‘Viajes a tierras inimaginables’: una investigación en primera persona sobre cómo reacciona el cerebro sano ante uno con alzhéimer
La psicóloga clínica Dasha Kiper, con la misma inteligencia científica y literaria de Oliver Sacks, reflexiona sobre los desafíos éticos y vitales a los que se enfrentan los cuidadores que acompañan a familiares que sufren demencia
Desde hace un año largo, la salud de mi padre flojea y cada vez es más dependiente de mi madre. Ella, que pronto cumplirá los ochenta, ha interiorizado sin necesidad de pensarlo que él es lo primero de su vida. Llevarle al médico, ir a por las medicinas, reprogramar las visitas porque el día previsto él no sé ve con ánimos para salir de casa, controlar la dieta. Lo que sea y lo que pueda porque dijo que sería en la salud y en la enfermedad. Y así será hasta el final. Aunque él solo pueda dedicar sus fuerzas a sobrevivir de la mejor manera, mi padre lo ve y lo sabe, nos lo repite a los hijos y se lo dice a ella para agradecérselo. No podía dejar de pensar en la profundidad de ese agradecimiento mientras leía, fascinado, Viajes a tierras inimaginables.
Su autora es Dasha Kiper, profesional médica dedicada a acompañar a los cuidadores de personas con alzhéimer. Los hombres y mujeres de todas las edades con las que trabaja esta psicóloga clínica, cuyos casos articulan cada capítulo, quieren a los que atienden, pero sus abuelos, sus padres, sus parejas no pueden ser conscientes del desafío agotador, desquiciante, a los que someten a quienes les están entregando su vida. “Mientras que los cuidadores sin duda pueden percibir el estrés que sienten los pacientes con demencia, estos últimos rara vez son capaces de hacerse una idea de lo que están sufriendo sus cuidadores”. La desazón que provoca este desajuste es el tema de un libro de una admirable sensibilidad e inteligencia.
¿Por qué discutir con el enfermo si el sujeto que padece la demencia ya no puede atender a razones porque su cerebro se lo impide? Esa situación se repite una y otra vez. Incluso la autora, cuando fue cuidadora, trataba de argumentar la falta de sentido de las acciones del enfermo con el que convivía. No servía de nada. O apenas servía de nada. Al día siguiente, de nuevo, la misma situación. Y el otro y el otro. Nadie logra escapar de ese error. ¿Por qué, aunque sea contraproducente y cree situaciones de tristeza y descontrol, no parece haber forma de evitarlo? Pocos momentos tan dramáticos como el del hijo, Peter, que debe duchar a una madre, Mary, que, por culpa de la enfermedad, descuida su higiene, lo que la ha provocado infecciones. Él la engaña para que se desnude, ella no solo no lo entiende, sino que lo acusa a él casi de querer abusar de ella o lo humilla sin piedad. Destrozado, Peter se tira al suelo, chilla, llora, rompe sus propias gafas y se hace cortes en las manos. “¿Qué demonios estás haciendo?”, le pregunta Mary desconcertada.
¿Por qué discutir con el enfermo si el sujeto que padece la demencia ya no puede atender a razones porque su cerebro se lo impide? Esa situación se repite una y otra vez
La clave del libro, que trasciende la disciplina y lo convierte en una obra que piensa la evolución de las personas y cómo se desarrolla la relación con los otros a lo largo de la vida, es descubrirnos el territorio complejo en el que la enfermedad va fagocitando la personalidad (”¿en qué momento termina un yo y empieza el otro?”), un proceso para el que el cerebro sano no está preparado. Ese es el desajuste para el que no hay alternativa y Kiper, en la estela de Oliver Sacks, lo piensa a través de su experiencia en la consulta, gracias a la mejor investigación y así acaba por ofrecernos una auténtica lección de vida.
Viajes a tierras inimaginables
Traducción de Francisco J. Ramos Mena
Libros del Asteroide, 2024
312 páginas. 21,95 euros
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