre irrisorio: La Gloria de las Medias. En el cataclismo de los años, de las guerras, de los exilios, del universo entero, la permanencia insólita, probablemente irónica, de esta mecería de barrio, con su nombre grandilocuente, era el único lazo con un pasado remoto, tal vez inasequible. Tanto más remoto cuanto que esta tienda, este nombre tan sólo había conservado la esencia inalterable y fugitiva de los días de antaño. Como si en el momento en que iba a perderme de nuevo, seguir siendo un extraño en mi propio país —¿y por qué no serlo, por otra parte?, ¿no se es por definición extraño en el mundo?, ¿no es esta extrañeza al mundo la condición misma de la emergencia de lo humano?—, como si en aquel momento mismo, la aparición de esta mercería su permanencia humilde y testaruda me permitieran no solo recuperar mi memoria, sino también, paradójicamente a primera vista, reencontrar las raíces de mi extrañeza fundamental que me constituyera como personaje de mi propia vida”.
[Federico Sánchez se despide de ustedes. Tusquets, 1993].
Museo del Prado
“En este periplo imaginario, sin embargo, todo empieza y concluye ante Las meninas de Velázquez. Mi vida está ligada a esta obra fascinante, se aparta de ella y vuelve a ella sin cesar, encontrándola siempre en su camino”.
(…)
“Desde 1953, año de mi primer retorno clandestino a Madrid, me he plantado muy a menudo ante el cuadro de Velázquez, le he consagrado horas de meditación contemplativa. Diversas circunstancias han concurrido en esta predilección. Los recuerdos de infancia, sin duda. Razones menos íntimas, también, impuestas en realidad por las condiciones de la vida clandestina”.
“En los primeros tiempos, el Prado era un lugar ideal para matar el tiempo, para hacer vivir los tiempos muertos. Y en el Prado el emplazamiento de Las meninas era privilegiado.
En aquella época, la tela de Velázquez se exponía en una sala del museo que le estaba reservada. Allí se encontraba, en su sombrío fulgor, suntuosamente aislada, entenebrecida por la pátina de los siglos. La sala de Las meninas tenía una particularidad: un gran espejo a la derecha del cuadro, si se miraba de frente. Aquella superficie reflectante —y tal vez reflexiva— permitía reproducir el juego de puntos de vista que el cuadro propone de manera tan evidente como enigmática. Pero aquel espejo de la sala de Las meninas tenía otra virtud: permitía vigilar fácilmente el entorno. Sin que se hiciera nada —o mejor dicho, como si se estuviera observando el cuadro en aquel espejo, para recomponer los efectos sutiles de inversión de situaciones que aquel induce insidiosamente— podía comprobarse si alguien te había seguido”.
[Federico Sánchez se despide de ustedes. Tusquets, 1993].
Calle de Vicente Aleixandre número 3-5
“En 1953, durante mi primer viaje clandestino a Madrid, había visitado a Aleixandre, gran poeta, gran personaje del exilio interior. Lo había visitado con el nombre de Grador. Había fingido ser un hispanista francés que trabajaba en una tesis sobre la poesía española del siglo XX. Buen tema de tesis, por otra parte. Vicente Aleixandre vivía en una casita de un barrio residencial de la periferia, al norte de la ciudad. Las calles llevaban nombres de árboles y flores. La suya se llamaba ‘Velintonia’ que es otro nombre, como se sabe, para la sequoya. La conversación había sido apasionante, al menos para mí”.
[Federico Sánchez se despide de ustedes. Tusquets, 1993].
Calle Concepción Bahamonde, número 5
“Siempre te ha hecho gracia eso de vivir en Concepción Bahamonde: la cárcel de Ventas está ahí, a la vuelta de la esquina. Bueno, también te hacía gracia, unos años antes, vivir en la Travesía del Reloj. Bajabas a veces a la peluquería y estaba el barbero afeitando a los soldaditos de guardia en el Tribunal Especial del coronel Eymar, de la calle del Reloj. Si te llegan a coger en esa época, treinta metros escasos separaban tu diminuto ático —con azotea y vista panorámica sobre el paisaje del norte de Madrid, pero por su reverso velazqueño, o sea, por el reverso del perfil que a Velázquez se le ha ocurrido pintar —, treinta metros separaban ese domicilio clandestino del tribunal que habría de juzgarte. Luego, en Concepción Bahamonde, a finales de los años 50, lo que tenías a mano era la cárcel de Ventas”.
“Pero es la noche del 17 de junio de 1959 y has entrado en Marqués de Mondéjar, hacia Concepción Bahamonde. De pronto, al acercarte al portal del número 5 de Concepción Bahamonde, comprendes con toda claridad por qué has decidido venir a dormir aquí, a pesar de que Simón conozca este domicilio clandestino. Habías vuelto, por tanto, a esta casa de Concepción Bahamonde, número cinco, para no dejarle solo a Simón, para no abandonarle. Para que entre Simón y tú siguiese habiendo, como un secreto compartido, este lazo, este vínculo, esta relación. Y es que Simón sabe dónde estás. Conoce esta habitación, con su cama de hierro, su armario, su mesilla de noche. Conoce la habitación contigua, en la que trabajas: una mesa, una silla, la máquina de escribir, algunos libros. Conoce estas dos habitaciones diminutas, desnudas. Él ha vivido en esta casa de Concepción Bahamonde antes de que tú vivas en esta casa. Y cuando tú dejes de vivir en esta casa, Julián Grimau vivirá en esta casa”.
[Autobiografía de Federico Sánchez. Planeta, 1977].
Plaza del Rey, número 1
“¿Azar simbólico o guiño del destino? Como quiera que sea, el edificio en el cual estaban instalados los servicios de mi ministerio había sido construido en el solar de un antiguo circo. Durante mi infancia, allí se alzaban las instalaciones permanentes del Circo Price, que tan a menudo había frecuentado con mis hermanos. Más tarde cuando el circo fue derribado, se construyó un edificio de una modernidad relativamente sobria, no demasiado insólita en le paisaje urbano circundante. Albergaba los servicios del Banco Urquijo.
Aunque fuera objetivamente inocente, este emplazamiento no dejaba de tener su irónica significación. Podía servir de advertencia. Porque los juegos de circo y los imperativos de rentabilidad constituyen dos límites, dos obstáculos en los que pueden quebrarse las políticas culturales”.
[Federico Sánchez se despide de ustedes. Tusquets, 1993].
Palacio de La Moncloa
“Eran las 12 de la noche en la entrada de la La Moncloa y yo me preguntaba en el silencio de mi fuero íntimo si Jaime Gil de Biedma, gran poeta, compañero de largos paseos e interminables conversaciones nocturnas, no se había equivocado por una vez. Había vaticinado, al final de uno de sus Poemas morales escritos bajo el franquismo, que ‘de todas las historias de la Historia / la más triste sin duda es la de España / porque termina mal…'
¿Y si la historia de España, por una vez, no terminara mal?”
[Federico Sánchez se despide de ustedes. Tusquets, 1993].
Calle Príncipe de Vergara 204, Restaurante La Ancha
“Por la noche, sin embargo, a veces en el frescor parsimonioso y provisional de una brisa del norte, volvía a encontrar el ambiente de antaño. Gracias a los amigos de antaño, claro está. Volvía a encontrarme con algunos de ellos para cenar, en la terraza de un restaurante que frecuentábamos desde hacía años, La Ancha. Volvía a encontrarme allí en el ambiente característico de las interminables conversaciones nocturnas: el espíritu de Madrid”.
“En La Ancha, una vida más tarde, varias muertes más tarde, alguien murmuró que sólo nos faltaba Domingo. Nos miramos y era verdad. Había sido nuestro amigo, a veces incluso el vínculo entre nosotros, la amistosa conciencia de nuestra amistad”.
[Federico Sánchez se despide de ustedes. Tusquets, 1993].
‘Federico Sánchez se despide de ustedes’
Biriatou
“Pediría que me enterraran en el pequeño cementerio de Biriatou. En este lugar frontera, posible patria de apátridas, entre una y otra pertenencia —la española, que es de nacimiento, con toda la imperiosidad, arrolladora por momentos, de lo que es evidente; la francesa, que es de elección, con toda la incertidumbre, a veces angustiosa, y el apasionamiento—, en esta antigua tierra de Euskal Herria. Un lugar para que mi ausencia se perpetúe”
[Adiós, luz de veranos... Tusquets, 1998].
‘Adiós, luz de veranos...’
La Haya
Iglesia de Parkstraat
“Ocurrió, en efecto, que el sacerdote de la Parkstraat que pronunció el sermón de la misa mayor se despachó con una diatriba de inusitada violencia contra los rojos españoles, llamando a la guerra santa contra ellos, a la cruzada de la fe contra los enemigos de la Iglesia.
Mi padre no conocía lo suficiente la lengua holandesa como para entender aquella prédica guerrera en sus detalles y matices. Así y todo, captó que el cura había hablado de España y de los rojos españoles. Al concluir la misa, mientras salíamos de la iglesia, me pidió que le resumiera la encendida soflama de cura, cosa que hice con la mayor precisión posible.
Cuando concluí mi detallado resumen, mi padre se detuvo ante la reja que dejaba a la Parkstraat. Estaba lívido; su mirada traslucía desesperada ira”.
[Adiós, luz de veranos... Tusquets, 1988]
París
Boulevard Saint-Michel
“La panadera del bulevar Saint-Michel, mujer de lengua larga e ideas cortas —curvas, más bien: torcidas, quiero decir—, me había expulsado, con una frase que pretendía ser hiriente (’español del ejército derrotado’) de la comunidad de los elegidos. Mi detestable acento no sólo me había impedido obtener el panecillo o el croissant que deseaba, sino que también me había desgajado de la comunidad lingüística, que es uno de los elementos fundamentales de un vínculo social, colectivo. Tomé una decisión de inmediato. En circunstancias como ésas, no es recomendable remolonear. Disimular, darle largas al asunto con la esperanza que todo se arregle: no se arregla nunca. Así pues, acepté ser rechazado. Soy un extranjero, muy bien; seguiré siéndolo, pensé. Con todo, para que esa decisión íntima, repentina, tan apremiante como la chispa de la gracia —si me fío de los que experimentaron dicha chispa o, al menos, la convirtieron en un gratificante tema literario—, fuese realmente eficaz, mi condición de extranjero no debía ser ostensible, perceptible para cualquiera. Debía ser una virtud secreta, y para ello tenía yo que dominar la lengua francesa como un autóctono”.
[Adiós, luz de los veranos... Tusquets, 1998].
Liceo Henri IV
“Había en el Liceo Henri IV dos cursos de filosofía. El profesor de uno de los cursos era Maublanc, un marxista. El otro era Bertrand, un racionalista crítico”.
[La escritura o la vida. Tusquets, 1995].
Rue Balise-Desgoffe
“Con El hombre sin atributos, de Musil, había encontrado, en efecto, Los sonámbulos, de Hermann Broch, en la biblioteca de Édouard-Auguste Frick de la Rue Balise-Desgoffe, en París. Frick era un ginebrino erudito, rico y generoso, amigo del grupo Esprit, que nos había alojado durante varios meses a mi hermano Álvaro y a mí. Disponía de una biblioteca extraordinaria, de la cual una buena parte era en lengua alemana. Yo había ido engullendo los volúmenes por decenas”.
[La escritura o la vida. Tusquets, 1995].
Café de Flore, 172 de Boulevard Saint-Germain
“En 1942, en el Café de Flore, lo que me llamó la atención fueron la silueta y el andar de Simone Kaminker. También ella se movía entre las mesas, y aquel día yo no podía distinguir su rostro. No vi realmente su rostro hasta tres años más tarde, en 1945, el verano de mi regreso, en la terraza de ese mismo café. La pequeña Kaminker había cambiado de nombre, pero su mirada no desmentía su andar altivo, danzante que creaba alrededor de su silueta espacio móviles de luz y de silencio, y que ya me habían llamado la atención la primera vez”.
[La escritura o la vida. Tusquets, 1995].
Rue de Vaugirard
“Es la antevíspera del 1 de mayo: el 29 de abril, por lo tanto. Por la tarde, para ser del todo exactos. Llegué en el transcurso de la tarde del 29 de abril a París, a la Rue de Vaugirard, en un convoy de la misión de repatriación del padre Rodhain”.
[La escritura o la vida. Tusquets, 1995].
Place de la Nation
“Una breve borrasca de nieve se abatió sobre las banderas del 1 de mayo.
Yo estaba en la esquina de la Avenue Bel-Air y la Place de la Nation. Iba solo, veía desfilar la marea de manifestantes, rematada por las pancartas, las banderas rojas. Oía el rumor de los cantos antiguos.
Había vuelto. Estaba vivo”.
[La escritura o la vida. Tusquets, 1995].
Boulevard Montparnasse
“Fue en el Petit Schubert del Boulevard Montparnasse donde bailé con Odile por primera vez, unos días después de mi regreso. Después de la noche en vela de Eisenach.
Estaba otra vez la trompeta de Armstrong, todas las trompetas del paraíso. Estaba la noche en vela, el alcohol, la insensata esperanza de una vida reiniciada. Estaba Odile M., que era la prima de uno de mis amigos de adolescencia. Tras una cena conversaciones, risas, una discusión confusa en casa de unos desconocidos, en la Avenue de Saxe, en torno a Albert Camus, acabamos juntándonos una pandilla en le Petit Schubert, pasada la medianoche”.
[La escritura o la vida. Tusquets, 1995].
42 Rue Fontaine
“Lees tu dirección de entonces y te pones a reír silenciosamente. Aquel apartamento en el que viviste fugazmente había sido el de André Breton. Y éste te lo traspasó, cuando se mudó a otro piso más grande en la misma casa. Era un apartamento-taller de pintor, con la amplia vidriera del estudio orientada a la luz del norte que era la luz de Montmartre, por cierto. Llegaste un día con 250.000 francos de entonces, céntimos de hoy, que era el precio del traspaso. Te abrió la puerta André Breton ue era parecidísimo al poeta André Breton, tal y como sale en las fotos, de las historias ilustradas del surrealismo. Bueno casi todos los poetas que has conocido tenían aires de poeta”.
[Autobiografía de Federico Sánchez. Planeta, 1977].
Avenue Kléber
“Te acordarías de tu primer encuentro con Pasionaria.
Fue en París, en 1947
¿En primavera? Tal vez, no es imposible. Crees recordar que fue uno de esos días de París, con aguacero, de que hablara César Vallejo. En todo caso, fue en el local de que disponía la dirección del partido en la avenida Kléber. El local fue clausurado en septiembre de 1950, cuando el gobierno francés prohibió las actividades del partido español en Francia y puso fuera de la ley vuestras organizaciones. Pero incluso antes de la ilegalidad, antes de que las citas con los camaradas se hicieran en un parque, a la salida de un metro, en un apartamento discreto —o en la acera de la plaza de la República, delante de los escaparates de La Toile d’Avio, cuando se tratara de los dirigentes del PSUC, que no parecían conocer en París otro lugar para encontrarse, y, de hecho, sabes de camaradas llegados de Cataluña, de forma imprevista, y con algún recado urgente, a los cuales les bastaría tomar contacto con situarse estratégicamente frente a aquel trozo de acera de la plaza de la República, a esperar que pasara, inexorablemente, acudiendo a alguna cita, alguno de los dirigentes del PSUC— incluso, decías, antes de la ilegalidad del año 50, ese nombre de Kléber ira aureolado de algo de misterio”.
[Autobiografía de Federico Sánchez. Planeta, 1977].
“A nadie le agrada lo que yo pienso sobre España. Creo que ni a mí mismo me agrada. ¡La desgraciada España, la España heroica, la España del corazón sobre la razón! Se ha convertido en la conciencia lírica de la izquierda. Un mito de viejos combatientes. 14 millones de turistas viajan a España. España meca del turismo o leyenda de la guerra civil. Todo mezclado con Lorca. Yo ya estoy harto de Lorca. ¡Mujeres estériles, dramas rurales, ya estoy harto de la leyenda de España!”
[Discurso que pronuncia en su piso parisino Diego Mora, personaje protagonista de la película La guerra ha terminado (1966), dirigida por Alain Resnais con guion de Jorge Semprún].
‘La guerra ha terminado’ (1966)
Borgoña
Semur-en-Auxois
“Fue en 1943. En otoño, en la comarca de Semur-en-Auxois. En un recodo del río había una especie de presa natural que retenía el agua”.
(...)
“El alemán estaba solo, teníamos nuestras Smith and Wesson. La distancia que nos separaba de él era la correcta, lo teníamos perfectamente al alcance de nuestras armas. Se podía recuperar una moto, una metralleta.
El joven alemán se ha vuelto de espaldas, se dirige a pasos cortos hacia su motocicleta, inmóvil en el caballete.
Entonces empuño el arma con ambas manos. Apunto a la espalda del alemán, aprieto el gatillo de la Smith and Wesson. Oigo a mi lado las detonaciones del revólver de Julien, que ha disparado varias veces, él también”.
[Ejercicios de supervivencia. Tusquets, 2016].
“Julien era mi compañero de rondas en el maquis de la comarca, donde repartíamos las armas que nos habían lanzado en paracaídas por cuenta de ‘Jean-Marie Action’, la red de Henri Frager para la cual yo trabajaba. Julien conducía los coches Citroën y las motocicletas a toda velocidad por las carreteras de los departamentos de Yonne y de Côte-d’Or, y compartir con él la emoción de las carreras nocturnas era una maravilla. Con Julien les tomábamos el pelo a las patrullas de Feld. Pero Julien cayó en una trampa, se defendió como un demonio. Su última bala de la Smith and Wesson fue para sí mismo: se la disparó en la cabeza”.
[La escritura o la vida. Tusquets, 1995].
“Yo había ido al Tabou con Julien. Les llevábamos a los resistentes del Tabou un suministro de explosivos plásticos con vistas a no recuerdo qué operación de sabotaje. Estábamos en el calvero del Tabou, anochecía. Yo me había sentido un poco apartado, releía un capítulo de La esperanza. Era un libro que siempre llevaba metido en la bolsa. Había acabado impregnándose del olor nauseabundo y persistente del explosivo plástico”.
[Aquel domingo. Tusquets, 1999]
Épiazy
“La casa de Irène Chiot era una antigua granja, con varias dependencias rodeando un corral herboso. Eran las doce, más o menos. La antevíspera habíamos volado un tren de municiones de la Wehrmacht, en Pointigny, y uno de los miembros de nuestro equipo desapareció. Yo fui a Laroche-Migennes, donde teníamos apoyos: escondites, buzones, un grupo de choque bien armado. Pero Georges V. seguía desaparecido. No hubo modo de restablecer el contacto con él. Algunos indicios hacían temer que lo hubieran detenido. De regreso en Épiazy, al alba, tras una noche en blanco, dormité unas horas en el cuarto que ocupaba habitualmente.
Eran las doce, más o menos; me desperté con la boca pastosa. Pensé en Georges V., desaparecido. Me encaminé a través del patio hacia el edificio que albergaba la cocina: necesitaba que Irène me preparara un café.
Pero, claro, nos había visitado la Gestapo”.
[Ejercicios de supervivencia. Tusquets, 2016].
‘Ejercicios de supervivencia’
Auxerre
“Había descubierto mi cuerpo de nuevo, su realidad por sí misma, su opacidad, también su autonomía en la sublevación, a los diecinueve años, en Auxerre, en un chalet de la Gestapo, en el transcurso de los interrogatorios.
De repente mi cuerpo se volvía problemático, se despegaba de mí, vivía de esta separación, para sí, contra mí, en la agonía del dolor. Los esbirros de Haas, el jefe de la Gestapo local, me colgaban en el aire, con los brazos estirados hacia atrás y las manos sujetas en la espalda por unas esposas. Me sumergían la cabeza en el agua de la bañera, que ensuciaban deliberadamente con desperdicios y excrementos.”
[Ejercicios de supervivencia. Tusquets, 2016].
Campo de Compiégne
“Fue pocas horas después de la salida. Apenas comenzábamos a darnos cuenta de que no se trataba de una broma pesada, de que iba a ser preciso, en realidad, permanecer así días y noches, apretados, prensados, ahogados. Algunos viejos empezarían ya a gritar, enloquecidos. No lo aguantarían, se iban a morir. En verdad, tenían razón, en realidad algunos iban a morir”.
(...)
“Hay gente en el andén de la estación, y acaban de comprender que no somos un tren como cualquiera. Han debido de ver agitarse las siluetas a través de las aberturas cubiertas con alambre de espino. Hablan entre sí, señalan el tren con el dedo, parecen excitados. Hay un chaval de unos diez años, con sus padres, justo ante nuestro vagón. Escucha a sus padres, mira hacia nosotros, agacha la cabeza. Luego se va corriendo. Luego vuelve también corriendo, con una piedra enorme en la mano. Al poco se acerca a nosotros y arroja la piedra, con todas sus fuerzas, hacia la abertura cerca de donde estamos. Nos echamos hacia atrás, deprisa, la piedra rebota en los alambres, pero por poco le da en la cara al chico de Semur”.
[El largo viaje. Seix Barral, 1965 / Tusquets, 2004].
Campo de Buchenwald
“Pues el prisionero que fui yo, el número 44.904, era un joven comunista de veinte años que tuvo sus experiencias en Buchenwald durante dieciséis meses como militante de la organización secreta. Que, una vez finalizado el periodo de cuarentena en el barracón 62 del campo pequeño, trabajó en la oficina de estadística del trabajo, es decir en uno de centro de poder neurálgicos de aquella organización interna. Por supuesto yo no pertenecía a la troika dirigente del Partido Comunista de España en Buchenwald, pero como yo era el único de todos mis camaradas que dominaba el alemán, se me encomendó esa tarea de gran responsabilidad. Así conocí algunos problemas, algunas actividades y también algunos secretos de la resistencia antifascista en Buchenwald”.
[’Weimar-Buchenwald’, dicurso pronunciado en el Teatro Nacional de Weimar el 9 de abril de 1995, recogido en el volumen Pensar Europa. Tusquets, 2006].
Bloque 56, Campo pequeño
“Doblemente enclaustrada, esta parte del recinto interior estaba reservada al periodo de cuarentena de los recién llegados. Reservada a los inválidos —el bloque 56 en particular— y a todos los deportados que todavía no habían sido integrados en le sistema productivo de Buchenwald.
Me acercaba los domingos por la tarde, todas las tardes de domingo de aquel otoño, en 1944, tras la lista del mediodía, tras la sopa de fideos de los domingos. Saludaba a Nicolai, mi compañero ruso, el joven bárbaro. Charlábamos un poco. Más valía estar a buenas con él. Que él me considerara a buenas con él, mejor dicho. Era el jefe del Stubendienst, el servicio de intendencia del bloque 56. Era también uno de los cabecillas de las pandillas de adolescentes rusos, salvajes, que controlaban los tráficos y los repartos de poder en el Campo Pequeño.
Nicolai me consideraba de confianza. Me acompañaba hasta los camastros en los que se pudrían Halbwachs y Maspero”.
[La escritura o la vida. Tusquets, 1995].
Semisótano sala de los contagiosos
“Solo en la voz se desplegaban esas emociones demasiado fuertes, como olas de un mar de fondo que removieran la superficie de aguas aparentemente tranquilas. Era el miedo de no ser creído, sin duda. De, ni siquiera, ser oído. Pero resultaba del todo creíble. A ese superviviente del Sonderkomando de Auschwitz le oíamos perfectamente”.
[La escritura o la vida. Tusquets, 1995].
Plaza
“Estábamos concentrados, treinta mil hombres inmóviles, en la plaza mayor donde pasaban lista, y los de la SS habían levantado en medio los andamios para la horca. Estaba prohibido mover la cabeza, bajar la vista. Era preciso que viéramos morir a aquel compañero. Le veíamos morir”.
[El largo viaje. Seix Barral, 1965 / Tusquets, 2004].
Crematorio
“Las hice entrar por la puertecita del crematorio, que llevaba al sótano. Acaban de comprender que no era una cocina y, de repente, enmudecieron. Les enseñé los ganchos donde colgaban a los deportados, pues el sótano del crematorio también servía de sala de tortura. Les enseñé los látigos y las porras. Les enseñé los montacargas que subían los cadáveres a la planta baja, directamente delante de la hilera de hornos. Subimos a la planta baja y les enseñé los hornos. Ya no tenían nada que decir. No más risas, ni conversaciones, ruidosa pajarera: silencio. Suficientemente pesado, suficientemente espeso como para desvelar su presencia detrás de mí. Me seguían, como una masa de silencio angustiado, de repente. Sentía el peso de su silencio a mis espaldas.
Les enseñé la hilera de hornos, los cadáveres medio calcinados que habían quedado en su interior. Casi no les hablaba. Les nombraba sencillamente las cosas, sin comentarios. Después las hice salir del crematorio, al patio interior rodeado de una alta empalizada. Una vez ahí, ya no dije nada, nada en absoluto. Les dejé que vieran. Había en medio del patio, un amasijo de cadáveres que superaba con mucho los tres metros de altura. Un amasijo de esqueletos macilentos, torsionados, con ojos de espanto”.
[La escritura o la vida. Tusquets, 1995].
Letrinas del Campo Pequeño
“Sin embargo, pese al vaho mefítico y al olor pestilente que envolvían constantemente el edificio, las letrinas del Campo Pequeño era un lugar convivencial, una especie de refugio donde encontrarse con compatriotas, con compañeros de barrio o de maquis; un lugar donde intercambiar noticias, briznas de tabaco, recuerdos, risas, un poco de esperanza; algo de vida en suma. Las letrinas inmundas del Campo Pequeño eran un espacio de libertad: por su propia naturaleza, por los olores nauseabundos que desprendían, a los S.S. y a los Kapos les repelía acudir al edificio, que se convertía así en el sitio de Buchenwald donde el despotismo inherente al funcionamiento mismo del conjunto concentracionario se hacía sentir menos”.
[La escritura o la vida. Tusquets, 1995].
Casa de Goethe
“Contemplo el sol de abril sobre el césped que baja hasta el Ilm. Contemplo la casita de campo de Goethe. Oigo el susurro profuso de los pájaros a mi alrededor: la vida reiniciada, en suma. Sin embargo un sentimiento inexplicable se podera de mí: estoy contento de volver, como acaba de decir Rosenfeld. Tengo ganas de volver a Buchenwald, entre los míos, entre mis compañeros, los aparecidos que regresan de una larga ausencia mortal ”.
[La escritura o la vida. Tusquets, 1995].
‘La escritura o la vida’
Suiza
“Yo vivía en Solduno, aquel invierno, en las inmediaciones de Locarno. Mi hermana Maribel había alquilado una casa en el valle de la Maggia, al sol de Tesino, para que yo pudiera descansar. Y escribir también” (...)
“En Ascona, en el Tesino, un día soleado de invierno en diciembre de 1945, me encontré ante la tesitura de tener que escoger entre la escritura o la vida”.
[La escritura o la vida. Tusquets, 1995].
Praga
“Me gustaría recordar brevemente a Rescheke, Busse y Bartel. Los conocí en la oficina de estadística del trabajo de Buchenwald, adonde acudían con frecuencia para discutir con el capo Willi Seifert y también con Josef Frank, uno de sus colaboradores. A Frank se lo condenó a muerte en Praga en el proceso contra Rudolf Slansky. Se le ahorcó y sus cenizas se esparcieron en una carretera abandonada y cubierta de nieve. Josef Frank, Pepikou, como le llamaban su compatriotas checos, confesó haber trabajado en Buchenwald para las SS y la Gestapo. Una declaración falsa, por supuesto, engañosa obtenida mediante tortura”.
[’Una tumba en las nubes’, discurso por la recepción del premio de los libreros alemanes en Frankfurt en 1994, recogido en Pensar Europa. Tusquets, 2006].
Castillo Zbraslav
“En 1964 regresé a Praga con un pasaporte francés a nombre de Camille Salagnac…. Era mi último viaje con pasaporte falso. En las cercanías de Praga, en un antiguo castillo de los reyes de Bohemia, durante una larga reunión del Ejecutivo —apelación perfectamente merecida por una vez, puesto que realmente me ejecutaron— acababan de expulsarme del Partido Comunista de España”.
[Federico Sánchez se despide de ustedes. Tusquets, 1993].
“En el momento mismo en que Pasionaria pide la palabra, en que, alisándose un mechón de pelo blanco, rebelde, colocaba en la mesa la cuartilla que iba a leeros, en ese mismo momento, se han abierto de par en par las puertas del gran salón y han entrado varios camareros de chaquetilla blanca y guante inmaculado.
Silenciosos y diligentes, se acercan a la mesa y comienzan a retirar los ceniceros llenos de colillas, las botellas de agua mineral y de zumo de naranja medio vacías. Diligentes y silenciosos, colocan en la larga mesa ceniceros limpios, vasos limpios, botellas frescas de agua mineral, grandes garrafas de zumo de naranja.
Con un aire de desagrado y de impaciencia, Pasionaria espera que terminen para hacer uso de la palabra.
Te quedan, pues, unos instantes de respiro …
Pero Pasionaria está hablando.
Mientras andabas perdido en tu memoria, mientras evocabas una imposible conversación verídica con ella, Pasionaria ha tomado la palabra. Está leyendo la cuartilla que tenía preparada, con su espléndida voz metálica, rugosa y armoniosa. Está fulminando contra vosotros los rayos de la cólera. Está hablando en nombre del Espíritu-de-Partido, el sacrosanto Espíritu-de-Partido. Está diciendo que sois, Fernando y tú, ‘intelectuales con cabeza de chorlito”.
[Autobiografía de Federico Sánchez. Planeta, 1977].
“En Praga, el último día, anduve recorriendo, con el temor angustiado de no volver a verlos nunca más, los lugares privilegiados de mi memoria de la ciudad. Así, fui a la tumba de Franz Kafka, en el nuevo cementerio judío de Strasnice. Fui a ver el cuadro de Renoir, expuesto en la Galería Nacional, en el recinto del Castillo”.
[Federico Sánchez se despide de ustedes. Tusquets, 1993].
“En enero de 1968 los conservadores habían sido descartados de la dirección del partido comunista checoeslovaco. Empezaba una nueva era. El pueblo podía hablar una vez más después de años de silencio, de pasividad, de indiferencia y de desprecio. Se había hecho la prueba. El socialismo vive en la libertad de las masas como el pez vive en el agua. Pero el mismo día que llegué a Praga fui testigo de la invasión del país por 600.00 mil hombres y 6.000 tanques de los ejércitos del Pacto de Varsovia”.
[Guion de La confesión (1970)].
‘La confesión’ (1970)
Bucarest
Tren Praga-Bucarest
“Dolores Ibárruri, que regresaba de no sé qué congreso en Berlín Este en el tren especial de la delegación rumana —aquel año, Dolores había instalado sus cuarteles de invierno en Bucarest—, iba a pasar por la estación de Praga el día siguiente mismo. Acordamos en consecuencia que yo también tomaría ese tren oficial, si los rumanos no tenían nada que objetar, para acompañar a la Pasionaria a Bucarest, exponerle durante el viaje las críticas del grupo de Carrillo y esperar su veredicto, que yo comunicaría a la vuelta al núcleo parisino del Buró Político del PCE.
Sea como fuere en el interminable viaje del tren especial de Praga a Bucarest me pasé una buena parte del tiempo con Kafka y Milena, aquel mes de enero de 1956, pocas semanas antes del que el XX Congreso del Partido Comunista Ruso empezara a desvelar, parcialmente todavía, con una prudencia dialéctica extrema, la realidad kafkiana del universo estalinista”.
[Federico Sánchez se despide de ustedes. Tusquets, 1993].
‘Autobiografía de Federico Sánchez’
Salzburgo
“Algunas semanas más tarde, en otro castillo, esta vez en Salzburgo, que no había pertenecido a los reyes de Bohemia sino a la familia de los príncipes de Hohenlohe, se me iba a entregar el Premio Formentor de Literatura por El largo viaje. Otra vida comenzaba sin documentación falsa. Y aún no estaba seguro de no sentir nostalgia de la antigua, nostalgia al menos de la aventura y de la fraternidad de aquella otra vida”.
[Federico Sánchez se despide de ustedes. Tusquets, 1993]
“Cuando Barral me haya entregado el ejemplar español de El largo viaje, cuando sostenga el volumen en mi mano, mi vida habrá cambiado. Y uno no cambia de vida impunemente, sobre todo cuando el cambio se hace a sabiendas, con una conciencia aguda y clara del acontecimiento, del advenimiento de un porvenir distinto, en ruptura radical con el pasado, cualquiera que le sea el curso que le está reservado”
(...)
“Carlos Barral me explica la singularidad del libro que sostiene en la mano y que va a entregarme.
Resulta, en efecto, que la censura franquista ha prohibido la publicación de El largo viaje en España. (…) Barral ha encargado la realización de un ejemplar único de mi novela. El formato, la encuadernación, el número de páginas, la sobrecubierta ilustrada: todo es conforme al modelo de la futura edición mexicana. Salvo un detalle: las páginas de mi ejemplar de hoy están en blanco, vírgenes de cualquier carácter de imprenta”.
[La escritura o la vida. Tusquets, 1995].
Grecia
“Habíamos conversado mucho sobre los problemas políticos e históricos de Grecia, que en cierto modo, enlazaban con los de España. Costa-Gavras era un emigrado griego, Montand un emigrado italiano; había una complicidad que hizo que los proyectos se encadenaran”.
[Vivir es resistir. Tusquets, 2014].
“Cualquier coincidencia con los hechos, los muertos y los supervivientes con la realidad no es casualidad. ES VOLUNTARIA. Jorge Semprún / Costa-Gavras”.
[Nota en los créditos de Z, (1969)].
“El señor subsecretario de agricultura acaba de recordarles que para el mildiu son necesarios tres sulfatados preventivos. Al igual que el mildiu, las enfermedades ideológicas deben combatirse en forma preventiva. Estas, como el mildiu, son debidas a la acción de gérmenes mórbidos y parásitos de diversas especies. Por tanto, la pulverización de los hombres, por los medios más apropiados, es indispensable. Las escuelas, en este caso, son nuestro primer objetivo. Es allí, si ustedes me permiten la metáfora, donde los brotes jóvenes no han alcanzado los 12 o 15 centímetros. La segunda pulverización debe hacerse poco antes o poco después de la floración. Se trata, evidentemente, de la universidad, de la juventud obrera y la época del servicio militar es el mejor momento para aplicarla y salvar el árbol sagrado de la libertad nacional de la infección de este mildiu ideológico. Este año los panfletos lanzados desde aviones, hablan a nuestros campesinos de otra clase de enfermedad ideológica que comienza a hacer estragos en nuestro país”.
[Diálogo del gendarme en el guión de Z (1969)].
“Tres años de cárcel por haber retenido y difundido documentos oficiales. Al mismo tiempo los militares prohibían el pelo largo, las minifaldas, Sófocles, Tolstoi, Eurípides, romper los pasos a la rusa, hacer huelgas, Aristófanes, Ionesco, Sartre, Albee, Pinter, la libertad de prensa, la sociología, Beckett, Dostoievski, la música moderna, la música popular, las matemáticas modernas y la letra Z que en griego antiguo quiere decir está vivo”.
[Discurso final de la película Z (1969)].
‘Z’ (1969)
Créditos
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