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El congreso en danza

El nuevo espectáculo de La Calòrica sobresale por su puesta en escena, algunas escenas desternillantes y un baile final de antología

Escena de 'Le congrès ne marche pas', de La Calòrica.
Escena de 'Le congrès ne marche pas', de La Calòrica.SÍLVIA POCH
Oriol Puig Taulé

El estreno del nuevo espectáculo de La Calòrica no podía haber llegado en un momento más oportuno. En una semana en que las lenguas cooficiales han sido las protagonistas en el Congreso de los Diputados, Le congrès ne marche pas ha empezado a caminar. La compañía ha agotado ya todas las entradas para las cinco semanas de funciones en el Teatre Lliure de Gràcia. Demostración gráfica de un error de programación: este espectáculo se tendría que haber representado en el Lliure de Montjuïc. No solo porque también hubiera sido un éxito, pensando en el momento de gran popularidad que vive la compañía catalana, sino porque el escenario de Gràcia les queda pequeño. Nueve intérpretes en escena es una gran producción, y a ratos parece que les falte espacio para bailar el vals con libertad. El montaje se podrá ver la temporada que viene en la Sala Grande, justamente, del Teatro Valle-Inclán de Madrid.

Le congrès ne marche pas (El congreso no avanza) es uno de esos inventos de La Calòrica donde, diez minutos después de que haya comenzado, uno se pregunta: “¿Pero qué diantre están haciendo?”. Comedia histórica y políglota, ambientada en el Congreso de Viena de 1814, con trajes de época y pelucas de relumbrón. El texto de la obra es en francés, inglés, alemán y ruso, con sobretítulos en catalán. Ejerce de narrador en off el ayudante de dirección, el creador Pau Masaló: se agradece su tono neutro, como de documental del Canal Historia, y que no sea una voz reconocible por el gran público. La obra se inspira en hechos reales: el congreso internacional que reunió a varios dirigentes en la capital del Imperio austriaco para reorganizar Europa después de la derrota de Napoleón. Un reparto del pastel, en definitiva, con vestidos estilo imperio, casacas imponentes y ríos de champán.

Si una cosa sobresale en este montaje es su puesta en escena: el espacio de Bibiana Puigdefàbregas presenta un salón neoclásico, elegante y versátil, con un telón pintado que juega muy sabiamente con el trampantojo (un cursi diría trompe-l’oeil). El vestuario de Albert Pascual combina la corrección histórica con los toques cubaneros tan del gusto de La Calòrica (esas plumas). Merece una mención la caracterización de Anna Madaula, especialmente en una última escena desternillante: identifico o conozco personalmente a cada uno de los personajes que aparecen en el vernissage. Tampoco se queda corta la iluminación de Rodrigo Ortega Portillo, pictórica y dramática cuando conviene, y el estupendo espacio sonoro de Guillem Rodríguez y David Solans. La grandilocuencia del vals y el sustito del “chimpón”.

Nos encontramos ante un montaje muy coral, donde destacan por igual tanto los cinco calóricos como los cuatro intérpretes invitados. El travestismo (en ambas direcciones) funciona de maravilla: esas chicas risueñas y sus carrerillas por el palacio parecen sacadas del inicio de El arca rusa (Alexander Sokurov, 2002). Se notan las dificultades de algunos actores con el francés (la lengua predominante del montaje), y sería preferible que dejaran de pensar en la pronunciación y se centraran en la interpretación. Las escenas funcionarían igual si hablaran en una lengua inventada: así sucede con el ruso, el idioma con menos probabilidades de tener hablantes entre el público. De todo el elenco destacan Esther López con una escena icónica sobre la República, el siempre acertado Aitor Galisteo-Rocher como zar de Rusia, Xavi Francés encarnando el símbolo imperecedero del españolito medio y Roser Batalla con un monólogo brillante en inglés. Las conexiones de Le congrès ne marche pas con De què parlem mentre no parlem de tota aquesta merda (TNC, 2021) son múltiples, pese a que pueda parecer todo lo contrario. Joan Yago escribe teatro político para todos los públicos, y pone un espejo ante nosotros para que nos podamos mirar bien. El espejo, no obstante, no está deformado como el de Max Estrella: es de alta definición.

La dirección precisa de Israel Solà consigue hacer bailar a los personajes con suavidad por las reducidas dimensiones del escenario, ayudado por las coreografías de Vero Cendoya. Le congrès ne marche pas es teatro, danza y ópera, todo revuelto y al mismo tiempo. Como en todos sus espectáculos anteriores, La Calòrica siempre nos habla de lo mismo con distintos sombreros: los entresijos del poder, nuestra pasividad frente a las injusticias y la importancia de la lucha de clases. Un baile final de antología hace terminar el espectáculo en alto: vemos el truco enseguida, pero esto no significa que no funcione. Y, por favor, recuerden este nombre: Joan Esteve. En su momento de gloria nos representa a todos, haciendo algo muy difícil de olvidar. La Calòrica lo acaba de convertir en una estrella.

‘Le congrès ne marche pas’. Texto: Joan Yago. Dirección: Israel Solà. Teatre Lliure de Gràcia, Barcelona. Hasta el 22 de octubre.

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Sobre la firma

Oriol Puig Taulé
Oriol Puig Taulé (Sabadell, 1980) es crítico y cronista de artes escénicas. Es licenciado en Historia del Arte y tiene un Máster en Estudios Teatrales por la Universidad Autónoma de Barcelona. Coordina la sección de teatro y danza del digital cultural 'Núvol', y lo encontraréis en los escenarios más insospechados

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