‘Una estela salvaje’, de Kathryn Schulz, memorias de una familia donde no pasa nada
El libro de la periodista estadounidense es una curiosa y erudita mezcla de exploración e introspección donde reflexiona sobre el duelo, el amor y la búsqueda
Nunca nos sentimos tan pequeños, ni nos parece el mundo un lugar tan inabarcable e inhóspito como cuando perdemos algo valioso. De igual forma, tampoco nunca nos sentimos tan bendecidos por el azar como cuando lo encontramos. Y así, la vida avanza a golpe de sumas y restas mientras se arremolina en torno a dos verbos sencillos y simples —perder, encontrar—, que también estructuran Una estela salvaje, las espléndidas y elocuentes memorias de la escritora y periodista estadounidense Kathryn Schulz.
Casi todo lo que sabemos de las familias felices procede de la castradora máxima que abre Ana Karenina. De ellas conocemos poco, tan poco, porque las familias felices no reciben demasiada atención como tema de escritura. Quizás por eso, libros que comparten género con este que nos ocupa, pasan revista a traumas y tragedias para mantener la atención del lector. Pero no ocurre así, afortunadamente, en Una estela salvaje, una curiosa y erudita mezcla de exploración e introspección pero, sobre todo, una suerte de homenaje a esas familias en las que aparentemente no pasa nada —la felicidad escribe en blanco, que diría Maurice Blanchot—. Valiéndose de dos estilos muy diferenciados, uno más personal y otro más ensayístico, Schulz divide estas páginas en tres partes para abordar un duelo, un enamoramiento y una interesante reflexión en torno a la conjunción “y”.
Cuenta Schulz que a lo largo de nuestras vidas perderemos alrededor de 200.000 objetos y pasaremos aproximadamente seis meses buscándolos. Algunas de esas llaves o de esos calcetines desaparejados aparecerán, claro. Serán pérdidas reversibles, aunque no lo será tiempo que habremos invertido buscándolas. Pero hay pérdidas de otra clase, irreversibles, como la que nos brinda la muerte, y de eso se ocupa en la primera parte del libro, de su fallecido padre, al que le rinde un homenaje poco dado al lamento. Se trata más bien una conversación con Elizabeth Bishop, Philip Larkin, C. S. Lewis, unas palabras para navegar las orillas del duelo y de la pena.
Pocos meses antes de que su padre falleciera, Schulz fue a almorzar con una desconocida y se enamoró. Perdió, encontró
A menudo, en la vida todo aparece conectado a su contrario y así, pocos meses antes de que su padre falleciera, Schulz fue a almorzar con una desconocida y se enamoró. Perdió, encontró. “Solo hay dos formas de encontrar algo, la primera es mediante la recuperación, cuando encontramos algo perdido, la segunda mediante el descubrimiento”, dice. Es de la mano del asombro como se adentra en esta exploración del enamoramiento: “Durante mucho tiempo, todo lo que no era ella —la misma casa que nos rodeaba, el resto del mundo, el paso del tiempo, el pasado y el futuro— perdió importancia”. Pero de nuevo, ¿cómo narrar la felicidad, ¿cómo olvidarnos de ese consenso que afirma que, si bien la felicidad es deseable, esta carece de interés? Quizás el reverso de la felicidad no sea su contrario sino saber que esta, en cualquier momento, puede desaparecer.
Sin querer desvelar aquí más de la cuenta, en la tercera parte de Una estela salvaje cobra especial importancia la poderosa imagen de un meteorito que se desvía de su órbita y se dirige hacia la tierra convertido en “una estela salvaje del orden cósmico”. Cuando llega a la capa más baja de la atmósfera, habiéndose desprendido ya de su bola de fuego, convertido en una simple roca oscura, un niño muy afortunado tiene la suerte de dar con él. ¿Qué remotas posibilidades tenía de encontrarse con un meteorito? O peor: ¿y si resulta que el pobre ni siquiera sabía que se trataba de un meteorito?
“¿Y de qué manera buscarás aquello que ignoras totalmente qué es?”, le pregunta Menón a Sócrates. Y tal vez sea esta, en definitiva, la cuestión que apuntala esta historia. La mala noticia es que, aunque Kathryn Schulz conozca la solución al acertijo, no la comparte. Sin embargo, leer Una estela salvaje es lo que más se le parece a dar con esta respuesta que, ahora lo sé, nunca encontraremos.
Una estela salvaje
Traducción de Marta Rebón
Gatopardo, 2023
271 páginas, 21,95 euros
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