_
_
_
_

Paulina Chiziane, voz clave de la literatura en portugués: “En la mente colonial una mujer solo servía para cocinar o para el sexo”

La escritora mozambiqueña, que luchó contra la ocupación portuguesa, ha desafiado también el colonialismo cultural con una obra de afirmación africana, que la convirtió en el primer autor bantú en ganar el Premio Camões

Paulina Chiziane
La escritora mozambiqueña Paulina Chiziane, en los jardines de la Fundación Calouste-Gulbenkian en Lisboa, el 10 de mayo.JOAO HENRIQUES (JOAO HENRIQUES / EL PAIS )
Tereixa Constenla

Paulina Chiziane (Manjacaze, Mozambique, 68 años) aprendió las primeras palabras de la lengua que luego se rendiría a sus pies en una escuela para negros. Entonces Portugal se presentaba a sí mismo en los mapas como un país inmenso con sus territorios en ultramar. La geografía sumaba y alimentaba los sueños de grandeza de la dictadura de Salazar, continuada desde 1968 por Marcelo Caetano. La consideración hacia la gente era menor que hacia la geografía. El viejo imperio segregaba a negros, mestizos y blancos en colegios separados. La familia de Paulina, bantúes de la provincia de Gaza, al sur, hablaban chope, una lengua minoritaria que debieron limitar a las conversaciones domésticas cuando emigraron a los suburbios de la capital, entonces Lourenço Marques, donde el idioma común era el rongue. Cuando Paulina llegó a la escuela para negros de las monjas católicas descubrió que ni el chope ni el rongue existían. Aprendió a leer y a escribir portugués.

Esa lengua que no era la suya acabó siendo tan suya que se hizo una de sus grandes embajadoras. Paulina Chiziane se apoderó del portugués, lo adaptó a la realidad mozambiqueña y lo llenó de palabras en chope y rongue como guemetamusse (horizonte) o lobolo (la dote que se paga por la novia). Esta contaminación lingüística suscitó desdén, pero la escritora siguió fiel a su estilo en una decena de libros de narrativa y poesía. En 2021 se convirtió en el primer autor negro en ganar el Premio Camões, algo que se celebró en Brasil y el África lusófona casi como una final de fútbol. Chiziane recogió el galardón en Lisboa en mayo en una ceremonia donde criticó el colonialismo que aún perdura en el portugués. A veces es más fácil expulsar un ejército que cambiar un diccionario. Luego salió al estrado y bailó.

La escritora mozambiqueña Paulina Chiziane baila con la cantante Selma Uamusse y otros invitados después de recibir el Premio Camões 2021 en Lisboa.
La escritora mozambiqueña Paulina Chiziane baila con la cantante Selma Uamusse y otros invitados después de recibir el Premio Camões 2021 en Lisboa. Daniel Rocha

La entrevista se realizó unos días después en la habitación de su hotel, con la escritora sentada en la única silla y la periodista acomodada sobre la cama.

—Aprendió la lengua de los colonizadores y es la lengua que escogió para escribir. ¿Qué relación tiene con el portugués?

—No fue una elección. Tenía que usar la lengua que dominaba mejor para escribir porque hasta hoy la estandarización de la escritura de nuestras lenguas todavía está en proceso. La mayor parte de las personas que leen y escriben solo lo hace en portugués porque el sistema colonial era tan perverso que prohibía el uso de nuestras lenguas. Se hizo una política de eliminación de los idiomas locales. Fue un conflicto grande, intenso y aún no resuelto. Ahora existen políticas para que los niños estudien en la escuela su lengua materna. En el futuro habrá más lectores para los idiomas locales.

El ambiente colonial de Mozambique en el que creció la escritora estaba impregnado de la política racista de la vecina Sudáfrica, que desde 1948 había tejido un andamiaje jurídico, político y social para explotar y arrinconar a los negros. Algunos colonos blancos fantaseaban con la implantación de un sistema similar al apartheid en una parte del país. El inicio de la biografía de Paulina Chiziane se desarrolla en ese lugar y en ese tiempo. “Recuerdo la violencia sexual de la policía colonial sobre cualquier mujer negra que pasase cerca, dependiendo de sus apetitos. Colegas mías, niñas, que iban hacia la escuela o la iglesia, fueron cogidas para ser violadas, en la calle, en cualquier lugar por donde la gente pasaba. Era algo horrible. Mi última imagen del tiempo colonial ocurrió cuando yo caminaba con uno de mis tíos, vino la policía y le preguntó donde iba conmigo. Dijeron que él era badio (malo) y lo detuvieron. Mucho más tarde supe que le habían deportado a São Tomé donde murió en las plantaciones de café. Yo vivía en aquel ambiente violento”.

También vivía en un ambiente hostil al régimen portugués. Su familia escuchaba radios piratas y leía versos de los poetas malditos Noémia de Sousa y José Craveirinha, que pasó tres años encarcelado. Sus hermanos llevaban a casa libros prohibidos como Los condenados de la tierra, la obra de Frantz Fanon que se convirtió en lectura sagrada para los movimientos de liberación africanos. Paulina, apenas adolescente, se enroló en el Frente de Liberación de Mozambique (Frelimo), un movimiento ilegal que defendía la independencia. “Yo era muy joven y por tanto atrevida y participé mucho en la tarea de concienciar a otras personas. Fue una juventud interesante. Otros cruzaron a Tanzania para sumarse a las fuerzas armadas contra el imperio. La lucha de liberación tenía diferentes grupos. Había los que estaban en el frente de batalla y los que hacíamos la lucha clandestina dentro del país. En aquel momento yo ni siquiera sabía quién era mi jefe. Me gustaba salir de madrugada y repartir propaganda que hablaba de libertad”.

—¿Tuvo algún episodio con la policía?

—Mira, uno que fue bonito. Un día me sorprendió en la calle la policía. Debía tener 14 años, guardé los panfletos dentro de la ropa y les dije que regresaba a casa después de acompañar a mi madre al hospital. Me metieron en el coche y me dejaron a la puerta de casa. En la mente colonial de la época una mujer era una cosa inútil que solo servía para cocinar o para el sexo. No se les pasó por la cabeza que yo pudiera estar haciendo lo que hacía. Sin embargo, cuando detenían a mis amigos, los enviaban a prisión.

A menudo las respuestas de la escritora incluyen un cuento. Esa oralidad narrativa se traspasa a sus libros. No siempre fue bien apreciada, pero Chiziane se distingue por defender sus decisiones contra viento y marea. En el discurso de agradecimiento del Camões, lo expresó con claridad: “Si quieres ser alguien en la vida, debes afirmar tus pasos, dejar marcas de tus pies grabadas de forma indeleble para que todos digan ‘por aquí pasó alguien’. Esta cuestión de la afirmación es muy importante. Cuando empecé a escribir se decía que no escribía bien en lengua portuguesa, pero yo consideré que debía mostrar quién soy negociando mi identidad como mujer, negra y africana a través de la lengua portuguesa”.

Al portugués a veces le faltan palabras y le sobran sesgos. Ante el primer ministro luso, António Costa, y otras autoridades, la escritora exigió “una descolonización” de la lengua.

—¿Qué quiso decir?

—Es necesario reconocer que el portugués fue la lengua del imperio colonial que retrataba todo y a todos. Quien tiene poder retrata aquello que juzga menor como quiere. Se ve en determinadas palabras que usaban para colocar al otro en una situación de inferioridad, palabras que son verdaderas manifestaciones de racismo, como catinga, que se define como olor nauseabundo característico de los negros. Por ser una lengua imperial, colonial, de supremacía, tiene palabras que imponen estigmas, jerarquías, racismo.

El portugués, por ser una lengua imperial y de supremacía, tiene palabras que imponen estigmas, jerarquías y racismo”

El imperio se desmoronó el 25 de Abril de 1974. La Revolución de los Claveles fue una fiesta en Portugal y un terror en Mozambique, donde el control militar permaneció algún tiempo en manos de fieles del antiguo régimen. Las venganzas se encadenaron: a una carnicería de negros le sucedía otra de blancos. Acción-reacción. “Lejos de ser un momento de esperanza, fue un momento de mucho caos porque el ejército portugués tenía dos alas. Una estaba a favor de la dictadura y el sistema colonial y otra defendía la revolución. Los colonialistas tomaron la radio para asegurar que Mozambique pertenecía a Portugal y que fusilarían a quien se atreviese a gritar en favor de la libertad. Ese grupo salió a la calle y comenzó a disparar a la gente, disparaban a cualquier preto [negro] que encontrasen… Hubo muchos muertos. Al conocer estos episodios, la población negra del campo fue hacia la ciudad y comenzó la carnicería de los blancos. Fue un terror, no fueron días nada buenos. Otra gran masacre ocurrió el 21 de octubre de 1974. Un grupo de comandos portugueses decidió vengarse por los blancos muertos, llevaron cañones, armas y soldados y fueron a los suburbios a matar pretos. Lo que ocurrió después fue la mayor masacre nunca vista en Lourenço Marques. Aquella era una guerra de negros contra blancos y blancos contra negros, no se sabe por qué motivo. No me gusta recordar aquello. Luego vino otro grupo de blancos que lograron hacerse con el control de la radio y dar mensajes a favor de pacificar. Recuerdo dos médicos blancos. Uno era suizo y muy amigo de todos. Los negros del barrio fueron a buscarlo y lo metieron en un tonel de agua vaciado y le pidieron que no saliera de allí. Escapó así a la carnicería. Otro médico que regresaba por la carretera también fue protegido. Aquellos blancos regresaron a sus casas, pero murió mucha gente inocente. El 25 de Abril fue eso”.

Pero también fue el proceso que liberó a las colonias de Portugal. En 1975 Mozambique se independizó y pasó a tener un sistema de partido único, inspirado en la URSS. El Frelimo, convertido en una organización marxista-leninista, asumió todo el poder. Solo hubo 24 meses de tregua. Durante 15 años el país vivió una guerra civil entre Frelimo y la Resistencia Nacional Mozambiqueña (Renamo), un movimiento anticomunista apoyado por Sudáfrica y otras potencias occidentales que se oponían al bloque soviético. En ese tiempo Paulina Chiziane, que trabajaba como voluntaria de Cruz Roja, se desencantó de la lucha política y se hizo escritora. “Yo recordaba las películas de kung-fu y wésterns que veía de pequeña, pero la muerte en directo es otra cosa. Cuando volvía a casa, tenía la necesidad de hablar, pero algunas imágenes eran tan duras, que no podía compartirlas con nadie. En el centro de refugiados había una mujer que huía cada vez que me veía. Un día entré en su tienda y comenzó a llorar. Me contó que al verme le pareció que su hija regresaba de la muerte. El mismo caminar, la misma altura, la misma sonrisa, tú eres mi hija. Me quedé allí, hablamos, nos hicimos amigas. Me marcó mucho. Me preguntaba por qué yo tenía que parecerme a su hija y por qué su hija tenía que estar muerta, me hice muchas preguntas sin respuesta y decidí recogerlo todo en una especie de diario”.

Cada día tenía al menos una historia. La de la madre que se comía la papilla de su bebé porque deseaba que se muriese, igual que sus cuatro hermanos, o la de la mujer que saltó por los aires ante sus ojos. “La persona con la que hablaba hacía dos minutos había volado y había muerto en mis brazos. Quedé petrificada. Son las cosas que me dio la guerra civil. Yo tenía que hacer una especie de catarsis, sacar esos fantasmas de mi interior y así salió el libro”.

Volcó aquel horror en Vientos del Apocalipsis (editada en España por Txalaparta en 2002), que la Asociación de Escritores de Mozambique se negó a publicar por su extensión. Chiziane escribió entonces otra historia, Balada de Amor ao Vento, que se editó en 1991. Dos años después, autoeditó su novela sobre la guerra civil. Los especialistas arrugaron la nariz. “Aquellos que se consideraban eruditos, ligados a las academias, miraban hacia mis libros con desprecio. Primero, porque soy mujer. Segundo, porque no uso el portugués canónico. Tercero, porque no procedo de un estado social considerado noble. Pero el lector común que no tiene nada que ver con eso, fue leyendo y adorando. Al final la opinión pública suplantó la opinión de estos puristas de la lengua portuguesa. En fin, aquí estamos. Sobrevivimos”.

En 2003 ganó el Premio José Craveirinho, que lleva el nombre del poeta que leía a escondidas, con su novela Niketche, una historia de poligamia (publicada en España por El Cobre en 2004), protagonizada por Rami, que ve desmoronarse su mundo cuando descubre que su marido tiene otras cuatro esposas y varios hijos.

Los eruditos miraban mis libros con desprecio. Primero, porque soy mujer. Segundo, porque no uso el portugués canónico. Tercero, porque no procedo de un estado social considerado noble”

—¿Qué piensa de la poligamia?

—Voy a comenzar por el rey Salomón, que tenía cerca de 1.600 esposas en su harén. El discurso sobre el rey destaca su inteligencia y su celebridad. Por otro lado, tenemos la historia de Jinga, la reina angolana, que los libros describen como arrogante y sexualmente promiscua porque tuvo varios maridos. Ambos gobernaron grandes imperios. Uno tiene 1.600 mujeres y es considerado un superhombre y el mayor sabio de la humanidad. Jinga tuvo siete maridos, no vivió con ellos al mismo tiempo y es considerada promiscua. Se clasifica al hombre de una manera y a la mujer de otra. Pero la poligamia no fue bien estudiada, es analizada por los ojos de quien domina, sea el pensamiento filosófico, social y religioso de Occidente o el de los árabes. Cada uno puso sus normas. La poligamia es un sistema con pros y contras. En algunas regiones da mucho poder a las mujeres y en otras culturas, las condena.

Para investigar sobre ella, Paulina Chiziane entrevistó a un hombre con 23 esposas. La escritora quería saber cómo era su vida cotidiana. Cuando la primera quedó embarazada, la convirtió en gestora de las siguientes. Cuando la segunda tuvo a su primer bebé, le dio libertad para tener relaciones sexuales y adoptó como propios a todos los hijos extramatrimoniales. “Hizo lo mismo con las siguientes. Fue considerado un gran patriarca. Los grandes patriarcas de la historia hicieron esa porquería. El respeto por la mujer, el amor y el afecto no cuentan. Yo le pregunté si su corazón no batía por alguna en especial. El hombre comenzó a llorar. Me dijo que amó a una y cuando las demás lo descubrieron, la envenenaron. La realidad de la poligamia es muy dolorosa”.

Puedes seguir a BABELIA en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_