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‘De campesinos a franceses’, un libro de Eugen Weber para entender cómo una población analfabeta llegó a ser una civilización con capacidad para votar

De gran influencia para los historiadores, el estudio del investigador estadounidense sobre la modernización y la nacionalización en Francia sigue impresionando medio siglo después

De campesinos a franceses
'Haymakers at Montfermeil' (alrededor de 1882), del pintor Georges-Pierre Seurat.Heritage Art Images / HULTON ARCHIVE / Getty Images

Un inspector escolar visitó, en 1864, una escuela del departamento de Lozère, en la región occitana, y no encontró ningún niño que pudiera responder esta pregunta: ¿eres inglés o ruso? Tampoco tuvo suerte con otra: ¿en qué país se encuentra el departamento de Lozère? Un año antes, según datos oficiales, más de una quinta parte de los habitantes de Francia no entendía ni hablaba el francés. Y no eran pocas las referencias, en las décadas anteriores, a muchas partes del país como tierras de salvajes, bárbaros, atrasados o bestias “que vivían con sus bestias”. No habían sido, al fin y al cabo, civilizados, lo que significaba, en esencia, no estar integrados en la civilización francesa. A mediados del siglo XIX, según el periodista Eugène Bonnemère, había dos Francias; existían, aseguraba el economista Adolphe Blanqui en 1851, “dos pueblos distintos que viven en el mismo país una vida tan diferente que parecen extranjeros”.

Las anteriores referencias no resultan excepcionales, como argumenta el historiador Eugen Weber en un libro extraordinario, De campesinos a franceses, que vio la luz en 1976 y que ahora, casi medio siglo después, acaba de publicarse traducido en España. Hasta el último tercio del siglo XIX, una parte muy importante de la Francia rural —oeste, centro, sur y sudoeste hexagonales— vivió en un mundo propio, desconectado de la modernidad y de la cultura oficial ciudadana y, especialmente, parisiense. No sólo en los terrenos económico y político, sino también en las formas de vida y pensamiento. Entre 1870 y 1914, en los primeros tiempos de la Tercera República, sostiene el autor, tuvo lugar en dichas zonas un auténtico proceso de aculturación e integración. Y, evidentemente, de impulso para la construcción de una nación y de una cultura nacional, que la Gran Guerra apuntaló con solidez.

Tres agentes resultaron decisivos en los cambios: las carreteras y ferrocarriles, la escuela —va a ser la época floreciente de los instituteurs republicanos, enseñantes de la nación— y el servicio militar

Tres agentes resultaron decisivos en los cambios: las carreteras y ferrocarriles, la escuela —va a ser la época floreciente de los instituteurs republicanos, enseñantes de la nación— y el servicio militar. Las comunicaciones, en particular, permitieron conectar zonas remotas e inaccesibles, salir de la autarquía cultural y económica y mejorar la situación de numerosos campesinos. Estos, además, accedieron a la política moderna a través de la experiencia —electoral, entre otras— y del aprendizaje de la abstracción. Las comunidades tradicionales, apunta Weber, renunciaron a las formas tradicionales cuando las condiciones dejaron de ser tradicionales. La nueva “civilización” comportó el abandono más o menos progresivo de algunos hábitos, canciones, bailes, charivaris, veladas, miedos, creencias y, a fin de cuentas, modos de vida. La destrucción de estas costumbres, sin embargo, afectó e inquietó más a los folcloristas que a los propios interesados. La nación-Francia provino, como todas, de un larguísimo proceso.

La influencia de este libro en las historiografías europea y estadounidense ha sido enorme y ha servido de inspiración o modelo para un buen número de investigaciones. Nuevos datos han sido aportados. Lógicamente, de una obra tan leída y discutida como la de Weber, con casi cinco décadas de presencia en el mercado historiográfico, se han discutido o matizado algunas de sus tesis fundamentales. En primer lugar, la pertinencia de la cronología. Frente a 1870-1914 como periodo clave, algunos historiadores han insistido en la importancia, en Francia, de 1848 y la Segunda República: los franceses Vigier y Agulhon o el australiano McPhee. Más que pareceres opuestos, sin embargo, se trata de observaciones basadas en regiones distintas. Weber eligió las zonas más retardatarias o arcaicas. La modernización unidireccional, en segundo lugar. Junto con los tres grandes agentes del Estado (comunicaciones, escuela, ejército) y la vía descendente hacia las masas rurales, algunos autores, como Caroline Ford, han demostrado que tuvieron lugar otros procesos en dirección contraria, desde abajo y a partir de las movilizaciones locales.

El libro capital de Weber destaca por sus datos, deducciones y reflexiones y, por encima de todo, por una cierta heterodoxia que todavía conserva

Comoquiera que sea, el libro capital de Weber, leído medio siglo después, sigue impresionando por sus datos, deducciones y reflexiones y, por encima de todo, por una cierta heterodoxia que todavía conserva. Su influencia en los estudios sobre el largo siglo XIX europeo se me antoja comparable a la de otro texto de referencia: La persistencia del Antiguo Régimen. Europa hasta la Gran Guerra (1981), de Arno J. Mayer. Aunque De campesinos a franceses sea la obra cumbre de Eugen Weber (1925-2007), no es, ni mucho menos, la única. En la década de los años sesenta vieron la luz un par de trabajos muy destacables: uno dedicado a Acción francesa (1962) y Satan franc-maçon (1964). En 1986 apareció un libro delicioso: Francia, fin de siglo, traducido en España. Con posterioridad, Weber se ocupó de la década de 1930 en Francia (The Hollow Years, 1994) y dio a la imprenta la recopilación My France: Politics, Culture, Myth (1991) y Apocalypses (1999). Formado universitariamente en París, acabó asentándose, como profesor, en Estados Unidos. La traducción de De campesinos a franceses merece, sin duda, aplausos sinceros.

Portada de ‘De campesinos a franceses’, de Eugen Weber.

De campesinos a franceses. La modernización del mundo rural (1870-1914) 

Eugen Weber
Traducción de Jordi Ainaud i Escudero 
Taurus, 2023. 798 páginas. 42,90 euros

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