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‘El biombo del infierno’, el descenso a los abismos de un artista en busca de la obra perfecta

El libro de Ryunosuke Akutagawa, padre de la narrativa japonesa moderna, sigue la obsesión de un pintor por alcanzar la perfección a costa de todo sacrificio, de toda moral y de toda compasión

Parte del llamado Pergamino del infierno (Jigoku zoshi), datado a finales del siglo XII, que representa los infiernos budistas.
Parte del llamado Pergamino del infierno (Jigoku zoshi), datado a finales del siglo XII, que representa los infiernos budistas.VCG Wilson / Corbis / Getty Images

Ryunosuke Akutagawa (1892-1927) es un escritor japonés autor de numerosos cuentos que le concedieron un prestigio único en la cultura de su país. Su influencia en la literatura japonesa es extraordinaria; era un gran conocedor de la cultura tradicional de su país, en la que se inspiró para crear su propia obra, pero también un hombre sumamente afectado por la sensibilidad de las formas expresivas propias de la cultura occidental, por lo que se le considera el padre de la narrativa japonesa moderna. Su relato más celebrado, Rashomon, que le valió fama mundial, dio pie a la mítica película de Akira Kurosawa del mismo título. El premio literario más prestigioso de su país lleva su nombre.

El biombo del infierno se inspira en una historia tradicional que cuenta el encargo que el distinguido señor Horikawa, un personaje poderoso, hace al pintor Yoshihide: la realización de un biombo cuyo tema sería representar el último reino del Círculo de los Cinco Reinos: el Infierno. El pintor, considerado el artista más competente de su época, era un hombre “brusco, descarado, arrogante en extremo, vago, mezquino y codicioso que estaba convencido de ser el único genio del universo” y al que todo el mundo detestaba.

Yoshihide gustaba de utilizar personas y sucesos reales para sus composiciones, pero en su método había algo inhumano: los tomaba de la realidad hasta el punto de que; si necesitaba pintar la muerte, no tenía inconveniente en sentarse con sus pinceles ante un moribundo, sin remordimiento alguno ante su agonía, porque reproducirlo era el fin de su arte. En su endiosamiento de artista no conocía límite. Así, esta vez no tuvo inconveniente tanto en utilizar personajes reales para representar a las víctimas que sufrían las más atroces torturas entre las llamas del infierno como, en su extremada pasión artística, infligir sufrimientos inmisericordes a sus modelos.

El sentido de esta historia es la obsesión de un artista por alcanzar la perfección a costa de todo sacrificio, de toda moral y de toda compasión. Poco a poco su exigencia se va desarrollando como una enfermedad y hasta el propio aspecto del pintor va mostrando el deterioro físico y mental de semejante entrega a su creación. El relato de Akutagawa cabalga por el filo de la navaja que representa el límite entre la genialidad y la deshumanización del arte: si todo vale con tal de conseguir la obra de arte perfecta, la perfección justifica cualquier sacrificio; pero la perfección es tan poderosa como perversa; ¿hasta dónde está el artista dispuesto a llegar para realizar la obra maestra que pretende? Ese es el punto en el que un noble propósito no retrocede ante ningún obstáculo, incluido el traicionar el sentido de su esfuerzo. Esta historia ejemplar habla del orgullo satánico que responde con fidelidad a la temible advertencia que contienen muchas de las historias que se refieran a la atracción fatal del abismo de lo desconocido: “No invoques a aquello que no puedes dominar”.

El biombo del infierno es un ejemplo impresionante de cómo contar una historia a caballo entre la tradición y la fábula cuya emoción, expresada en un lenguaje moderno, representa con una asombrosa plasticidad un tema eterno: ese anhelo imposible y fanático de perfección que sólo puede conducir al único final posible: la inmolación. La belleza y expresividad de las imágenes con las que Akutagawa traslada esta historia de la búsqueda de la suma perfección al lenguaje contemporáneo sin perder un ápice de su sabor tradicional, convierte este pequeño gran libro —preciosamente ilustrado por Marta Gómez Pintado— en un relato de validez inmarcesible.

Portada de ‘El biombo del Infierno’, de Ryunosuke Akutagawa.

El biombo del infierno

Ryūnosuke Akutagawa
Traducción de Rumi Sato
Ilustraciones de Marta Gómez-Pintado
Nórdica, 2023
96 páginas. 19,50 euros

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