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Una historia incompleta de la canallesca

Jesús Fernández Úbeda ofrece un conjunto de relatos y anécdotas personales sobre ‘Pueblo’ en el que faltan algunos personajes y eventos sin los que es imposible evaluar el significado del extinto diario

Juan Antonio Gurriaran Pueblo
Juan Antonio Gurriarán, último director del diario Pueblo, posa ante la puerta principal del edificio, el día del cierre del periódico que fuera órgano de los sindicatos verticales y uno de los diarios de mayor difusión durante el franquismo. El Gobierno decidió cerrar el periódico haciéndolo coincidir con la liquidación de la cadena de Medios de Comunicación Social del Estado.RAÚL CANCIO
Juan Luis Cebrián

En julio de 1962, sin haber cumplido aún los 18 años y en una época en que la mayoría de edad se alcanzaba a los 21, me estrené en la vida laboral como meritorio (lo que hoy llamaríamos un becario) en la redacción de Pueblo. De ella salí más de seis años después, tras haber desempeñado como redactor jefe la responsabilidad de la información de Madrid y la de la sección editorial y de opinión, la entonces famosa Tercera Página. Comprenderá el lector la curiosidad con la que me abalancé sobre el libro Nido de Piratas: La fascinante historia del diario Pueblo (1965-1984), cuya lectura me ha dejado un resabio agridulce de fácil explicación.

Dulce porque en él aparecen, con desigual protagonismo, numerosos compañeros y entrañables amigos, con algunos de los cuales compartí no solo trabajo, sino experiencias vitales de singular importancia en mis años de juventud. Y amargo porque no se trata de una historia del periódico en el que me desvirgué profesionalmente, sino de un conjunto de relatos y anécdotas personales, a veces chuscas, entrañables otras, que acaban por desfigurar precisamente el significado y valía de aquel periódico. No quisiera que esto se interprete como una descalificación de la obra de Jesús Fernández Úbeda, que ha llevado a cabo una tarea reporteril digna de encomio, recogiendo testimonios diversos de periodistas de la época y evocaciones de quienes por desgracia nos dejaron hace tiempo. El estupendo prólogo de Arturo Pérez Reverte hace honor al carácter moral y la excelencia profesional de aquella redacción de honrados mercenarios en la que tantos aprendimos a ejercer nuestro oficio y a militar en él. Pero el relato podría llevar a algunos a creer que fue una historia como la de aquellos locos en sus viejos cacharros, toda vez que se le hurta el contexto político y social en el que se desarrollaban los hechos.

Se olvidan personajes y eventos sin los que es imposible evaluar el significado del diario y el de su principal protagonista, Emilio Romero, sin lugar a dudas el periodista más famoso del franquismo. Como escribí con ocasión de su muerte, abrió el periódico a las nuevas generaciones, lo convirtió en una auténtica cantera de inmensos periodistas y les animó, hasta donde la autoridad competente lo permitía, a intentar algunas disidencias con el orden establecido. Se esforzó por situar el diario en el centro de la crónica social y del limitado debate político de la época, de modo que marquesas, toreros, futbolistas, bailaoras, actrices, poetas y ministros disputaban por su amistad. Todo eso está bien contado por Fernández Úbeda y es lo que le permite hacer honor al título de su libro: los periodistas siempre hemos sabido que pertenecemos a la canallesca, faltaría más. Pero hubiera sido necesario que su ingenio se aplicara más a bucear en el contexto de la época para comprender la historia del diario, que va más allá de las impresiones y la aventura personal de quienes lo hicimos.

Hay una ausencia severa, la de Jesús de la Serna, al que se cita más o menos de pasada una docena de veces, pero no se insiste en el papel crucial que desempeñó en el periódico, primero como redactor jefe, después subdirector y finalmente director adjunto. Un libro sobre Pueblo no debería escribirse sin un buen número de páginas dedicado a Jesús, verdadera mano derecha de Romero y uno de los profesionales más honestos y capaces que ha tenido el periodismo español en toda su historia. Cuando se comenta su marcha para dirigir Informaciones, en la que le acompañé, no se explica que aquel éxodo fue precedido por un intento frustrado del propio Emilio, que había aceptado previamente el puesto. Jesús, yo, y media docena más del equipo, debíamos desembarcar como avanzadilla de su arribada pero el ministro Solís le amenazó con toda clase de represalias si abandonaba Pueblo.

Eso ocurrió en 1968 y se trataba de un intento serio de abandonar las servidumbres impuestas por la dictadura para hacer un periódico con mayor independencia. Apenas meses antes había visitado la sede del diario el presidente dominicano Juan Bosch, exiliado en España tras la invasión de la isla por fuerzas de los Estados Unidos. Bosch, líder demócrata que se enfrentó a la dictadura de Trujillo, dio una conferencia en el Club Pueblo a la que asistieron buen número de burócratas del régimen, incluida una nutrida representación de la oficialidad del ejército. Su introductor fue Enrique Ruiz García antiguo redactor del diario que participó en el llamado contubernio de Múnich, una reunión de opositores a Franco que acabó con penas de exilio, multas y persecución judicial para los integrantes de la misma. Por otro lado Romero mantuvo una amistad personal con Juan Domingo Perón, lo que me permitió también conocer al personaje y almorzar con él en ocasiones. De modo que había mucha fanfarria en todo aquello, pero también una visión, quizá intuitiva, de lo que estaba llamado a ser en poco tiempo el mundo y periodismo encargado de narrarlo.

Los éxitos de Pueblo se deben a un esfuerzo que comenzó bien antes de 1965, fecha en que comienza el relato, antes también de su traslado a Huertas 73, cuando morábamos en la calle Narváez, junto a Casa Rafa, lugar de las conspiraciones y las partidas de póker de los redactores. No le sobra nada al libro, pero le faltan algunas cosas que hubieran requerido una tarea de investigación más aguda y menos pasional. En cualquier caso el lector, sobre todo si es del gremio, disfrutará con él. Lo protagonizan simpáticos, inteligentes y valerosos canallas, muchos de los cuales están aún en activo. Y yo animo a su autor a que complete el trabajo rebuscando en las raíces del árbol que él mismo ayudó a florecer.

Portada de 'Nido de piratas. La fascinante historia del diario Pueblo. 1965-1984', de Jesús Fernández Úbeda. EDITORIAL DEBATE

Nido de piratas: La fascinante historia del diario Pueblo (1965-1984)

Jesús Fernández Úbeda
Debate, 2023
312 páginas, 19,90 euros

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