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‘Falla la noche’, los pliegues de una velada en blanco

El último poemario de Noni Benegas, autora argentina afincada en España, consigue extraer toda su creatividad de la incapacidad de conciliar el sueño

Falla la Noche Noni Benegas
'Saber Gay / Gay knowledge', ilustración de Irati Fernández Gabarain, con concepto de Noni Benegas, incluida en la exposición 'Ciudad Adentro. En la galaxia rural', en la sala CentroCentro, Madrid, en 2022.Irati Fernández Gabarain

El insomnium para los antiguos alejandrinos no consistía en la imposibilidad de dormir ni era un estado ausente de figuraciones. De modo tedioso y pesadillesco el afectado por él repite las imágenes obsesivas de la jornada: el cochero, las etapas y las baches del camino, y el enfermo, los episodios de su malestar. Era, no obstante, un tiempo sin etapas ni revelaciones, una de las maneras del descontrol más improductivo.

De una mala noche, de una noche en blanco, nace este libro de poemas de la argentina Noni Benegas, radicada en Madrid tras su paso por París y Ginebra, traductora entre otros de Paul Virilio y su Estética de la desaparición, y antóloga y promotora de la poesía de mujeres en Ellas tienen la palabra: dos décadas de poesía española (2008) y Ellas resisten (2019), que ahora se detiene junto al abismo de una larga noche en vela para describirla en cada uno de sus desesperantes pliegues. Falla la noche, este último poemario publicado por Bartleby, surge de una monumental falta de sueño.

Como en la exposición reciente en CentroCentro de Madrid, en que bajo el título Ciudad adentro realizaba el diagnóstico de la realidad inmediata a través de sus dibujos al carboncillo, trazados en la oscuridad, en la ceguera de los ojos, Noni Benegas se entrega a esta otra paradoja: armada de papel y lápiz, la poeta confiesa ir anotando lo que esa situación le dicta, las impresiones inconexas que el colosal insomnio le provoca, en otra vuelta de tuerca de un arte de lo imposible, produciendo imágenes donde se da arbitrariedad y obsesiones y construyendo el relato de lo que en principio no parece tenerlo.

¿Cómo escribir de un estado sobre el que carecemos de control y de lucidez? ¿Qué hacer con esa forma de ordenación que es el lenguaje cuando se trata de transmitir lo caótico inmotivado, es decir, lo que no forma historia?

Armada con una honestidad destemplada y sin expectativas, confinad en aquella frase del pintor Xi Tao en tanto único mantra (“El hombre perfecto es aquel que percibe las cosas inacabadas”), lo que Noni Benegas ofrece es la sintomatología de ese estado tradicionalmente improductivo frente a la tradición de creatividad que, desde el Barroco al surrealismo, se asocia al sueño. Un estado “entre”, carente de fijeza y de objeto, estado no epifánico ni profético, sin organización ni sentido, en el que “nada cruje ni babea, nada forma galaxia”, una poderosa sensación de esterilidad que, sin embargo, se prodiga en esquirlas, brillos repentinos sin continuidad ni término, ajenos a todo eje y articulados como anotaciones dispersas pero inacabables, que no se dirigen ni tampoco declinan.

En ese estado, el “yo” y el “tú” aparecen como espectrales reservas de normatividad y conciencia, como puntos cardinales que poco a poco se revelan, no obstante, también inservibles. La voz que se articula aquí viene y va a otro sitio. Por carecer, carece de eco. Frente a ella cabe, desde luego, la rebeldía, que no es sino una lucha de antemano frustrada; o bien, la adaptación, en la cual no se alcanza sino la consistencia de lo cotidiano doméstico, la naturalidad atopadiza de un animal, de “un objeto de felpa”. Y, sin embargo, ¿no es este un modo escueto, simple, un modo sencillo de revelación?, parece preguntarse el poema: “Y si fuera en este / cuando me miro”, insiste.

Porque el libro nos regala algunas claves en los epigramas que adelantan sus tres partes, en concreto la última, largo soliloquio o melopea, precedido por las palabras de Marina Tsve­táyeva: “y en la noche oscura / nada se cierne más oscuro sobre nosotros / que nuestros propios ojos”.

“Falla la noche”, nos dice el título del libro de Noni Benegas, lo hace en su condición de descanso. Pero, a la vez, lo que se señala ahí podría ser una “falla en la noche”, una fisura del tiempo sin tiempo, a través de la cual observamos otra forma de expresividad plausible. Una expresividad soterrada, sorda, inconexa y, ante todo, sin narrativa, como en cambio lo es el soñar, que puede carecer de sentido, pero no de trama: expresividad incómoda, ingrata y áspera a la que Noni se somete como a una depuración.

Del insomnio surgen nuevos fantasmas, fantasmas del amor roto, de los amigos que no llaman, de los hijos que no se tuvo, de la supervivencia en soledad, del hambre de vida ajena, de significado y de la culpa

Entonces el insomnio se convierte en una indagación, una ascesis por el que se consigue “entender” dentro de la peculiar comprensión cognitiva de las sombras. Y surgen nuevos fantasmas, fantasmas del amor roto, de los amigos que no llaman, de los hijos que no se tuvo, de la supervivencia en soledad, del hambre de vida ajena, de significado y de la culpa “que a su vez permite / la sensación de estar vivos”. Como en aquellos viajes astrales que emprendieran el Er de Platón, el Escipión de Macrobio, el alma de sor Juana Inés de la Cruz, se alcanza el vislumbre de un saber humilde: que todo lenguaje es relativo para el hallazgo invertebrado de este “estar sin estarse” en que consiste la duermevela, para el precario equilibrio de lo que somos, para el milagro de volver a ser en la mañana y “repetirnos / por el placer de reconocernos”, esa epifanía inesperada que ocurre cuando el insomnio consigue devolvernos a nosotros mismos, tras habernos perdido, y esto en nuestro modo más acre pero también más certero.

Portada de ‘Falla la noche’, de Noni Benegas.

Falla la noche

Noni Benegas
Bartleby, 2022
74 páginas. 13 euros

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