‘La idea natural’, de María Negroni: el desorden glorioso del mundo
El libro de la autora argentina reúne textos breves centrados en figuras que tuvieron el afán de comprender una “complejidad del mundo” a la que acabaron sucumbiendo
“El discurso de la naturaleza”, afirmó Buffon, no es más que “la naturaleza transformada en discurso”. María Negroni nos lo recuerda en la nota introductoria a su nuevo libro antes de arrojarse en los brazos de “nomenclaturas y taxonomías, archivos, maquetas, cuadrículas y grillas, clasificaciones, dioramas e inventarios” cuyo propósito ha sido, a lo largo de la historia, “traducir la complejidad del mundo”. Pero “el arte impide la supuesta coherencia de lo real”, y todo lo vivo termina “ordenado en canteros fúnebres”. La idea natural es la respuesta a la pregunta de cómo debemos habitar el archivo, de qué manera podemos devolver a la vida el contenido de esos “canteros fúnebres” donde se acumulan la excepción y la regla, la clasificación y lo inclasificable, la excentricidad y su contrario.
Negroni (Rosario, 1951) es poeta, traductora, profesora; también narradora, como permitió descubrir a los lectores españoles El corazón del daño (Random House, 2023), una novela parcialmente autobiográfica que el dramaturgo y director de teatro argentino Alejandro Tantanian convirtió el año pasado en un unipersonal para la extraordinaria actriz francoargentina Marilú Marini. Una parte notable de la obra de Negroni desafía la nomenclatura, sin embargo, y tiene más que ver con el coleccionismo: Museo negro, Elegía Joseph Cornell, El arte del error y Objeto Satie, entre otros libros, se mueven entre la miniatura biográfica, la cita, la paráfrasis, la descripción, la apropiación y el poema en prosa; son, sobre todo, libros repletos de hallazgos, que el lector —y la lectora, por supuesto— puede ordenar como desee.
La idea natural pertenece a esta sección de su obra. Reúne textos breves que se centran en figuras como Lucrecio, Voltaire, John Cage, Roger Caillois, Plinio el Viejo, Paracelso, Derek Jarman, Linnaeus, W. G. Sebald, Vladimir Nabokov, Louise Bourgeois, Sei Shōnagon, Goethe y Rosa Luxemburgo, entre muchos otros. Todos ellos tuvieron el afán de comprender una “complejidad del mundo” a la que, sin embargo, acabaron sucumbiendo. La lista es “arbitraria”, como admite su autora. Incluye naturalistas, pero también fotógrafos, alquimistas, escultores, artistas del assemblage, filósofos, taxidermistas, un zar ruso, cineastas, un escritor argentino que sólo escribió en inglés, el inventor de la “prostitución vegetal”, un experto en hormigas que participó de un pogromo y admiraba a Mussolini, un pintor que se queda ciego, un coleccionista de malformaciones, el autor de la extraordinaria frase “los vencejos se aparean en el ala”. Su acumulación puede parecer fortuita, pero oculta un aspecto central de este libro. Deseosos de ordenarlo todo, de comprenderlo y de clasificarlo, los personajes de La idea natural pusieron de manifiesto el desorden glorioso del mundo a la vez que dijeron algo esencial acerca de ellos mismos. Cuando Negroni se pregunta —escribiendo sobre la ilustradora y naturalista alemana Maria Sibylla Merian— “¿en qué quedamos ¿Es una artista o una entomóloga?” la respuesta se le hace evidente al lector: es ambas cosas. Y lo mismo puede decirse de la autora de este libro, una de las más iconoclastas y singulares de la literatura argentina contemporánea.
La idea natural
Acantilado, 2024
208 páginas, 14 euros
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